Con lo majo que soy

    Alguna que otra vez, dentro de estas sencillas páginas, me he visto en la obligación moral de recordar la célebre frase de Jean Paul Sartre: «el infierno son los otros». Más allá de la clara referencia a la bondad intrínseca a uno mismo y que no es compartida en absoluto por el resto de los mortales, pues actúan de la a a la z como pecadores irredentos, el aforismo del filósofo francés nos enfrenta con nuestro paraíso autocreado en el que vivimos rodeadas de gloria infinita (porque somos muy majas), henchidas de una libertad y una felicidad del todo falsas o, al menos, severamente impostadas, hasta que a alguien le da por tocarnos las pelotas y lanzarnos al abismo.

    Como no soy filósofo, ni es esa mi pretensión, y dicen que una imagen vale más que mil palabras, tras algunos sucesos un tanto infernales producidos a mi alrededor en estos últimos días, me ha dado por recordar aquella acertada viñeta de humor que hace varios años apareciera en eldiario.es de la mano de Manel Fontdevila y que, en cierta medida, demuestra nuestra sorprendente capacidad para permanecer (o vernos) impolutas en medio de cualquier situación.

    Obviamente, en medio de un conflicto suelen existir sendos paraísos independientes que serán transformados en sendos infiernos de lo más ingratos por cada una de las personas implicadas. Si le pregunto a la otra parte, el infierno seré, sin duda, yo, pero cuando uno de los dos paraísos es colectivo y el otro es individual, el individual suele estar rayano al egoísmo. Puede que un egoísmo involuntario, o regido por un sentimiento de cercanía, proximidad o necesidad personal, pero egoísmo al fin y al cabo. Continue reading

Apestadas

Infolibre, medio del que soy socio, ha publicado el artículo en su sección de librepensadores.

 

    La felicidad no nos transforma siempre en seres generosos; antes bien, debido a esa capacidad humana, bastante generalizada, de lograr ser feliz solo en virtud de pequeñas cosas («un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…», que diría Groucho), una vez conseguido el objetivo, que al resto lo zurzan.

    Los ejemplos paradigmáticos son la pandemia y la desescalada. Somos personas tan entusiasmadas por lo que, al fin, vamos a poder hacer en cada fase, que olvidamos por arte de magia lo que mucha gente va a seguir sin poder hacer. Además, no debido a limitaciones individuales, sino porque los partidos políticos han podido prever cómo y cuándo abrir bares, restaurantes, hoteles, librerías, peluquerías, talleres («es el mercado, amigo»), pero a día de hoy no hay establecido el más mínimo protocolo de desescalada para las residencias de mayores. Se dice pronto, pero parece ser que los únicos miembros de la comunidad que no disponen de los mismos derechos constitucionales que el resto son las personas mayores que viven en centros sociosanitarios. Da igual que no tengan síntomas e incluso que les hayan realizado el PCR con resultado negativo. Simple y llanamente tienen prohibido salir. Textualmente. En cambio, mi vecina de al lado, una señora de edad provecta, de la que nadie sabe a ciencia cierta si tiene el virus, lo ha pasado o es portadora, abandona el domicilio unas cinco o seis veces diarias por motivos escasamente esenciales desde que comenzó el confinamiento; otras, también mayores de setenta, desde el día cero, han podido salir a comprar, a ir al médico, a sacar al perro, a tirar la basura, a comprarse una webcam o un móvil (las tecnologías todo el mundo sabe que son prioritarias). En sucesivas fases han comenzado a pasear (sin perro), a hacer deporte (sin perro) e ir a la peluquería (sin perro, una vez más), y en menos de una semana podrán desplazarse a segundas residencias o incluso reunirse con familiares y amistades porque, a ver quién decide qué edad es la justa y necesaria para que seas considerada persona de riesgo.

    Mientras tanto, las cuarenta y una personas que tienen como único hogar la residencia de mayores en la que ejerzo funciones de trabajador social y de Responsable de Recursos Humanos llevan prácticamente dos meses sin poder sacar ni la uña del pie gordo del pie a la puerta de salida. Muchas de ellas afectadas por la enfermedad de Alzheimer u otras demencias. Muchas de ellas acostumbradas a pasear por la calle, como mínimo, dos veces al día (o cuando les diera la gana si son autónomas). Muchas de ellas acostumbradas a recibir constante afecto (abrazos, besos y contacto físico) del personal sanitario y del equipo técnico. Continue reading

Entrevista Radio Cuarentena

     Como hay tiempo hasta de aburrirse, comparto la entrevista, casi más charla, que mantuve ayer con David Prados en Radio Cuarentena, un espacio donde personas normalitas iguales que yo compartimos cómo estamos viviendo esta cuarentena desde los espacios en los que nos movemos. En mi caso mi curro en la resi de mayores, el Mercao Social La Tejedora y Cáritas Parroquial.

     Son los primeros 25 minutos.

Escucha»Radio Cuarentena – Domingo 5 de abril de 2020″ en Spreaker.