Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Lo peor de lo que nos pasa

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Via Crucis by Cubonegro

    En su libro de cuentos “¿Quién puede hacer que amanezca?” el teólogo y terapeuta Tony de Mello nos regalaba esta historia:

    “Necesito desesperadamente que alguien me ayude… o voy a volverme loco. Vivo en una pequeña habitación con mi mujer, mis hijos y mis parientes, de manera que tenemos los nervios a punto de estallar y no dejamos de gritarnos y de increparnos los unos a los oros. Aquello es un verdadero infierno…”

    “¿Me prometes que harás lo que yo te ordene?”, le dijo el Maestro con toda seriedad.

    “¡Te juro que lo haré!”.

    “Perfectamente. ¿Cuántos animales tienes?”

    “Una vaca, una cabra y seis gallinas”.

    “Mételas a todas en una habitación y vuelve a verme dentro de una semana”.

    El discípulo quedó horrorizado, pero ¡había prometido obedecer…! De modo que lo hizo y regresó al cabo de una semana quejándose desconsoladamente:

    “¡Vengo hecho un manojo de nervios! ¡Qué suciedad, qué peste, qué ruido…! ¡Estamos todos a punto de volvernos locos”.

    “Vuelve otra vez”, dijo el Maestro, “y saca a todos los animales fuera”.

    El hombre se marchó a su casa corriendo y regresó al día siguiente radiante de alegría:

   «¡Qué felicidad! Han salido todos los animales y aquello es ahora un paraíso. ¡Qué tranquilidad, qué limpieza, qué amplitud…!”.

    Ya, una memez. Pero lo mismo una memez que no tomamos en demasiada consideración en nuestro día a día. Estamos tan liados, con tantos follones que no tenemos ni tiempo para salir de nuestras preocupaciones y tratar de ser felices sin vernos en la oblicua necesidad de ir por la vida cargándonos con cruces a la espalda.

    Reflexionemos sobre nuestros problemas, sobre el estrés, los nervios, la cantidad ingente de personas que nos hacen sufrir. ¡Vaya angustia! Sigue leyendo

«Mishasho»: mi primera novela

Portada Mishasho

     Dicen que los hombres no parimos. Es mentira. Alguna vez lo he hecho, pero con algo menos de dosis de paciencia de por medio. Este parto, el primero en su especie fue de dos años casi justos, y para el alumbramiento tuvieron que pasar casi dos años más. Es lo que tiene ser un pejiguera.

     Uno escribe por necesidad, y no económica quiero decir, sino de estar delante de una pantalla de ordenador (con lo bien que quedaba lo del papel) y ponerse a transcribir ideas lo mejor que uno puede y luego poder compartirlas. Cierto que hasta Dickens escribía a veces para sacar unas pelillas (sus cuentos para las navidades), aunque no lo precisara, desde luego; o Faulkner, que se puso con «Santuario» para ver si se lo publicaban y poder dedicarse luego a alguna obrilla más seria. Incluso rompió casi todos sus principios y finales personales cediendo a hacer cambios de todo calado y lugar para conseguir su objetivo.

     Lo mismo yo soy más porculero que Faulkner, porque no me pliego, y eso tiene sus inconvenientes. He odiado siempre nada cordialmente el mundo editorial y sus derechos sobre el autor (no de autor), así que empecé con esperanzas mandando el manuscrito a editoriales independientes y/o alternativas, o eso decían algunas. Pero, bien porque no tienen tanta posibilidad de ampliar catálogo como las gordas y sebosas bien porque no eran tan alternativas como gustaban de venderse, las mandé a todas al garete y guardé el manuscrito en el cajón de los olvidos. Queda mejor esa expresión que decir en una de las carpetas personales del home del ordenador. Sigue leyendo

Hacerse un igual

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stairs by Samueles

     Dicen que si alguien lo ha explicado ya del todo bien, para que vas a darle tú vueltas al tarro.

    ¡La doctrina de la igualdad!… Pero si no existe veneno más venenoso que ése: pues esa doctrina parece ser predicada por la justicia misma, mientras que es el final de la justicia…»Igualdad para los iguales, desigualdad para los desiguales» – ése sería el verdadero discurso de la justicia: y, lo que de ahí se sigue, «no igualar jamás a los desiguales».

    La idea la expuso Friedrich Nietzsche. ¿Quién iba a ser si no? Uno de los maestros de la sospecha. Porque llega un punto en el que, tristemente, lo más sensato resulta ser sospechar de muchas cosas. Y no me refiero a la CIA, la NSA, Féisbuk, Guguel o el gobierno de turno. Que también. Ni se trata de desconfiar de la persona que tienes al lado en la casa, en el curro, en el colectivo del barrio. Que seguramente deberá de ser algo menos.

    Hay que sospechar de quienes hablan de igualdad desde el privilegio de clase. No hace falta subirse en un pedestal para ser de ese grupo, claro. Todo el mundo lo sabe. Hay mogollón de peña que se mueve por la vida mirando por encima del hombro, pero piensa que todo lo afronta en un plano de igualdad. Quizá porque el concepto de igualdad que manejan se parece una barbaridad a ese que explicaba Nietzsche y que poco tiene que ver con la justicia y con una visión global.

    El asunto es muy sencillo y me golpeó en la cara una vez más en mitad de una de esas reuniones solidarias y constructivas donde tratábamos de enfocar cómo realizar una aproximación positiva a las personas de determinado barrio en exclusión.

    – Tenemos que acercarnos a sus casas como si fuéramos uno más.

    – Hacernos como ellos, unos iguales.

    Ah, pero ¿es que no lo somos? Uno más, iguales… Pues vaya. Sigue leyendo

«Quizás»

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Maybe, by Maklay62

QUIZÁS

Me gustaría decirlo, te lo juro,
pero es tan humilde la verdad,
que las palabras sólo son vanos recursos
cuando ya hay poco que ocultar.

Acaso quieres que tan sólo en un momento
se vaya todo al traste, así sin más,
es preferible seguir con el desconcierto
y dudar si se puede aguantar.

Sabía bien que todo esto
tenía que pasar;
me lo anunciaba el tiempo
a cada paso que da.
Sólo es cuestión de abrazar las cosas,
quererlas como están,
con su simplicidad.

Me gustaría decirlo y sin embargo,
he claudicado casi antes de empezar;
en esta historia no se trata de fracasos
y además decidí no volar.

Te aseguro que no sé lo que daría
porque hubiera otro en mi lugar,
pero el caso es que soy yo y que es mi vida
la que va sin poder pensar.

Sabes bien que no es preciso
que vaya todo mal;
es mucho más sencillo,
ya verás.
Y antes de que esto parezca un duelo,
contra toda verdad:
Quizás.