Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Cómo, cuándo ¿y por qué?

armenian_genocide_erdogan_by_kumdang_2-d8zc5a3

armenian genocide erdogan by kumdang-2

       Parte de noticias:

     “Tres jóvenes mueren en un accidente de tráfico al salirse su vehículo de la calzada. La elevada velocidad en un tramo de escasa visibilidad posibles causas del suceso”.

      “El golpe de Estado en Turquía fracasa tras la resistencia de la población en las calles. El Gobierno llama a sus seguidores a que continúen en las vías públicas para evitar nuevas intentonas”.

      Vaya, aquí mezclando churras con merinas, ¿no? Se trata de dejar unos minutos antes de continuar con la entretenida lectura de esta entradita para que el lector o lectora encuentre las diferencias entre una información y la otra. No vale que uno es un accidente y lo otro un golpe de estado.

      Vale, ya han pasado unos minutos y os estáis hartando. Doy una pista al respetable en dos preguntas consecutivas:

       1. ¿Por qué mueren los jóvenes en el accidente de tráfico?

       2. ¿Por qué se produce el golpe de estado? Sigue leyendo

Juan Bernier

    ¿Quién es este hombre? Preguntaréis muchos, entre los que incluyo indefectiblemente a cordobeses y cordobesas, a pesar de ser ésta la provincia de nacimiento (concretamente la localidad de La Carlota) del que debiera ser ínclito poeta Juan  Bernier, cofundador del grupo Cántico, y del que aún es difícil saber cómo superó la censura del régimen franquista.

     El más social de entre sus amigos poetas de esta generación, homosexual no confeso (no hace falta explicar mucho el por qué y tan sólo lo narra en su diario) muchos de sus poemas jamás pierden actualidad. Tal vez por su tendencia al desencanto, o quizá más a la crítica al desencanto asumido, a la utopía.

     Podría haberlo escrito ayer, en lugar de en medio de la dictadura, lo que es una lástima y casi una tragedia, pero aquí lo comparto, con devoción, hacia aquél que debiera ser más conocido.

politics_by_dandy_jon-d9916en

Politics by Dandy-Jon

    Sigue leyendo

El discurso silencioso

drunk-1045137_960_720

Druk, by Mampu

    Al lado del semáforo me hallaba, subido en la bici, sudando la camiseta y esperando a que el peatón tuviera algo de clemencia y se pusiera en verde. Las cinco y pico de la tarde. La mochila formándome un cráter en la espalda. El camioncito cruzó frente a mí, con su lateral pintado en negro y el rótulo con letras en blanco a un tamaño que no desentonaría en un país de gigantes: Electricidad Ximénez. Cada vez que leo ese apellido medio catalán o medio gallego soy como un perro de Paulov cuando suena la campanilla. Se retrotrae mi mente a principios de diciembre pasado y una frase se forma en las neuronas como impresa a soplete: “Las luces de la calle son buenas para el consumo; la gente sale, compra… Si no no vamos a salir de la crisis”. Ya hablé de ello, y no es mi intención repetirme, pero el caso es que ese día a la vera del semáforo el calor, en lugar de ablandarme la sesera y cortocircuitarla, me condujo en su efervescencia a ensamblar unas ideas con otras y a relacionar una opinión con el discurso que subyace detrás, aunque no se diga.

    El tema es simple. Conozco a multitud de personas de clase media que me han soltado ese argumento, pero ni a un solo pobre le he escuchado jamás decirme algo similar, ni remotamente parecido, y esta diferencia insoslayable, obviamente, debe ser debido a algo. Resumo mi intuición basada en la experiencia: el pobre quiere salir de la situación en la que vive, la persona de clase media no quiere perder la situación en la que vive. Lo primero es un derecho -e incluso un deber-, lo segundo una apetencia. Así, ante ese argumento de que consumir nos hará salir de la crisis y es bueno para el país -más allá de que sea veraz o únicamente una opinión no compartida por muchos economistas- se me antoja preguntar así, sobre la marcha, con la pesadez plomiza de un niño de cinco años y tratar de sacar a la luz el discurso que nunca se dice.

Sigue leyendo