43 almas

     43 almas. Puede que más, pero como es Nueva Delhi y no las Ramblas o París, más de 24 horas después aún no sabemos si hay más. Las noticias vuelan menos cuanto más alejadas están de nuestros intereses.

     43 almas. Porque almas son. 43 almas asfixiadas en una fábrica clandestina, sellada a cal y canto desde dentro. Aún no sabemos qué fabricaban, qué exportaban, qué nos vendían. Lo mismo ni llegamos a saberlo, ni qué empresas occidentales alimentaban el fuego con subcontratas, porque esas 43 almas, aparte de lejanas, tenían rostros aceitunados y ojos ligeramente oblicuos.

     43 almas. Y es probable que esta tarde, a la hora de las noticias, balanceemos la cabeza a izquierda y derecha mientras nos mordemos a medias nuestro labio inferior. Por la terrible tragedia de estos países indecentes sin las más mínimas medidas de seguridad en el trabajo. Y pudiera ser que, en un majestuoso ejercicio de equilibrismo, el día aquel en el que hagan referencia directa a empresas textiles en las que nos gastamos los cuartos y que fabricaban allí, en Nueva Delhi, igual que sucediera con el Rana Plaza de Bangladesh, tiremos de oficio y acudamos al cajón de-sastre de las excusas.

  • Al menos tenían algo para trabajar, sino estarían mucho peor.

  • ¿Y qué haces? Si todo el mundo fabrica igual.

  • Tenemos que consumir, que es la única forma de salir de la crisis.

  • Amancio Ortega ha donado dinero para el cáncer.

     Y dará igual que todas estas premisas sean inexactas o directamente falsas. Al fin y al cabo, ha sido mala suerte que esta desgracia suceda tan cerca de las fiestas, así que tendremos que hacer de tripas corazón. Sigue leyendo

Contra la precariedad laboral

    Es una pena que la señora Díaz Ayuso (que, Dios lo remedie, puede que sea la presidenta de la Comunidad de Madrid cuando se publique esta entrada) no haya sido explotada laboralmente. No lo digo con ánimo de ofender, lo considero más bien una oportunidad de proporciones místicas para su persona. Haber estado alguna vez en su vida en un trabajo de mierda hubiera conseguido, no que se pusiera a sí misma un punto en la boca en lugar de decir sandeces (que lo malo no es decir una sandez, lo peor es insistir que la sandez ha estado muy bien dicha), sino que dicha sandez ni la hubiera pensado.

     Es una pena que la señora Díaz Ayuso no haya tenido nunca que recoger naranjas en Palma de Río sin saber el fin de su jornada para ganar tan poco que casi le mereciera la pena tirar las naranjas en lugar de venderlas; es una verdadera lástima que Díaz Ayuso no haya ejercido de kelly, estando obligada a emplear determinados minutos para limpiar cada habitación si no quiere que la echen con cajas destempladas, y me produce una agria sensación que tenga de lujo el túnel carpiano y no se vea en la necesidad de seguir currando hasta que se le revienten las muñecas; es una absoluta injusticia que con 40 años la vida de Díaz Ayuso esté prácticamente resuelta y no se contemple a sí misma en la cola del paro o echando CV de empresa en empresa recibiendo aquella cálida respuesta de «es que con su edad…»; es de una tristeza infinita que, con su carrera de Ciencias de la Información bajo el brazo, la señora Díaz Ayuso no haya tenido que ejercer nunca de freelance, cobrando a céntimos por palabra, o ser joven emprendedora, que llama eufemísticamente su partido, y dejar su país porque no hay donde rascar. Es una pena, sí.

     Menos mal que hay otro tipo de personas que ha sufrido en sus carnes la desgracia e indignidad del precariado y del trabajo basura y ve burradas donde hay, evidentemente, burradas sin tener que hilar muy fino. Entre esas personas están las compas de la HOAC, que hace unos días organizaron un desfile contra la Precariedad, divertido y terrible a la vez, con el que colaboró el que suscribe pegando gritos supuestamente entonados.

     La Díaz Ayuso, viendo desfilar a tantas personas que lo pasan canutas en o sin un puesto de trabajo, lo mismo hasta hubiera sentido envidia de esos trabajos de mierda. Pues que se lo cambie a cualquiera.

Dejar de ser

Happy New Year 2019, by Marian Kamensky

Propósitos para el año nuevo:

 

  • Dejar de fumar

  • Apuntarme al gimnasio

  • Empezar una colección

  • Hacer dieta

  • Ser mejor persona

      No sé bien en qué consiste eso de ser mejor persona. Se lo oigo decir a mucha gente y por norma general se refieren a no enfadarse tanto con los hijos, o con el marido, o con la suegra; o a no tener tan mal genio en el trabajo, o cuando te llevan la contraria; o a ceder un poquito en la toma de decisiones, y ser más flexible.

      Yo pienso que mejor sería quizá tratar de dejar de ser mala persona, que se le parece, pero no es lo mismo, y aprender a separar el grano de la paja y a distribuir equitativamente las responsabilidades; es como lo que antiguamente se llamaban pecados de omisión, a los que no echaba cuentas ni el tato porque mientras no haga de manera directa nada malo… A saber: no robo, no mato, ni me acuesto con mujeres impuras, luego, soy la leche.

      Propósitos para el año nuevo:

  • No repetir el mantra de que los inmigrantes vienen a quitarnos el curro y que no puede haber papeles para todos, como si tuvieran menos derechos que yo o fueran personas de segunda.

    En caso de cagarla y repetir el mantra, echarle un ojo a mi móvil con coltán del Congo que ha provocado una guerra civil promovida por transnacionales de Occidente que ocasionó en seis años la friolera de casi cuatro millones de muertes; a mi ropa de Inditex y mis zapatillas Adidas, made in Bangladesh o Vietnam, productos del trabajo esclavo, incluidos niños y niñas; a mi cafelito de por las mañanas o media tarde, procedente de la explotación intensiva de tierras y de la expulsión del campesinado en el África Subsahariana o en América latina; o a mi cuenta bancaria, en la Caixa, BBVA, el Santander… que invierten mi dinero en empresas de armamento que luego exportan a esos países de los que me da tanto coraje que la gente venga. Todo por un bien, ¿eh?, no vaya a resultar que sus recursos sí que puedan entrar libremente sin muros ni gaitas, pero ellos, no.

  • No tratar a los pobres como si fueran apestados sociales que no quieren trabajar y que viven del cuento y de las ayudas sociales.

    En caso de cagarla igualmente y tratarlos así, echarle un ojo al sueldo de tu jefe, ese que no te da vacaciones ni asuntos propios, que te mangonea tus derechos laborales y que te hace trabajar horas extras gratis porque a final de mes no puede ganar menos de 4.000 euros limpios; o al presupuesto en Defensa (no sé de quién leñes nos tenemos que defender), que él solito daría para aumentar la inversión en educación, sanidad y hasta para una renta básica universal a toda la ciudadanía; o a los sindicatos mayoritarios, esos que pactaron el despido a 22 días por año trabajado y los contratos en prácticas. No vaya a resultar también que te creas que la culpa de tus condiciones laborales y de tu sueldo de mierda la tienen los pobres.

     Feliz 2019, que se dice, para los inmigrantes, para los excluidos, para las malas personas como yo que tratan de serlo menos.