Cosas que de verdad importan

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Oppression, by Matteo Bertelli

     Lo mismo me salgo un poco del parchís, pero no, no voy a hablar de la DUI, del Estatut ni del 155. El caso es que de todo lo que está pasando en el Reino de España en estas últimas semanas, lo único que me preocupa de veras es que un gobierno y el mayor partido de la oposición opinen que, en un país democrático, no había otra forma mejor de hacer las cosas. Y me dan pena los separatismos, las independencias, las fronteras… ¡Como si no tuviéramos ya bastantes! Porque del mismo modo que no quiero que levantemos muros y alambradas para impedir que se entre sin papeles (aunque sí con corazón) a esta tierra de supuestas oportunidades, me disgusta mucho que en lugar de tratar de entendernos, nos pongamos a darnos codazos en la boca. O a ir a un concurso para decidir quién los tiene más gordos.

      Así que, como las partes nobles de determinadas personas me despiertan nulo interés, sin dedicarme a hacer un listado, sólo comparto un botón de muestra de aquello por lo que creo que merece la pena dar mucho por culo.

     Plácida tiene más de ochenta años. Va siempre tan bien arreglada y tiene un cuerpo tan tipo bolo que parece una matroska. Camisa y falda de colores fuertes y maquillaje en tonos rosas y azules. Se desplaza con la mera ayuda de un bastón de los de toda la vida. Marrón, de puño estirado. El viernes pasado me preguntó que qué tal iba lo de la solicitud de Dependencia. Ante estas preguntas que son casi capciosas sin pretenderlo no sabe uno muy bien a qué atenerse.

      Resulta que no le importa demasiado a la administración que Plácida no tenga familia de primer grado, que viviera sola o que tenga una pensión que no llega ni a los 700 euros. Su situación no es prioritaria, claro, porque hay gente peor; a la que tampoco se atiende en sus plazos, como demuestra el hecho de que una persona dependiente puede esperar unos tres meses para que se dignen en ir a valorarla y asignarle grado, otro mes y pico para que le manden la carta (retenida para retrasar los plazos), otros dos meses más para que se le asigne recurso (si lo merece) y uno y medio más si hay suerte para que, al final, pueda beneficiarse del mismo. Pero podemos resumir en un momento lo que es probable que le suceda a Plácida, mujer sin familia directa, sin necesidad de ayuda para realizar las actividades básicas de la vida diaria y que ocupa plaza privada en una residencia de mayores al módico precio de más de 1.400 euros porque le da miedo quedarse sola en casa.

  • Tramitada ya la dependencia irán a valorarla a la residencia.
  • No le asignarán grado, al poder vivir sola supuestamente, o como mucho Grado 1, pero es poco probable en virtud de los baremos actuales de la Junta.
  • No podrá acceder a ningún recurso, excepto el jodido botón rojo de emergencias por si se rompe la crisma en caso de vivir en su domicilio.
  • Se le acabará el dinero ahorrado en año y medio.
  • Tendrá que dejar la residencia porque no puede pagarla ni la administración le va a asignar una plaza pública.
  • Si por entonces no tiene vivienda propia, se verá tirada en la calle a menos que algún sobrino o sobrina de buena voluntad (aunque sólo una va a verla a la residencia alguna vez) la acoja en su casa.
  • O si la tuviera, se quedaría sola en el domicilio hasta que ya no pueda andar, ni cocinar, tenga Alzheimer o algún vecino tenga que llamar a la policía porque huele a perro muerto en la casa de al lado.

      Entonces su situación sería prioritaria. ¡Qué bien! Sigue leyendo

Botón taumatúrgico

     Los ojos se me salían de las órbitas, las pupilas de las cuencas. Hasta las órbitas de las propias órbitas. Lo que es capaz de hacer una tabla de estadísticas. Milagros que ya quisiera el mayor taumaturgo de toda la historia de la humanidad. San Gregorio era un manteca al lado del Sistema para la Atención y la Ayuda a la Dependencia (SAAD).

    La reunión traba de acercarnos a la realidad de las personas mayores en Andalucía, y los datos que figuraban en la presentación eran del último informe de CC.OO sobre la situación de este colectivo en España, pero extraídos del sistema de información del SAAD.

     Era una cosa tal que así. Con esa curvita tan maja que parece que se sale del panel de su elevación progresiva a cotas infinitas.

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     Y el menda, que trabaja en temas de Dependencia desde hace la pila de años no sale de su asombro y comenta. Como no se puede callar ni debajo del agua.

     – Eso es imposible. No se está atendiendo cada vez a más gente.

     Claro, es que hay trampa, y más de una, aparte de que no hablamos de porcentajes de atención respecto a las solicitudes. Pero esas cosas no se dicen. Sigue leyendo

Ternura

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Military Baby by mrsbananaboat

    Paco tiene cerca de setenta y cinco años. Era militar. A comandante llegó. No me caen bien los militares, todo sea dicho. No creo yo que pueda construirse un mundo más justo y más solidario a base de tiros y de invadir países, por más que quieran vendernos el asunto como ayuda humanitaria y de defensa de la democracia. Cada vez que veo a un tipo vestido de uniforme, con el casco, el fusil G36 colgado del hombro y un par de granadas en la cintura lo primero que se me viene a la mente es la humanidad y la democracia.

     Paco me cae bien. Desde que llegó a la residencia de mayores tras su paso por el hospital, aquejado de un ictus que apenas le dejaba moverse y que le había provocado, según decían los expertos, una especie de demencia vascular. Mirada cristalina, silla de ruedas y apenas podía comunicarse. Te miraba, se sonreía. Poco más.

     Lo pusimos en la habitación con otro recién llegado, Pascual, con demencia senil y cuya única preocupación durante sus primeros tres días en el centro era escaparse para irse a su casa y darle de tortas a quien tratara de impedírselo. Al poco tiempo se adaptó, hasta mostraba una sonrisa pícara cuando charlabas con él o cuando le tocaba el trasero a alguna de las auxiliares mientras le bañaba. En cierta medida da igual que ahora fuera más feliz, porque se debía en parte a que no aspiraba a ser libre.

     Ambos se tiraron un par de semanas levantándose a todas horas, interrumpiéndose mutuamente el descanso nocturno, orinándose por las esquinas de la habitación, bien porque no llegaban al baño bien porque pensaban que ese era el baño. Igual da. En varias ocasiones, cuando las auxiliares pasaban a hacer la ronda de noche por las habitaciones se encontraban a Paco tumbado en la cama de su compañero. A su ladito. Por despiste, decíamos. Sigue leyendo

¡¡FELIZ LUCHA!!

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«No podría mirar a mis hijos a los ojos y decirles que ellos viven así, porque yo no me animé a luchar.»

     Puede que no sea ésta la felicitación más apropiada para el año nuevo, pero confío en que sí. Al menos es lo que pretendo.

     Tengo que decir que no acabó muy bien este 2016. El 25 de diciembre falleció de forma inesperada una de las personas mayores de mi curro. Mercedes. Un encanto de señora, que siempre me recibía con una sonrisa en el hall de entrada y me despedía con otra en el mismo lugar. Desde su silla de ruedas.

     En la madrugada de ayer, 30 de diciembre, a la hermana muerte le dio otra vez por hacer de las suyas. Una amiga de Mercedes, Manolita, que solía estar a su lado en la entrada, también murió cogiéndonos a todos por sorpresa.

     Ochenta y cuatro y noventa y seis años tenían respectivamente.

     Ya entrada la mañana me llama por teléfono una compañera del equipo. Una auxiliar de geriatría. Me dice que había ido a hacerse unas pruebas, porque tenía dolor en el cuello, en la espalda… algo tan común en este gremio que nunca le echan cuentas. Le acababa de decir el especialista que tenía una artería a punto de estallarle y que no podía seguir trabajando porque su vida corría serio riesgo. Lleva trabajando de auxiliar desde jovencilla. Se puso a llorar. Sigue leyendo