
El Mimo Vagabundo, por Diógenes 😉
13:00 de cualquier día laborable de la semana pasada en mi curro. Entrevista de trabajo para cubrir la plaza de terapeuta ocupacional cuando mi compañera y amiga se dé de baja en noviembre por maternidad.
Asistimos la persona entrevistada, mi compañera como terapeuta ocupacional y el menda como responsable de RR.HH. (sí, la directora de la residencia perdió el juicio no recuerdo bien qué día). Retiramos tres sillas y nos fabricamos con ellas una especie de triángulo equilátero. Presentaciones con sonrisas y alguna explicación más concreta por nuestra parte sobre el puesto de trabajo. Y nuestra primera intervención:
«Cuéntanos lo que quieras de ti».
Caras raras; ni largas ni molestas, pero raras.
«Pero…».
«Lo que te apetezca».
Obviamente, por estas cosas del capitalismo, del mercado de trabajo, de la eficiencia y de la productividad, en ese momento de duda metódica todo el mundo se pone a hablar de sus características personales: «soy alegre, entusiasta, abierta»… o de sus inquietudes y labores profesionales: «me gusta trabajar con mayores, soy muy responsable en mis tareas, me encanta hablar con ellos»…
Insistimos, con nuevas sonrisas, sin forzar: «¿quieres contarnos alguna cosa más?», y solo entonces alguna que otra persona se atreve a dar un pasito más: «me gusta el deporte, tengo un hijo, mi pareja vive en Valencia»…
No nos sorprende; no es costumbre permitirle al otro expresar cómo es en lugar de lo que es capaz de hacer. Lo importante es el éxito, las capacidades, las funciones que has desempeñado… A veces hemos terminado la entrevista después de una hora sin saber siquiera qué tareas específicas ha desempeñado la candidata en cuestión. De hecho, como todo el mundo sabe (gracias a la Universidad Rey Juan Carlos y a la de políticos de turno que han ido modificando uno tras otro sus perfiles profesionales) pocas cosas hay más sencillas en este país que falsear tu CV o hacer un Máster. Sigue leyendo