Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Ilegal

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Catalonia versus Spain, by Ramses Morales Izquierdo

     No sé si se habrán enterado, pero hace cosa de una semana se celebró en Catalunya un referéndum. Ilegal. Es importante este último aspecto, porque pudiera ser que hablara usted exclusivamente turco, ruso, chino, hindi o guaraní, pero seguro que a lo largo de estas últimas dos semanas, aunque no sepa decir ni buenos días en el idioma de Cervantes, ha aprendido a pronunciar la palabra ilegal.

     Este hecho cuantificable resume como pocos el fondo del asunto. Si tanto la izquierda como la derecha, el centro o el mediocentro reconocen que el referéndum era ilegal, lo más probable es que la importancia de tal cuestión per se sea del todo intrascendente y en lo que tendríamos que detenernos sea en su contexto, en dónde se pone el punto de mira y, en definitiva, en cómo es de recia nuestra escala de valores.

     Digamos que, de una parte, parece que es absolutamente terrible hacer algo ilegal, en sí mismo y sobre todo si supone la fractura de la sociedad. Se me caen hasta dos lagrimones de tanta emosion contenida pensando en la unidad de España, pero no me desvío. Veamos.

     Quienes mandan las tropas de asalto para impedir la celebración de un referéndum porque es ilegal han de ser, pues, los mismos que a nivel ideológico hubieran enviado a dar una somanta de palos a:

  •      Las sufragistas de Inglaterra de principios del siglo XX, que cometieron la tropelía de exigir al derecho al voto para las mujeres. ¡Qué desvergüenza! Ilegales, ilegales.
  •      Rosa Parks, por atreverse a sentarse en un autobús en la zona de los blancos. Dios me libre, acto meticulosamente ilegal en los Estados Unidos de los años 50. Años después, de paso, hubieran también atacado con gas lacrimógeno y porras a los 600 manifestantes por la Defensa de los Derechos Civiles de la primera marcha de Selma a Montgomery, bajo pretexto de que suponía un peligro para la seguridad nacional.
  •      Nelson Mandela, por hacerse el listo y exigir la igualdad entre negros y blancos durante el Apartheid. Serían, de igual modo, de los que lo hubieran mantenido en una celda de cuatro por cuatro más de 25 años. Era ilegal, claro, hasta el derecho de reunión para las personas de raza negra, como para pensar que tenían que gozar de los mismos derechos que los blancos.
  •      Berta Cáceres, por bloquear de manera ilegal la entrada a la construcción de presas hidroeléctricas en espacios protegidos. La hubieran asesinado probablemente, por seguir con la petera de cometer actos ilegales y parar los procesos decididos por cauces parlamentarios.

     Etcétera etcétera etcétera… Todas ellas, sin excepción alguna, personas que vivían bajo el paraguas de sistemas profundamente democráticos. Y excusas similares a las que inventan quienes mandan a la policía y a la Guardia Civil a apalear a la población si se pone revoltosa empleaban por aquel entonces, cuando aún no existía un Puigdemont al que colgar el sambenito, por mucho que se lo merezca. Una de ellas, lanzada por Daniel François Malan tras ganar las elecciones presidenciales en Sudáfrica en 1953 se parece mucho al ínclito deber de mantener la unidad territorial exigida por la constitución: «hoy día Sudáfrica vuelve a ser nuestra, Dios permita que sea nuestra siempre». Huelga decir que, a mediados de siglo, sólo podían votar en Sudáfrica sin restricciones los blancos, que solo representaban al 21% de la población total del país que consideraban suyo. Faltaría más. Sigue leyendo

Los pobres y sus vicios

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Justicia, con Virtud y Vicio (Antiguo Palacio de Justicia de Brujas, Bélgica), por Tony Grist

    Hoy toca ser breve. Lo mismo porque lo he repetido más de una vez, pero es que cada vez que alguien saca el temita me toca mucho la moral (me he vuelto fino tras las cargas policiales contra el referéndum, no vayan a encarcelarme por pervertir oídos pre-púberes). Se trata de los pobres y de sus vicios, claro, de lo poco sensatos que son y de su tremebunda falta de responsabilidad.

    Es una de las muchas cosas malas que tiene ser pobre, que no se pueden tener ni vicios. Bueno, en realidad lo que no se puede tener es ocio, porque con lo de los vicios y el ocio suele suceder como con las manías y las costumbres. Las mías son costumbres, las de los demás, manías: «tengo la sana costumbre de fregar después de comer», «tiene la manía de tener que fregar en cuanto terminamos de comer». Será que nunca he llegado a entender del todo -en determinadas circunstancias que provienen bastante más del interés personal que del hecho de estar en un campo de exterminio- la llamada ética de situación.

    Así, el ocio del rico (o de la clase media, o de la clase trabajadora…) se convierte inmediatamente en vicio en la vida del pobre, por arte de magia. Y es que el desarrollo moral y sus procesos mentales son idénticos a los que se dan en la política: «cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje» (Aldous Huxley). Sigue leyendo

Insensibles

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African Migrant’s Compass by Brandan Reynolds

    Rezaba el asqueroso dicho popular que «todas las mujeres son unas putas, menos mi madre y mi hermana». La frasecita de marras, que resulta del todo execrable en sí misma sin el más mínimo paliativo, hace referencia en parte a la máxima a la que se aferraba Don Vito Corleone cada vez que iba a liarla parda, pareciera o no un accidente:

    – La familia es la familia –con aquella voz aguardentosa que parecía que le hubieran rociado de ácido las cuerdas vocales.

    A un arraigo similar suelen acogerse las parejas y los matrimonios, puede que con algo de razón habida cuenta de lo interiorizado de tal razonamiento: si quieres que todo vaya bien en el nido de hogar, o al menos no demasiado mal, no juzgues nunca a la familia de tu cónyuge o de tu compañera. Da igual que él o ella eche pestes por su boca sobre ella. Eso es porque el roce hace el cariño y tú, incauto de ti, no tienes ni una milésima parte de roce con tus suegros, cuñados y demás familia política. Por tanto lo que vayas a soltar, seguro que no se va a interpretar desde el cariño o la ayuda, sino desde la angustia y la crítica destructiva. Zapatero a tus zapatos.

    Obviamente, esta tiranía de la familia y de los seres queridos puede generalizarse a la sociedad en general y hace, por ejemplo, que nos sintamos inmensamente más doloridos por los atentados de París o de Niza (¡qué decir de los de Barcelona a pesar del referéndum!) que por las muertes y asesinatos masivos en Siria. Identificación lo llaman: cualquier occidental comulga más con mis ideas y principios que un árabe que viene en patera o debajo de un camión. Lo de menos es que el europeo viva a 2 500 kilómetros y el árabe a menos de 500. Sigue leyendo

«Olvidé recordar»

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To remember by Cambion-Art

     Una maquetita grabada a salto de mata que me gustó cómo quedó.

OLVIDÉ RECORDAR

Quiero comerme contigo el turrón;
que mis noches no sean más de frío.
Quiero ahogarme en tu mismo sudor;
no invertir ni en dolor ni en olvido.
Quiero tu enfado y tu mudo perdón;
que me agobies con tu incertidumbre.
Quiero el miedo a perderte y el don
que me otorga tu voz
cuando todo se hunde.

Quiero ser, quiero ser una cometa en tus nubes.

Quiero el motivo con que presagiar que lo nuestro no tiene futuro,
y la excusa por la que inventar un presente que compartir juntos.
Quiero impedirte decirme que no; renegar de todos tus caprichos.
Quiero verte, de pie en el salón, maldecir lo que yo no recuerde haber dicho.

Y de tanto querer me domina la amnesia,
olvidé desear tan sólo que me quieras;
que de tanto creer lo que siempre había sido
olvidé recordar que ya te habías ido.

Quiero venderte mi alma sin más
recompensas que hundirme en tu pecho;
quiero odiarte y volverte a buscar
admitiendo que te echo de menos.
Quiero aburrirme a tu lado y pensar
que ojalá dure toda la vida;
quiero besos de azúcar y sal;
que, al cruzar el zaguán,
me halle en tu compañía.

Quiero ser, quiero ser todo menos despedidas.