«De amor, mitos y otros infortunios», libro de poesía

Siento comunicaros que la Asociación «Torre Isunza» para la Defensa del Patrimonio Histórico y Cultural de Don Benito, como si no tuviera otra cosa que hacer y no hubiera habido advertencias, decidió hace un par de meses publicar algunos de mis poemas bajo el título genérico, propuesto por el que suscribe, de «De amor, mitos y otros infortunios». El jueves se cumplió la negra profecía y ya ha visto la luz.

Aparte de estar eternamente agradecido (que diría Rosendo) a dicha asociación por confiar en mis escritos a pesar de haberlos leído, han colaborado el Ayuntamiento de Don Benito y la Diputación Provincial de Badajoz. Como me gusta quedar bien, aunque el libro ya está editado, hasta que sea su presentación el 3 de noviembre en Don Benito, no podremos darle demasiada difusión ni concretar la forma de adquirirlo.

Para aquellas personas que tienen demasiadas expectativas puestas en mí y en mi faceta radical, he de decir que, la mayor parte de la selección hacen caso al poema El amor existe, de la escritora y activista uruguaya Cristina Peri Rossi:

El amor existe
como un fuego
para abrasar en su belleza
toda la fealdad del mundo.

En fin, que protestas las justas, aunque haberlas, haylas. No diré que para muestra un botón, porque compartir uno de esos escasos poemas reivindicativos sería publicidad engañosa, así que os dejo con uno de los normales.

Cuando abres tu océano
soy un niño
que contempla sus aguas por vez primera.
Introduce en ellas con ansia
los dedos de los pies,
con la cándida certeza de que no puede hallar
en ellas
nada fuera del goce y el deleite.
Siente empaparse de ti sus falanges diminutas
en un camino sin retorno
donde solo existe avanzar,
casi en embestida,
sumergiendo hasta el desorden
los tobillos,
las rodillas,
el pubis,
el torso,
la cabeza hirsuta.
Tan adentro,
que cae en el olvido
respirar,
como un buceador a pulmón libre
que prefiere la apnea
a la conciencia sin ti.

Cuando abres tu océano
desaparece la tierra, el cielo, el fuego.
Tus aguas permanecen,
evidencia única a la que acogerse
con vanidad y ansia
antes de que, sin pretenderlo,
vuelvas a cerrarlo.

Falta de costumbre

Un respiro, que días quedan de cabreos e indignaciones, Un respiro a la pandemia con un poema, que hace tiempo no comparto ninguno.

Un respiro al ánimo, que la semana que viene comparto, quizá más que nunca mi cabreo e indignación.

Falta de costumbre

Hay gente incapaz de apreciar la algonodosa belleza
de los áureos y asalmonados bordes de las nubes
tintados por la luz que agoniza bajo el cielo atardecido.

Quien no percibe la intrépida hermosura
de las transparentes gotas de rocío desprendiéndose
por los tornasolados pétalos de flores en una mañana de otoño.

Existen personas que bostezarían al contemplar
el horizonte infinito más allá del océano,
la noche serena cuajada de rutilantes estrellas,
la puesta de sol sobre las copas de los árboles,
o la blanca perfección de los glaciares.

La culpa no es de las nubes,
ni del rocío o el mar;
y no sería oportuno recriminar
a la noche, al sol o a los glaciares
de la humana torpeza y su singular ignorancia.

Puede parecer harto improbable y hasta delirio,
pero sé que hay gente, que existen personas
incapaces de apreciarte, en ti misma
y en todo aquello inusitadamente hermoso que desprendes.
La culpa tampoco es tuya,
ni justo recriminarte
la torpeza y la ignorancia del resto de mortales.

Tal vez, simplemente,
sea falta de costumbre.

Las personas curvas

    Cada vez me da más asquito leer lo maja que trata de ser la gente que quiere gobernar. Su insistencia en vender su santidad y rectitud, aunque sea a fuerza de decir una cosa hoy y otra mañana, sea sobre el Rey, sobre las mascarillas o sobre el sindicalismo.

    Y ¿qué decir de las ideas rectas, que no se salen ni un gramo por ningún lado? Firmes, aunque sean de lo más insensato, y tan capaces de esquivar la verdad o la decencia con tal de tener razón.

   Se hace menester, en estos tiempos rectos y falsarios, recordar el poema del pensador libertario Jesús Lizano, muerto no hace tanto y que nos dejó su amor a las cosas curvas, quizá porque son las únicas de verdad.

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Gente buena

horror, by Estefano

Sé de gente buena.
Todos sabemos,
de hombres y mujeres cuyo afán
es mear señeramente agua bendita.

Que soportan el ubicuo don de revelar,
con igual resignación como torpeza,
el odio y la maldad entorno suyo,
en lugares inverosímiles
y hasta ignotos,
donde ni el más crédulo
ni el más avieso de los seres
sería capaz siquiera de apreciarlo.

Gente de bien,
buenas personas,
adheridas a la ecuánime virtud que es el respeto,
que reside en mantener la equidistancia
y aceptar al que odia y al odiado:
al marica y al tránsfobo,
al negro y al fascista,
a la mujer y a su asesino.

Gente buena,
todos sabemos,
que perciben el sentir de cada prójimo,
sin juicio y sin rencor,
es mera gracia:
la mala follá de la vecina,
la galbana del parado,
el morro descarao del inmigrante.

Buena gente,
de un espíritu tan lato y virtuoso que,
a pesar de tanta mierda entorno suyo,
no descubre en sí misma ni una tara.