«Parentesco» (1979)

    En 1960, cuando Octavia E. Butler tenía 13 años y soñaba con ver publicados sus relatos en las grandes revistas de ciencia ficción de la época, su tía, quizá con la buena voluntad de quien te quiere y no desea que te estrelles frontalmente, y demasiado pronto, con la realidad, le dijo «nena, los negros no pueden ser escritores». Eran los años 60 del pasado siglo; técnicamente podría incluso haberle dicho que los negros no podían ser personas con derechos.

    En uno de sus relatos, la conocida como la gran dama de la ciencia ficción, recordaba que justo a esa edad de 13 años pensaba que no había leído ni una sola línea escrita por una persona negra. Pero se empeñó, y en un mundo y un género dominado por blancos, se hizo un hueco gigantesco, aunque, tristemente, siga siendo una absoluta desconocida entre quienes se consideran fanáticas de la Ci-Fi.

    «Parentesco» resume en parte toda la temática sobre la raza, la sexualidad, la violencia y la diferencia, tal y como ella la percibía en su entorno. El argumento es simple: una mujer negra que vive en California a mediados de la década de los 70, es transportada en varias ocasiones y durante distintos lapsos de tiempo, por circunstancias que se irán dando a conocer a lo largo de la trama, a una plantación de personas esclavas en los años de la Guerra de Secesión de Estados Unidos donde conoce su desagradable historia familiar y a algunos de sus antepasados. Sigue leyendo

Equidistantes

     Hace un par de semanas tuve el placer de ver la miniserie de televisión «Así nos ven» (2019); iba a usar el término disfrutar, pero seguramente no es el más oportuno. Cuatro episodios de algo más de una hora de duración, con guion y dirección de la realizadora y actriz afroamericana Ava DuVernay. La idea no es hablar de los logros y aciertos de la serie en cuestión, aunque bien merecería una entrada en un blog de contenido social (no caigo ahora en ninguno), sino compartir que, a raíz de una crítica realizada por un usuario de una conocida web de cine, me entraron ganas de romper de inmediato mi voto de no escribir durante el mes de agosto.

     Corto y pego:

«La serie me deja sensaciones encontradas, está el hecho de lo necesario de la denuncia de una justicia torticera, se guía más por la urgencia y el color de la piel, que de buscar la verdad, expuesto en su primer y segundo episodio, con crudeza, dureza, pero también cayendo en lo simplista, los buenos son muy buenos y los malos son peores, sin aristas, resta credibilidad (…)».

      Y ahora es cuando voy y explico de qué leches va la historia, basada de verdad de la buena en hechos realísimos.

     La tarde del 19 de abril de 1989, un grupo de aproximadamente 30 jóvenes afroamericanos y latinos entraron al Central Park, para cometer actos de vandalismo, algo habitual en aquellos años. Al mismo tiempo, Meili corría cerca de allí cuando fue derribada y arrastrada 90 metros. Luego fue violada múltiples veces y golpeada brutalmente. Su agresor la dejó allí, cubierta de sangre, desnuda y casi muerta. Cuando despertó tras permanecer en coma durante 12 días, no recordaba nada del feroz ataque.

      La Policía de Nueva York actuó de inmediato y asumió que los adolescentes detenidos por los estragos en el emblemático parque de Nueva York también fueron responsables de la violación e intento de homicidio de Meili. En ese grupo se encontraban Antron McCray, Yusef Salaam, Korey Wise, Raymond Santana y Kevin Richardson de entre 14 y 16 años. Inicialmente, iban a ser acusados de disturbios, pero la jefa de la unidad de delitos sexuales de la fiscalía de Manhattan, Linda Fairstein, determinó sin pruebas y con la necesidad del cerrar el caso que ellos eran responsables de la violación y construyeron el caso alrededor de la culpabilidad de los cinco menores. Fueron interrogados durante horas y horas por los agentes, sin presencia de abogados ni de sus tutores legales, hasta que «confesaron» haber participado en la violación. A pesar de que en el juicio declararon que habían sido forzados a mentir, no les creyeron. Tampoco tuvieron en cuenta un informe del FBI que decía que las pruebas de ADN sobre el cuerpo de Meili y un calcetín con el semen del agresor no coincidían con los registros de los sospechosos. Todos pasaron entre seis y trece años en prisión.

      En 2001 un violador en serie llamado Matías Reyes, que estaba encarcelado en el mismo centro que Korey Wise, confesó que él había agredido a Trisha Meili y la había dado por muerta. Su ADN coincidía en más del 99% con el hallado sobre el cuerpo de Meili y en el calcetín encontrado en la escena del crimen. Sigue leyendo