«Brutos, feos y malos» (1976)

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Ettore Scola, by raschiabarile

Decía Moisés, el cura de mi barrio, aquella frase de que “son pobres, no vamos a pedirles encima que sean buenos”.

    Aunque pudiera parecerlo, la expresión no es un paradigma acerca de las limitaciones per se de las personas en exclusión, sino una constatación a pie de calle de que debiéramos justificar con mayor gracilidad y sin el menor atisbo de duda las taras de determinados colectivos respecto a las de otros. No es lo mismo tener determinados problemas y vivir en el centro neurálgico de una gran urbe, que tenerlos y encima unirlos al hecho de vivir en mitad de un gueto a las afueras de cualquier lugar.

    Por eso, quizá por primera y única vez, no voy a recomendar a todo el mundo la película que da título a la entrada: “Brutos, feos y malos”, del peculiar Ettore Scola. Porque hay que tener mucho sentido del humor, en una curiosa mezcla de Fellini y Kusturica, para comprender su ácida y despiadada crítica hacia la sociedad del bienestar, y no mandar la cinta literalmente al carajo nada más leer el título.

    El planteamiento de cualquier espectador sensato a la hora de acercarse a esta obra de Scola no debiera ser si lo que cuenta es exagerado, grotesco, cargado de prejuicios, o si por el contrario está sujeto a la realidad. Lo pregunta que en cada escena debiera surgirnos y que respondería, con toda justicia a lo que pretende el director italiano, es por qué sucede lo que sucede. Porque lo más crudo de aquello que podemos contemplar en la pantalla es que todo, sin falta, lo he podido vivir en ese barrio en exclusión de cuyos habitantes hablaba Moisés en la primera frase de este texto: embarazos sin sentido, tres generaciones sin modificar pautas de conducta, hacinamientos, incendios provocados, bautizos tan… particulares, la pensión de la abuela. Y lo peor, esa asunción de la falta de dignidad humana: todo se perdona, todo se naturaliza… La visión de la sexualidad recuerda mucho al estilo que retrataba Emile Zola en “Germinal”. Sigue leyendo

«Surplus. Terrorismo de consumo» (2003)

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Consumed by Zillaan

    La felicidad de alcanzar un buen nivel de consumo.

    La dicha de tener un puesto de trabajo.

    La libertad que te otorgan ambos.

    El chute de realidad de conseguir sendos objetivos y sólo llegar a ser un autómata, un esclavo, un ser sometido a lo que marca la violencia del sistema. Acomodarse.

    Erik Gandini, en un contundente y sistemático documental, nos introduce con un estilo visual impactante y una música acompasada a golpe de martillo y de palabras acordes en el estresante y ansioso proceso de la alienación del individuo y de la masa hasta alcanzar el vórtice de la estulticia humana. Sigue leyendo

«A contracorriente» (2016)

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De derecha a izquierda: Iván, David y un servidor cantando a lo cutre en el puente romano de Córdoba un Día del Peatón

    Ni puedo ni es mi intención ser objetivo.

    Los tres hermanos protagonistas de este documental, cuyo ejemplo y el de su familia son un canto a la vida, eran amigos míos. Y con la amistad de por medio no se puede ser objetivo de ninguna manera.

     David, Iván y Dani tenían el Síndrome de Wolfram -ya hablé de ellos en otra entrada-, una terrible enfermedad degenerativa que les permitió vivir sólo hasta cumplidos los 40. Los únicos hijos de Miguel y Mari Lola. Una enfermedad que sólo afectaba a los varones. Todos los componentes para realizar un drama, una tragedia, pero el Colectivo Brumaria -seguro que porque alguno de sus miembros conocía a David- han hecho todo lo contrario. Sigue leyendo

«Frankenstein 04155» (2015)

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Tragedia en Santiago de Compostela by Emijrp

     Aunque no es fácil elegir el documental que más asco me ha hecho sentir de formar parte de la raza humana, pues muchos hay, no puedo evitar recordar una vez y otra “The Cove” (2009), sobre la matanza anual de delfines en el Parque Nacional de Taiji, Japón. Como por norma, soy bastante vehemente con los EE.UU., en este caso podría sacar casi una lista interminable de los que defenestran su imperio, aunque podría elegir con el entusiasmo de la vergüenza “Hearts and Minds” (1974), que retrata los efectos de la invasión en Vietnam. Hoy, por suerte o por desgracia, me toca compartir mi más profunda repugnancia hacia este país de caudillos y dictadores tras ver (y sufrir) el documental “Frankenstein 04155”, del director gallego Aitor Rei.

     Frankenstein era el apodo que, en los círculos ferroviarios, le pusieron al malogrado Alvia 04155 que descarrilara en la tristemente famosa curva de A Grandeira en Angrois, causando 80 muertos (78 según la policía científica) y 145 heridos. Al final, como en el Yak-42, en el Spanair o en el metro de Valencia, el culpable era el maquinista o el piloto. Se depuraron todas las posibles responsabilidades políticas.

     Y es que, lo más terrible y dramático del documental de Rei, no es ver de corrido y machacaditas todas y cada una de las irregularidades y parches a nivel de seguridad que se llevaron a cabo para poner en funcionamiento el AVE rumbo a Galicia con la premura que dan unas elecciones, ni los lloros, ni la impotencia de las víctimas, ni las mentiras de los de siempre, ni la impunidad. Lo terrible y dramático del filme lo resume el padre de una de las víctimas, con una lucidez cristalina, mientras recordaba las palabras ejecutadas como una sentencia por José Blanco, entonces Ministro de Fomento, ante las cámaras de televisión.

     “No me arrepiento de nada”.

     Uno de los máximos responsables de que sobreviniera la tragedia muestra en abierto, delante de todo el planeta la misma conciencia que un colín. Sigue leyendo