Carta de una sobreviviente de violencia machista

Los nombres, fechas y datos personales y familiares de la carta han sido cambiados por seguridad y para proteger la intimidad de la mujer.

Todo empieza sin darte cuenta.

Lo conoces, crees que has encontrado tu media naranja, el príncipe de los cuentos que leías cuando eras pequeña.

En ese momento de mi vida yo era pequeña, muy pequeña, sensible y muy vulnerable.

Y así empezó todo.

Muy joven, recién separada, con una niña muy pequeña, con muchas ganas de vivir y planteándome el cambiar de vida y de ciudad.

Pero de repente aparece en escena el hombre de mi vida, que dice venir para protegerme, cuidarme, comprenderme, ayudarme y darme todo el amor del mundo, todo el que no había recibido antes.

Así fue cómo dejé a un lado la idea de empezar de nuevo en otro lugar, entre otras cosas porque ya tenía el lugar, el lugar era él.

A continuación, sin saber por qué, llega un día en el que te cambian el nombre, ese que me pusieron mis padres cuando nací; dejas de llamarte Carmen, como te dicen en casa, para pasar a ser una tal Carmenchu, y a ti te parece maravilloso, es más, es el nombre que más te gusta, sobre todo porque solo lo utiliza él.

Pasas de estar muy sola con tu hija a tener una familia numerosa, distintos, pero los más felices. Y te lo vuelves a creer.

El tiempo pasa y te das cuenta, porque tu intuición no falla, que hay cosas que no encajan. Te quiere, pero a veces te castiga, se ausenta, se enfada por todo, y tú no sabes qué pasa; te desorientas.

Pides perdón mil veces aún sin saber qué has podido hacer mal, y unas veces te lo conceden y otras no, dependiendo casi siempre del número de veces que te rebajes y entiendas y asumas que él se comporta así por tu culpa.

Y tú sigues sin saber qué has hecho.

Después vienen las excusas: necesitaba reflexionar, estar solo en la cueva, o simplemente es que me estaba resfriando, o la responsabilidad del trabajo, o sus hijos, o su ex-mujer, y así un largo etcétera.

Y a continuación, como no podía ser de otra forma, viene el PREMIO; el premio consiste en hacerte saber que todo lo hace por nosotros, por nuestro amor, porque yo me despisto y tengo que centrarme más en nuestra relación.

Porque yo era guapa, simpática, alegre, divertida, buena, trabajadora, pero simplemente me faltaba CENTRARME. Sigue leyendo

Drapetomanía

     A mediados del siglo XIX, el médico Samuel A. Cartwright descubrió (nótense sendas cursivas) una enfermedad mental que sufrían los esclavos negros llamada drapetomanía. Consistía en que estos, a menos que fueran tratados como seres inferiores y sumisos por sus amos tal y como enseña la sagrada Biblia, manifestaban ansias de libertad y unos deseos irrefrenables de escapar. Obviamente, como todo buen doctor que se precie, aparte del diagnóstico y de sus características, Cartwright prescribió la prevención y el remedio: azotes y amputar los dedos gordos de los pies. Tampoco hay que escandalizarse mucho pues el susodicho individuo también describió la dysaesthesia aethiopica, otro trastorno mental que afectaba sobre todo a negros libres quienes, al no tener un hombre blanco que los encamine, se dejaban dominar por la pereza, la desidia y la insolencia.

     Las reacciones sociales y mediáticas al asesinato de Samuel, así como hacia el resto de agresiones homófobos de estos últimos días, incluida la del madrileño barrio de Malasaña, que acabó siendo una denuncia falsa, me ha remitido, tristemente, a esta asociación de ideas pues, da igual el año, la década o el siglo: quien cree una cosa fundamentada en un plano meramente ideológico, hará lo imposible para que la realidad concuerde con su idea preconcebida. No por nada el ser humano tiene la sana costumbre de relacionarse solo con congéneres que piensan como él, no vaya a ser que tenga que replantearse su escala de valores. Y eso da un trabajo que te pasas. Sigue leyendo

«Ilustres e ignoradas»

Es necesario

Es necesario
revertir el hechizo.

Ese,
que borra a las mujeres
de los libros de historia,
de las esferas de poder,
de las antologías.

Ese,
que las encierra
entre cuatro paredes,
con solo
colocarles un anillo.

–Guisela López–

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Ilustres e ignoradas

Índice

Cosas que los hombres nunca oiremos (y por tanto es un privilegio)

    Soy consciente de que no todos los varones, ni mucho menos, van a ser capaces de entender cada viñeta. Seguro que el 99% de féminas, sí, aunque técnicamente debería de ser un cuadernillo de micromachismos para hombres.

    En fin, que así lo viven ellas y así lo sentimos algunos. Este cuadernillo está plenamente abierto a ampliaciones, solo basta que alguien me diga una frase para que la dibuje y la mete en la versión 2.0 y siguientes.

    Un abrazo veraniego, de manera muy especial a los no machotes alfa que tratan de vivir otras masculinidades, y a todas las mujeres que aguantan a los machotes alfa de comunes masculinidades.

     Puedes descargar el pinchando sobre el título o la imagen.

      Cosas que los hombres nunca oiremos