Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

La persona

El Mimo Vagabundo, por Diógenes 😉

     13:00 de cualquier día laborable de la semana pasada en mi curro. Entrevista de trabajo para cubrir la plaza de terapeuta ocupacional cuando mi compañera y amiga se dé de baja en noviembre por maternidad.

     Asistimos la persona entrevistada, mi compañera como terapeuta ocupacional y el menda como responsable de RR.HH. (sí, la directora de la residencia perdió el juicio no recuerdo bien qué día). Retiramos tres sillas y nos fabricamos con ellas una especie de triángulo equilátero. Presentaciones con sonrisas y alguna explicación más concreta por nuestra parte sobre el puesto de trabajo. Y nuestra primera intervención:

     «Cuéntanos lo que quieras de ti».

     Caras raras; ni largas ni molestas, pero raras.

     «Pero…».

     «Lo que te apetezca».

    Obviamente, por estas cosas del capitalismo, del mercado de trabajo, de la eficiencia y de la productividad, en ese momento de duda metódica todo el mundo se pone a hablar de sus características personales: «soy alegre, entusiasta, abierta»… o de sus inquietudes y labores profesionales: «me gusta trabajar con mayores, soy muy responsable en mis tareas, me encanta hablar con ellos»…

     Insistimos, con nuevas sonrisas, sin forzar: «¿quieres contarnos alguna cosa más?», y solo entonces alguna que otra persona se atreve a dar un pasito más: «me gusta el deporte, tengo un hijo, mi pareja vive en Valencia»…

     No nos sorprende; no es costumbre permitirle al otro expresar cómo es en lugar de lo que es capaz de hacer. Lo importante es el éxito, las capacidades, las funciones que has desempeñado… A veces hemos terminado la entrevista después de una hora sin saber siquiera qué tareas específicas ha desempeñado la candidata en cuestión. De hecho, como todo el mundo sabe (gracias a la Universidad Rey Juan Carlos y a la de políticos de turno que han ido modificando uno tras otro sus perfiles profesionales) pocas cosas hay más sencillas en este país que falsear tu CV o hacer un Máster. Sigue leyendo

«The Woman Who Left» (2016)

Lav Diaz, by wise_kwai

    He oído decir reiteradamente de Lav Diaz que es un magnífico director. Digo que lo he oído porque «The Woman Who Left» es el primer filme suyo que he tenido el placer de disfrutar y no va a tener uno la desfachatez de generalizar y ponerse a hacer un estudio de sus bondades con solo una muestra. 

    La verdad es que, las películas de Diaz, son sin duda de las que tiran para atrás: filipino, exponente del cine lento, fotografía en blanco y negro y de una duración que haría palidecer de insignificancia a «Lo que el viento se llevó». De hecho, «The Woman Who Left» (con la que rompí mi virginidad con el director), a pesar de sus 3 horas y 48 minutos de eslora, se encuentra de largo, entre las más cortas. Y gracias a la generosidad de Diaz al realizar un filme de menos de cinco o seis horas creo fehacientemente que ha conseguido un nuevo acólito.

    Aunque Diaz lleva rodando desde la década de los noventa del pasado siglo, su cine permanecía desconocido en occidente hasta 2013, cuando su película «Norte, The End of History» fue seleccionada para su proyección en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes. No pasó entonces a ser director de masas como es fácil de entender, si bien su obra comenzó a acumular galardones en diferentes festivales; el último el año pasado con la cinta que nos ocupa, que se alzó con el León de Oro en el festival de Venecia. Sigue leyendo

Bombas buenas

Famine in Yemen, by Pedro X. Molina

     Ya lo sabe hasta un ciego sordo y mudo (y no estoy remedando a Shakira): se trata de un «armamento de precisión que no produce efectos colaterales en el sentido de que da en el blanco que se quiere con una precisión extraordinaria»; lo dijo el ministro Borrell en referencia a las bombas láser que el Gobierno, en un encomiable ejercicio de responsabilidad con esta nuestra gran nación, finalmente ha decidido exportar a Arabia Saudí, monarquía absoluta teocrática (se rige por la Sharia y el Corán) que jamás ha tenido elecciones en toda su historia, que es considerado por varios estudios como uno de los países menos democráticos del mundo (sino el que más) y que actualmente lidera la coalición que bombardea por sistema Yemen, cuya guerra civil ha acabado, en los dos últimos años, con la vida de al menos 10.000 personas según las estadísticas más generosas (otros datos alcanzan la cifra de 50.000).

     No voy a ponerme a hablar de la pena que me dan quienes trabajan en los astilleros de Cádiz, como si nos viéramos constreñidos a sufrir mucho por unos padres de familia que, al fin y al cabo, han elegido un modo de vida, y nos tuvieran que importar bastante menos los cerca de 6.000 civiles que, sin comerlo ni beberlo, han sido asesinados en Yemen, el 60% de ellos gracias a los bombardeos selectivos y de precisión extraordinaria de la coalición árabe encabezada por Arabia Saudí. De lo peor del comentario de Borrell es que el tipo no es tonto (aunque finge bien) y conoce perfectamente la tragedia bélica y humanitaria que se está produciendo en Yemen, por lo que ha de saber que Arabia Saudí ha destruido hospitales, escuelas e infraestructuras civiles al considerarlos meros objetivos de guerra, y que lo ha hecho con esas mismas bombas láser tan metódicas y exquisitas de las que parece ahora sentirse tan orgulloso: porque con esos juguetitos, si lo que se quiere es reducir a cenizas una estación potabilizadora de agua, una zona residencial o una mezquita, ¡tate!, que no se te escapan. Sigue leyendo

Concierto PCA Barriada del Ángel

   

     14 de septiembre, Barriada del Ángel en Alcolea; a las 20:00 Acto Público del PCA. Lo anunciaba de antemano el calendario litúrgico: Día de la Exaltación de la Cruz, pero no me di por aludido, y eso que soy católico.

     La única vez que me reí a mandíbula batiente con todo lo referente al acto y al concierto fue días antes cuando mi compañero de banda (y camarada para los del Partido) me mandó por enlace de Google Maps (que no abrí, no fuera a darme una alergia) la dirección de la sede: calle Acera de la Iglesia. Pa’ que luego digan que los rojos sólo se dedicaban a quemarlas.

    Posiblemente hacía mucho tiempo que no ensayaba con tantas ganas solito en mi casa; interés de más en no equivocarme en las letras con esos temas que ni me sé ni seguramente llegaré a saberme nunca del todo (o al menos a lograr poner los acordes sin meter la gamba a la vez que me pongo a dar gritos). Jamás en la vida había cambiado los monitores por el pinganillo en las orejas y, en las pruebas, el efecto fue escalofriante, casi místico. Sigue leyendo