Seguid.
Viendo aparecer mi rostro en las noticias.
A la hora del almuerzo.
Las manos a la cabeza y la cuchara a la boca.
Seguid.
Rezando por mí.
Con una de las cuentas de vuestro Rosario.
Rogando a Dios que se digne a hacer algo.
Uno de sus milagros.
Seguid afligidos. Seguid.
Seguid.
Escribiendo un blog.
Firmando solidaridad en Change.org.
En esa carpa bien dispuesta en mitad del bulevar.
Seguid.
Con vuestra cuota mensual a Greenpeace.
A Amnistía.
A Oxfam-Intermón.
Dando lo que os sobra.
Seguid.
Militando en vuestro colectivo de barrio.
Desgañitándoos en vuestras manifestaciones.
Seguid roncos. Seguid.
Seguid.
Cambiando mi mundo desde vuestro buró.
Desde vuestro despacho.
Sin cambiar nada del vuestro.
Seguid.
Lavando vuestra conciencia.
Seguid.
Ese agua pútrida que destila
seguirá cavando mi tumba en el Mediterráneo.
Y congelará mi esperanza en vuestras fronteras.
E inundará de injusticia mis calles en Siria.
Seguid, hermanos, seguid.
Como si la tierra fuera vuestra
y yo
una mala hierba que os molesta.