Inocente inocente

     En una semana en la que no eran pocas las personas que la comenzaban bien ofendiditas al descubrir que en EE.UU. Antonio Banderas era calificado por algunos medios del país como actor de color (algún color sí que tiene, supongo que el sol de las playas normandas algo tendrá que ver), no esperaba yo terminarla de una manera tan ejemplarizante para nuestro habitual ombliguismo y etnocentrismo occidental. Tenemos tan claro que somos blancos, o al menos con más derechos y privilegios que estos pobrecitos que vienen de cualquier otro lado de la valla, que eso de sentirnos de repente de otra categoría (por más estadounidenses que sean quienes lo digan y sus premios parezcan lo más glorioso del planeta) nos toca mucho los huevos. Como si no existieran ya desde hace años los Grammy Latinos y los Emmy HispanicTime, no vaya esta peña de un color distinto al blanco a creerse en igualdad de condiciones de competir.

     Pero nos queda la infancia, esa que mira las cosas con otra perspectiva, más en base a los sentimientos y a las relaciones que a los condicionamientos sociales. Paula es una niña de cinco años que tiene un tío postizo llamado Kaleab. Es postizo no por restarle valor, sino porque no es carnal. Kaleab, que ya está en la Universidad, llegó a España procedente de Etiopía más o menos a la edad que tiene Paula, porque tenía un tumor ocular y una asociación consiguió su traslado para que fuese operado en nuestro país; la mamá y los abuelos de Paula lo acogieron en su casa, a él y a su padre, cuando salió del hospital y los trataron como a su propia familia. Para Paula, Kalache es su tito, sin más, porque lo ha tratado desde que vio la luz y cada vez le ha cogido más cariño.

     El caso es que, justo esta semana de ofendiditos, Paula llegó a casa del colegio y, vete tú a saber a cuento de qué o qué estuvieron tratando en su clase, le hizo a su madre la pregunta del millón, y con una extrañeza tal en su rostro inocente que mostraba bien a las claras que lo veía ridículo:

     –Mamá, ¿el tío Kaleab es negro?

     En fin. Ahí lo dejo, que me da la risa.

«Malahierba» (Almargen)

     Ayer fue el estreno mundial (en cuanto es a través de una plataforma de vídeo ya es interplanetario) del videoclip «Malahierba» de los compas de Almargen; un grupo de rock de garaje, como les gusta llamarse, que llevan años dándole a la guitarra y a las conciencias, pero no tienen un buen padrino.

     Gracias a un concepto erróneo de mi persona, siempre me piden que les componga alguna letrica cada vez que van a publicar un álbum, y en el último le toca el turno al tema que nos ocupa: «Malahierba», sobre la magnífica acogida y mayor preocupación del público occidental ante el drama de las personas refugiadas.

     No contentos con tamaño despropósito al pedirme que les escribiera una canción para uno de los temas, encima tuvieron la idea descabellada de proponerme que participara en el rodaje del videoclip, como si mis dotes de actor hubieran figurado alguna vez en alguna parte.

     Me lo pasé como un nene chico. Eso sí, cuatro horas de metraje para tres minutos de imágenes. El tipo que nos grabó y realizó el montaje se merece un Goya.    

     Para mayor calidad de imagen puedes pinchar aquí.

 

Especie invasora

Slaves ruvuma (1866), autor desconocido

     Leía la semana pasada, con cierta incredulidad, una noticia sobre la reclamación de Ecologistas en Acción al gobierno de Pedro Sánchez a fin de que el Ministerio para la Transición Ecológica iniciara los trámites pertinentes para la protección efectiva de las diferentes poblaciones de lobo ibérico, tal y como se aprobó en Proposición no de Ley en mayo de 2017, incluido el apoyo del Psoe, entonces en la oposición. En un primer momento de irreflexión se me ocurrió pensar lo que me resultaba más obvio y menos peregrino: «si no protegen a las personas más débiles», pensando de manera particular en las migrantes, «¿van a proteger a un lobo?».

     No tardé mucho en darme cuenta de mi falta de conocimiento y de mi error de bulto. Claro que protegemos a los animales, de hecho, el 1 de febrero de 2018 (eso sí, con un retraso de apenas 30 años desde su aprobación a nivel europeo en 1987) entró en vigor en España el Convenio Europeo sobre protección de animales de compañía y, en nuestro sórdido país, hay tantas leyes de protección animal como Comunidades Autónomas. En Andalucía, concretamente, la legislación específica se remonta a noviembre de 2003. Para no entrar en bucle, pues es un tema trasversal y no central en mi exposición, daremos solo unos pequeños apuntes debido a una serie de incongruencias y imprecisiones acerca de aquellos animales que deben de ser respetados y cuales no, pues entramos de pleno en el terreno de la subjetividad y de la especulación: «Se consideran animales de compañía todos aquellos albergados por los seres humanos, generalmente en su hogar, principalmente destinados a la compañía, sin que el ánimo de lucro sea elemento esencial que determine su tenencia», «se entenderá por animal de compañía todo aquel que sea tenido o esté destinado a ser tenido por el hombre, en particular en su propia vivienda, para que le sirva de esparcimiento y le haga compañía», rezan, respectivamente los artículos uno de la Ley andaluza y del Convenio europeo respectivamente. Es decir, que si tienes un cerdo en tu casa para que te haga compañía (sea o no un cerdo vietnamita), o un pollo, o una ovejita lucera tienes que tratarlo con mimo; ahora, si el cerdo, el pollo o la oveja es para que te lo comas lo mismo te ponen una denuncia si te lías a darle de hostias, pero si lo matas y te lo zampas la cosa cambia, porque es un dolor o sufrimiento necesario, según se debe desprender al artículo 3 de la normativa europea, por poner un poner. Todo el mundo sabe que es necesario comer carne, aunque el menda, por ejemplo, lleve más de 25 años sin pegarle un bocao a un filete o cosa similar. Por eso será que se me ocurren estas sandeces. Huelga decir que la tauromaquia, al igual que los animales de renta o la caza, están excluidas de cualquier tipo de protección y que aquello de cortarle el rabo y las orejas a un perrito está fatal y penado en Andalucía con hasta 2.000 € de multa, pero si se trata de un toro de lidia (a menos que lo tengas debajo del sofá haciéndole caricias) te vas de rositas y hasta con una pañolada si ha sido buena la faena. Tampoco tengo muy claro el tema de las moscas, los mosquitos y las arañas domésticas; viven en el hogar, en compañía de los seres humanos, pero puede ser que, al resultar algo molestos y desagradables se les pueda aplastar contra las losetas sin que por ello sufras consecuencia alguna. A pesar de que mi gato Igor, a las 5:15 de la madrugada, cuando me maúlla en la oreja pidiendo comida, resulte claramente más molesto que una mosca, un mosquito, una araña y hasta una serpiente de cascabel. Continue reading