El otro día me dio por corregir a mi sobrino. Torpe que es uno, aunque se crea que sabe de casi to. Menos mal que no me sonreí, con esa cara de pazguato autosuficiente a la que somos muy dados los seres humanos cuando pensamos que podemos endilgarle a alguien una inteligente aportación que lo desprenda de su error.
Me puso un vídeo de esos del Youtube en el que salía el prenda (bueno, su tripa, que es menor de edad y su madre no le deja, muy sabiamente, mostrar el careto) hablando de no recuerdo bien qué. El caso es que abajo, tipo definición de aquel vídeo que estábamos contemplando, vi las cuatro letras y por poco me da un pasmo: VLOG.
–Blog es con be, no con uve. –De hecho, no existe sustantivo en castellano que tenga la osadía de contener esas dos consonantes seguidas.
Le faltó troncharse de la risa y revolcarse por encima del sofá de tres plazas del salón. Él sí que me regaló ese gesto autocomplaciente de «eres tontico». Y lo dejó caer entredientes, con resignación, como quien tiene que lidiar con una panda de mindundis día sí y día también. Lo mismo para que no metiera la cabeza en mitad de las losetas tipo avestruz.
–No, es con uve; se escribe así porque se refiere a los vídeos que son parecidos a un blog.
Lógicamente, no había escuchado ni visto escrito aquel palabro en la vida, y como parece que sólo existiera en el mundo aquello que sabemos (o creemos saber) y percibido desde nuestra perspectiva. Puse la cara de ese tontico que había demostrado ser con creces, arqueé las cejas, curvé la comisura de los labios y solté un «pues vaya, lo que aprende uno». O algo similar. Sigue leyendo