Hacer el oso

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El Retrato de Dorian Gray, by roland_reumond

     El otro día me dio por corregir a mi sobrino. Torpe que es uno, aunque se crea que sabe de casi to. Menos mal que no me sonreí, con esa cara de pazguato autosuficiente a la que somos muy dados los seres humanos cuando pensamos que podemos endilgarle a alguien una inteligente aportación que lo desprenda de su error.

     Me puso un vídeo de esos del Youtube en el que salía el prenda (bueno, su tripa, que es menor de edad y su madre no le deja, muy sabiamente, mostrar el careto) hablando de no recuerdo bien qué. El caso es que abajo, tipo definición de aquel vídeo que estábamos contemplando, vi las cuatro letras y por poco me da un pasmo: VLOG.

     –Blog es con be, no con uve. –De hecho, no existe sustantivo en castellano que tenga la osadía de contener esas dos consonantes seguidas.

     Le faltó troncharse de la risa y revolcarse por encima del sofá de tres plazas del salón. Él sí que me regaló ese gesto autocomplaciente de «eres tontico». Y lo dejó caer entredientes, con resignación, como quien tiene que lidiar con una panda de mindundis día sí y día también. Lo mismo para que no metiera la cabeza en mitad de las losetas tipo avestruz.

     –No, es con uve; se escribe así porque se refiere a los vídeos que son parecidos a un blog.

     Lógicamente, no había escuchado ni visto escrito aquel palabro en la vida, y como parece que sólo existiera en el mundo aquello que sabemos (o creemos saber) y percibido desde nuestra perspectiva. Puse la cara de ese tontico que había demostrado ser con creces, arqueé las cejas, curvé la comisura de los labios y solté un «pues vaya, lo que aprende uno». O algo similar. Sigue leyendo

Reseñas de «Mishasho»

mishasho     Como uno no es famoso, ni conocido, ni nada que se le asome, pues le hace ilusión que, de repente, en un mismo día y desde contextos totalmente distintos, aparezcan en la red dos reseñas de su novela «Mishasho».

     La primera en una revista web alternativa de cultura, Arte-factor, y la otra en una página muy familiar donde compartir lecturas de la que soy usuario desde hace bastantes años: Sopa de libros.

     Pues gracias a uno y a otro, lo primero por leerme sin cortarse las venas (digo yo), y lo segundo por vuestra generosidad y sinceridad.

      Lecturas descompuestas hoy: Mishasho de Rafa Poverello

     Poverello nos cuenta la historia de unos personajes víctimas de la adicción y nos hace ver como sufren, viven e incluso intentan vencer al demonio de la droga, y como tanto sus actos, decisiones e incluso palabras pueden llegar a afectar a las personas que más te quieren. Mishasho es una historia muy humana, llena de sentimientos y frustraciones, pero también es una historia que nos ayudará a comprender e incluso sentirnos identificados con los personajes y sus vivencias e  un mundo donde mirar para el otro lado y hacer como que “aquí no pasa nada” está a la orden del día.

     Sopa de libros: Sorprendente envidia

      Una (¿sencilla?, más sobre ello más adelante) historia coral alrededor del submundo de pobreza que se esconde en nuestra consumista sociedad nada más cruzar dos calles que ¿no debías?, como muy bien recoge la sinopsis. Un libro para reflexionar y leer despacio a la vez que se disfruta porque además presenta una estructura no lineal, con bastantes personajes que, como un puzle (aunque nada especialmente enrevesado), te obliga y tienta a ir atento disfrutando de las conexiones entre las diferentes piezas. Incluso con alguna sorpresa (al menos para mí) como puede ser el ocupante de cierto vehículo en cierta escena.

 

El bolsillo

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Empty wallet by Isaac Sarver

    Manuel vive solo. O al menos eso dice él, que no es lo mismo. Metido en un local sin luz ni agua corriente y con la solicitud de empadronamiento entregada en el ayuntamiento desde hace meses a la espera de resolución. Está un poco abilortao, pero no es mala gente.

    «Entonces, como vivo solo ¿me muero de hambre?».

    Esta es la retahíla de todas las personas en su situación y que no van a recibir en la vida (al menos en la que vamos a conocer en varias decenas de años) ninguna ayuda de las administraciones públicas por no tener a nadie a cargo. En más de una ocasión, por aquello de que alguna se me riera, le he propuesto que lo suyo sería tener un hijo con el primero que pase, porque además, siendo madre soltera, lo tendría bastante más fácil a la hora de acceder a las prestaciones. Se ríen, sí, la mayoría, sobre todo cuando se me ocurre soltárselo a mujeres de cerca de 50 años, pero cuando salen por la oficina siguen con una mano delante y otra detrás sobreviviendo como buenamente pueden.

   Las compañeras de Cáritas que lo visitaron en el local le entregaron a Manuel un vale de alimentos de 40€ para irlos gastando según necesidad. O no, claro, porque lo de la necesidad es una cuestión un tanto relativa como todos hemos podido comprobar en nuestras carnes cuando nos apetece comprarnos algo y parece que no lograríamos sobrevivir sin el último disco de Sabina, la última película de Scorsese o yendo de vacaciones a Tailandia.

    A Manuel se las trae al pairo Sabina, Scorsese y visitar Tailandia, pero también tiene sus necesidades básicas. Se gastó los 40€ del ala en diez minutos. Lo dijo él, con la mayor naturalidad del mundo, no es un juicio de valor. Varios bocatas, zumos, batidos… No quise seguir preguntando, porque daba un poco de mal rollo y ya estaba la cosa cristalina, pero seguro que en tabaco y en birras caería una parte nada desdeñable de la aportación económica a la solidaridad de Cáritas Parroquial.

    Me lo dijo al miércoles siguiente del desembolso, que llevaba ya una semana más o menos sin tener para comer y me soltó sobre la marcha la ristra de vituallas que había tenido a bien comprar.

    «No tengo ni leche», se lamentó en algún momento intermedio de la conversación.

    40€, naturalmente, no dan para mucho, le contesté, pero para una persona sola dan para bastante durante una semana cuanto menos. Que si un batido cuesta el triple que un brik de leche y un zumito el doble, que si el pan y el chopped por separado suponen una inversión notablemente inferior que varios bocadillitos, y blablabla. Como era de esperar se lo tuve que explicar varias veces y, al final, no sé si llegó a entender que había sido una decisión suya en qué había empleado ese dinero, decisión la mar de respetable, pero que conllevaba a que ahora no tenía dinero y no podíamos volver a ayudarle.

    «Entonces, ¿cuándo vengo otra vez?». Sigue leyendo