Novela: «Yo, tú… él»

     Con gran alegría, os presento a mi nueva criatura: «Yo, tú… él», novela que podría invitaros a leer porque es de un tema que se lleva: la violencia machista, que se ha llevado por delante la vida de 54 mujeres (o 47, según quien cuente) durante el año 2018. O porque hay personajes entrañables y tiene emoción e incertidumbre hasta el final. Pero no, lo hago porque vivimos en un sistema patriarcal y heteronormativo con el que todo el mundo comulga sin darse ni cuenta, y las cosas son como nosotros y nosotras las pensamos y hacemos, sin darnos cuenta.

     La publicará Distrito 93, una nueva editorial centrada en novela social y de género negro, previa venta de 55 ejemplares. Soy muy optimista (quizá en exceso) y confío en la generosidad de propios y extraños.

     ¿Que de qué va?. Pues aquí está la sinopsis:

    Juani, superviviente de violencia machista. Alex, agente de la Unidad de Prevención. Dos diarios contrapuestos como su propia forma de ver la vida. Pasado y presente se entremezclan en la vida de una mujer maltratada, tan extrovertida y libre en la década de los 90 como sumisa y resignada en la actualidad. O al menos antes de que su camino se cruzara con el de Alex, de personalidad desencantada y cínica, quizá por su incapacidad de comulgar con ruedas de molino, adalid de la obligación autoimpuesta de ayudar a Juani a sobrevivir, física y psicológicamente.

Y en medio del caos tú, o yo; quizá haciendo oídos sordos, encontrando justificaciones o buscando alguien a quien culpar. Una de las facetas que mejor se le da al ser humano.

     La preventa ya ha finalizado alcanzando de sobra el objetivo de 55 ejemplares. En breve comenzará la edición. Muchas gracias a todas las personas que habéis colaborado para hacer posible la publicación.

     Y a continuación os comparto la que, espero y deseo, sea la portada de la novela en papel. Creada por el artista y amigo José Ángel.

Reseñas de «Mishasho»

mishasho     Como uno no es famoso, ni conocido, ni nada que se le asome, pues le hace ilusión que, de repente, en un mismo día y desde contextos totalmente distintos, aparezcan en la red dos reseñas de su novela «Mishasho».

     La primera en una revista web alternativa de cultura, Arte-factor, y la otra en una página muy familiar donde compartir lecturas de la que soy usuario desde hace bastantes años: Sopa de libros.

     Pues gracias a uno y a otro, lo primero por leerme sin cortarse las venas (digo yo), y lo segundo por vuestra generosidad y sinceridad.

      Lecturas descompuestas hoy: Mishasho de Rafa Poverello

     Poverello nos cuenta la historia de unos personajes víctimas de la adicción y nos hace ver como sufren, viven e incluso intentan vencer al demonio de la droga, y como tanto sus actos, decisiones e incluso palabras pueden llegar a afectar a las personas que más te quieren. Mishasho es una historia muy humana, llena de sentimientos y frustraciones, pero también es una historia que nos ayudará a comprender e incluso sentirnos identificados con los personajes y sus vivencias e  un mundo donde mirar para el otro lado y hacer como que “aquí no pasa nada” está a la orden del día.

     Sopa de libros: Sorprendente envidia

      Una (¿sencilla?, más sobre ello más adelante) historia coral alrededor del submundo de pobreza que se esconde en nuestra consumista sociedad nada más cruzar dos calles que ¿no debías?, como muy bien recoge la sinopsis. Un libro para reflexionar y leer despacio a la vez que se disfruta porque además presenta una estructura no lineal, con bastantes personajes que, como un puzle (aunque nada especialmente enrevesado), te obliga y tienta a ir atento disfrutando de las conexiones entre las diferentes piezas. Incluso con alguna sorpresa (al menos para mí) como puede ser el ocupante de cierto vehículo en cierta escena.

 

«Mishasho»: mi primera novela

Portada Mishasho

     Dicen que los hombres no parimos. Es mentira. Alguna vez lo he hecho, pero con algo menos de dosis de paciencia de por medio. Este parto, el primero en su especie fue de dos años casi justos, y para el alumbramiento tuvieron que pasar casi dos años más. Es lo que tiene ser un pejiguera.

     Uno escribe por necesidad, y no económica quiero decir, sino de estar delante de una pantalla de ordenador (con lo bien que quedaba lo del papel) y ponerse a transcribir ideas lo mejor que uno puede y luego poder compartirlas. Cierto que hasta Dickens escribía a veces para sacar unas pelillas (sus cuentos para las navidades), aunque no lo precisara, desde luego; o Faulkner, que se puso con «Santuario» para ver si se lo publicaban y poder dedicarse luego a alguna obrilla más seria. Incluso rompió casi todos sus principios y finales personales cediendo a hacer cambios de todo calado y lugar para conseguir su objetivo.

     Lo mismo yo soy más porculero que Faulkner, porque no me pliego, y eso tiene sus inconvenientes. He odiado siempre nada cordialmente el mundo editorial y sus derechos sobre el autor (no de autor), así que empecé con esperanzas mandando el manuscrito a editoriales independientes y/o alternativas, o eso decían algunas. Pero, bien porque no tienen tanta posibilidad de ampliar catálogo como las gordas y sebosas bien porque no eran tan alternativas como gustaban de venderse, las mandé a todas al garete y guardé el manuscrito en el cajón de los olvidos. Queda mejor esa expresión que decir en una de las carpetas personales del home del ordenador. Sigue leyendo