«A vos»

     Se siente uno feliz compartiendo momentos con las personas que quiere, y con aquellas de las que tiene un grato recuerdo y con las que no coincidía desde hacía lustros. Sin exagerar.

     Las dos cosas sucedieron simultáneamente el viernes, en Don Benito durante la presentación de las novelas «El compromiso» y «Asuntos pendientes», de mi querida amiga Mercedes Gallego. En primer lugar porque, una vez más, me pidió que amenizara el momento con dos temas, y en segundo porque me acompañó a los coros Amparo Galán, una de las personas con las que comencé a hacer mis primeros gorgoritos hace la friolera de 35 años más o menos.

     Gracias a las dos por el momento concreto y por la post celebración.

     Este soneto lo compuse atendiendo a la precisa frase de Jacinto Benavente acerca de que «el amor es como Don Quijote, cuando recupera la cordura es que está a punto de morir». La intención fue también musicalizarlo, y así fue, y así quedó.

A vos

Para vos, por vos y con vos acaso
osara empeñarme en ser escudero
pues sois singular, vos, el caballero
que entuertos deshace hasta el ocaso.

Tizona, adarga, cuartago a entrepaso,
no hiende la piel su grácil acero,
mas al infame en instante postrero
seduce sin mal de equívoco craso.

Molino no se halla que de gigante
venza con saña su ingente valor,
ni muerte invocada por nigromante

que extinga su vida digna de loor.
A mi señora, como un fiel amante,
entrego mi espíritu y mi labor.

Drapetomanía

     A mediados del siglo XIX, el médico Samuel A. Cartwright descubrió (nótense sendas cursivas) una enfermedad mental que sufrían los esclavos negros llamada drapetomanía. Consistía en que estos, a menos que fueran tratados como seres inferiores y sumisos por sus amos tal y como enseña la sagrada Biblia, manifestaban ansias de libertad y unos deseos irrefrenables de escapar. Obviamente, como todo buen doctor que se precie, aparte del diagnóstico y de sus características, Cartwright prescribió la prevención y el remedio: azotes y amputar los dedos gordos de los pies. Tampoco hay que escandalizarse mucho pues el susodicho individuo también describió la dysaesthesia aethiopica, otro trastorno mental que afectaba sobre todo a negros libres quienes, al no tener un hombre blanco que los encamine, se dejaban dominar por la pereza, la desidia y la insolencia.

     Las reacciones sociales y mediáticas al asesinato de Samuel, así como hacia el resto de agresiones homófobos de estos últimos días, incluida la del madrileño barrio de Malasaña, que acabó siendo una denuncia falsa, me ha remitido, tristemente, a esta asociación de ideas pues, da igual el año, la década o el siglo: quien cree una cosa fundamentada en un plano meramente ideológico, hará lo imposible para que la realidad concuerde con su idea preconcebida. No por nada el ser humano tiene la sana costumbre de relacionarse solo con congéneres que piensan como él, no vaya a ser que tenga que replantearse su escala de valores. Y eso da un trabajo que te pasas. Sigue leyendo

«Ilustres e ignoradas»

Es necesario

Es necesario
revertir el hechizo.

Ese,
que borra a las mujeres
de los libros de historia,
de las esferas de poder,
de las antologías.

Ese,
que las encierra
entre cuatro paredes,
con solo
colocarles un anillo.

–Guisela López–

Para descargar el PDF pinchar sobre la imagen de la portada o en los enlaces de la parte inferior.

Ilustres e ignoradas

Índice