Vigilia por Palestina libre

No sé si por que me conocen, porque no me conocen o porque no tenían a nadie más, me invitaron a tocar unos temas en la última vigilia de este martes por el genocidio del estado de Israel contra el pueblo palestino. Sea como fuere, fue un placer compartir ese momento y aprender, otra vez, que hay peña que se lo sigue currando porque no se cansa de manifestarse o concentrarse cada semana. Sin aburrirse.

Violencia-Noviolencia: a guisa de introducción

    El 30 de enero se celebra cada año el Día Escolar de la Paz y la Noviolencia. Curiosamente (o no), la incidencia sobre el primer concepto de la ecuación, pero no sobre el segundo, hizo plantearme que algo tendría que hacer para que, en lugar de hablar en este día solo de llevarse bien y de lo malas que son las guerras (y no todas, claro), pudiéramos reflexionar un poco sobre por qué a casi nadie le interesa demasiado hablar de noviolencia y sí de soltar palomas con mensajitos.

    Aunque el vídeo tendría que ser breve para que a cualquier persona no le costase mantener la atención, incluidas las residentes del centro sociosanitario en el que curro, y dejaba sueltos algunos cabos, la idea era, sencillamente, generar debate. 4:30 minutos de imágenes y palabras que, espero, sirvan de somera introducción.

     Feliz lucha.

Nada de carne

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Oh Syria! by A7md3mad

    Los datos son imposibles de contrastar, y apuntan a que sean más las cifras, pero según la ONU el 2016 ha batido un nuevo récord respecto a muertes de seres humanos en las aguas del Mediterráneo, la tumba de Europa. Más de cinco mil personas. Cinco mil. Se dice pronto, pero es una absoluta burrada. Una vergüenza si tuviéramos.

    En idéntico número de meses, los atentados de grupos fundamentalistas de ISIS en occidente han acabado con la vida de menos de doscientas personas. Si no he contado mal un total de ciento noventa y dos. Pero todos somos Bruselas, y Niza, y Berlín. La mar de solidarios. Escuché a un articulista decir que era normal por el tema de la cercanía, de las cosas que nos unen, y que no habría que rasgarse las vestiduras por ello. Yo me las rasgo cada vez que veo una de esas putas cadenas de todos somos. A mí, particularmente, me pilla bastante más cerca el Mare Nostrum que Alemania o Países Bajos. Y me siento más identificado con la cultura árabe y su influencia en Andalucía que con el Oktoberfest o el Parlamento Europeo.

    Con números: 5.000 frente a 192. El problema con la empatía es otro, y ni tiene que ver con la cercanía o con que en los países árabes están tan acostumbrados a pasarlo mal que la muerte les importa una mierda. Se llama ceguera acomodaticia aguda unida a lobotomía televisiva crónica.

    El otro día estaba comiendo en un chino. Unos rollitos de primavera. Una vez abiertos por la mitad para ponerles por encima la consabida salsa agridulce dijo mi acompañante:

    – ¡No tienen nada de carne!

    Para el 85% de la población de este occidente consumista que nos hemos montado, la frase es una evidente crítica a rellenar los susodichos sólo con col china y zanahorias. Un ahorro de pasta en cientos de rollitos diarios. Pero es que mi acompañante y yo somos vegetarianos, por lo que la traducción es bien distinta en el contexto:

    – ¡Qué bien que no tienen carne! No tenemos que pasarnos tres minutos expurgando la comida. Sigue leyendo

«He visto ballenas» (2014)

hevistoballenas    ¿Qué es más fácil pedir perdón o perdonar? Habrá siempre algún listo o lista que diga que ninguna de las dos cosas, pero yo no conozco a nadie que le haga cosquillas ninguna de las dos causas. Ese es el mérito del perdón, que cuesta, y en ello estriba su valor.

    ¿Qué cuesta más? Se puede decir que depende, pero las dos actitudes están demasiado ligadas al orgullo y a la capacidad de comprensión que difícil es separarlas como si se pudiera cojear mucho más de una que de otra o fuera posible ser notoriamente más dado a la exculpación que a la súplica.

    De estas menudencias, leves como un puñetazo en las costillas sea éste o no a destiempo, nos habla Isusi en “He visto ballenas”. Y lo hace la mar de bien. Seguro que el autor ha sido consciente en su vida de lo que nos cuesta decirle hasta a la pareja, al amigo, a la madre, al compi de curro que algo lo has hecho mal sin justificarnos. Aunque sólo hayan sido aquellas fotocopias que le hacían falta o que por la mañana afirmaste una sandez con toda rotundidad y ha resultado ser una metedura de pata. Lo normal es que hagamos como si todo fuera igual, como que sabemos que nos queremos, o nos perdonamos y ya está. A otra cosa mariposa.

    Si hasta esto cuesta un esfuerzo ínclito, el que hayas asesinado a alguien y darte cuenta con el tiempo de que es una cagada muy gorda debe de ser lo más terrible del mundo. Como para que alguien encima se atreva a juzgar tu arrepentimiento.

    Y el pedir perdón, el perdonar a las personas que nos rodean, tiene además mucho que ver con eso de perdonarse a uno mismo, con lo jodido que es, porque a nosotros mismos somos a quienes nos vemos obligados a aguantar a diario, cada segundo. Y lidiar con la propia conciencia puede ser una mierda bien gorda si nadie te echa un cable para limpiarla desde el fondo. Cuando descubres que tu perspectiva no es la de otros y no todo el mundo tiene que haber visto ballenas. Sigue leyendo