Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Oxímoron

600px-Capitalism_graffiti_luebeck

A Stencil graffiti in Lübeck. Photo by Asterion

     Que la palabra bienestar le pega al capitalismo tanto como a un santo dos pistolas resulta cristalino para aquella parte de la población del Reino de España que no llegue a ser mileurista, es decir, más de ocho millones de trabajadores y trabajadoras. También sería de lo más evidente para cualquier persona honrada y con dos dedos de frente que se relacione con el mundo y que no le dé por pensar (e incluso compartir) que en el bar de debajo de mi casa un café cuesta lo mismo que en el Congreso y/o no haya experimentado jamás de los jamases que no se cumpla ni el salario mínimo interprofesional.

     Puede que, incluso entre esos ocho millones de trabajadores que no llegan a 1.000€/mes ni de coña, hubiese algunas que fueran capaces de pensar que viven bien, que no se pueden quejar, pero normalmente, ese tipo de autorreconocimientos, suelen venir acompañados del posterior «podría estar peor». «al menos tengo trabajo, aunque sea una mierda»… y otros mantras de semejante calado. Miedo lo llaman, o en el mejor de los casos conformismo, concepto que, sin ponernos a rascar demasiado, se parece mucho a lo primero: me conformo porque si no me voy a la puta calle.

     En realidad, si sintiéramos de corazón que hay infinidad de personas en peor situación que nosotros nos negaríamos a comportarnos como aquellas personas de los círculos de poder que no tenemos reparo en criticar y en poner a caldo. También el político de turno teme perder algo, y el empresario, y la UE. Son más culpables, claro que sí, eso no lo duda ni Santo Tomás, pero el modelo capitalista de consumo, de mercado y de forma de relación no va a cambiar porque Marianico, Sorayita, Pedrito o el coletas tengan un repentino ataque de humanidad, sino porque los colectivos sociales les dan por culo y se niegan a colaborar con el sistema que han montado con la precisión de un reloj suizo. Eso es lo único que les hace tambalearse: que les pique el bolsillo, la conciencia ya lo doy por perdido.

     Y ¿a qué tanta vaina? Porque resulta que el capitalismo crea y normaliza unos niveles de absurdo que mantienen al margen de la sociedad al 28,6% de los ciudadanos y al 30% de los niños. Uno de los más inverosímiles y que tiene bastante que ver con el sistema de privatización de todo lo que huela a público es el temita de los seguros médicos. Para sanos. ¡Qué cosas! Y me explico con un ejemplo que, para sorpresa de propios y extraños, no es un caso aislado ni sacado de contexto. Sigue leyendo

«Su voz»

talking-560318_960_720

talking by longleanna

SU VOZ

Su voz disipa la niebla,

da respiro en la soledad.

Tranquiliza y desvela,

mata la ansiedad.

Su voz es una promesa,

que la luna convierte en realidad,

El zaguán donde espera

mi añorada paz.

No tenerte y pensarte es morir a cada instante;

No pensarte y tenerte es mi lucha más urgente;

No tenerte y pensarte, soy como un bonzo que arde

eternamente.

Su voz es cuanto me entrega,

desde lejos consuela mi penar,

Tan consciente y sincera

que no entiendo más.

Su voz es voz y es ausencia,

es mi muerte si no me fuera a hablar;

es su voz de la tierra,

del cielo y del mar.

No tenerte y pensarte…

«Bartleby, el escribiente» (1853)

the_lawyer_and_bartleby_the_scrivener_by_chpearce-dbd2vuz

The Lawyer and Bartleby the Scrivener by Chpearse

     Decir que Melville es un excelente novelista supone una perogrullada tan inabarcable como la gran Muralla China. Decir después que era del mismo modo un pulcro y exquisito conocedor de la naturaleza humana sería casi quedarnos cortos. «Moby Dick», su obra cumbre poco discutida, y la potente creación del capitán Ahab dan buenas muestras de ambas dotes.

     Pero no hace falta escribir una novela de tropecientas páginas para dejar un rastro imborrable en la historia de la literatura. Basta un cuento, un relato de pocas páginas para ello, y hay quien dice que dar a luz un buen relato es más difícil que hacer lo propio con una novela. «Bartleby, el escribiente», es un ejemplo de esa grandeza embotellada en frascos pequeños.

     Y eso que se me antoja pensar que de un modo u otro, en realidad Bartleby… no existe, pues es tan sólo el reflejo de la falta de voluntad de los que no tienen voluntad; tal vez por eso sea el único «invitado» del que nada se describe y, Melville tan sólo habla de él en negación (no es esto, no es lo otro, nunca…) mientras el resto de «secundarios» (que no lo serán tanto) son definidos con precisa pulcritud según su ausencia de carácter o su exceso de celo mal enfocado. Sigue leyendo

Quien no siente es feliz

487241039_1280x720

Quien no siente es feliz,

radiografía Pessoa a través de la pluma falsa

de su heterónimo Soares

Si bien no me atrevo a oponer

extrema resiliencia a tan rotundo argumento

más cierto encuentro

en un extremo simétrico

que quien no siente no es desgraciado

Y en este particularmente mío libro del desasosiego

iniciado sin fuerza hace un breve espacio infinito

y que alcanza en este punto preciso su hoja central

anoto

con vigorosa fiereza

con esa desdicha cierta que otorga el sentir

que tu ausencia engloba

cada rincón de todo cuanto existe

y que en medio del activismo y del nervio que suplantan

unas lágrimas necesarias

mis ojos abstrusos no aciertan a ver más allá

del vacío absoluto que los rige