«Professor Hannibal» (1956)

Fábry Zoltán, by Mária Novák

     A Zoltán Fábri lo conocen cuatro gatos que maúllan en húngaro o, a lo sumo, dejándonos llevar por la duda, alguno de ellos en ruso o en alemán. No en vano, solo Moscú y Berlín se rindieron en sendas ocasiones al arte del realizador nacido en Budapest concediéndole, respectivamente, un premio honorífico a su carrera y un Oso de Plata por una de sus últimas películas, curiosamente de nombre «Réquiem». No hay nada como estar a punto de morirse para ser reconocido.

     Fábri fue un director de estilo clásico, notablemente influido en narración y enfoque de la historia por el realismo poético francés y por el neorrealismo italiano a nivel estilístico. Ambos conceptos, la crítica social cuasi documental y el fatalismo, pueden apreciarse en su filme «Professor Hannibal», aunque por encima de ellos, sobresale la sátira política de una manera tan aguda como descarada.

     La historia es sencilla: un tipo corriente, bastante flemático y con escaso espíritu cuya única preocupación es dar a conocer mediante un artículo intrascendente las causas históricas de la muerte de Aníbal se convierte en el blanco de las iras del fascismo. Lo peculiar es hacia dónde nos conduce el director con el trasfondo de los hechos, donde el fanatismo, el nacionalismo, el conformismo y la manipulación se erigen en los héroes por excelencia de cualquier dictadura que se precie.

     Absolutamente recomendable en estos tiempos que corren y que, por desgracia, seguirá siendo de rabiosa actualidad. Al fin y al cabo, ya ha pasado más de medio siglo del estreno de «Professor Hannibal» y podría haber sido realizado antes de ayer, igual que cualquiera de las obras de De Sica o de Renoir.

Ante las elecciones andaluzas del 2D

James Gillray’s The Plumb-pudding in Danger (1805)

     Como es importante prevenir antes que curar (aunque hay quien diga aquello de que más vale pedir perdón que pedir permiso), antes de que, el próximo 16 de noviembre, dé el pistoletazo de salida la campaña electoral para las elecciones andaluzas 2018, y todo bicho viviente, organización y hasta la Santa Iglesia Católica comiencen a hilar fino sobre qué partido es el más enjundioso para merecer nuestro apoyo fáctico y/o práctico, se me antoja hacer unos apuntes al respecto.

     Huelga decir que estas sencillas aportaciones sirven para cualquier llamamiento masivo a las urnas (como si de ir de rebajas se tratase): sea a nivel municipal o macromundial, y que solo podrán ser efectivas y servir de apoyo logístico a aquellas personas que no van por la vida como un burro con orejeras. Para ellas, lo más útil sería hacer fotocopia de la papeleta electoral de un año para otro y así no verse en la horrible necesidad de esperar cola en las cabinas del colegio de turno.

  1. Para aquellas personas dadas a la excelencia y a los ataques de responsabilidad civil (y criminal) sería recomendable leer de cabo a rabo, durante los preceptivos quince días previos a la fecha del plebiscito (a excepción de la consabida jornada de reflexión no vayas a influirte a ti misma), los programas electorales de las 26 formaciones políticas y las cinco coaliciones que se presentan a las elecciones. Para aquellos otros seres menos dados a la calidad del voto y que, de vez en cuando, se dejan llevar por el pragmatismo, bastaría con que hicieran lo propio solo con los partidos y coaliciones que vayan a presentar candidatura en su provincia o incluso, en un ejercicio de relajación no extrema, dedicarse a leer con mayor o menor fruición los programas de los partidos gordos, los que parten el bacalao. Todo ello sin obviar la apreciación de que ni en este país ni en ninguna otra democracia (curioso nombre repleto de incongruencias) se puede demandar a un partido por no cumplir sus promesas electorales, no vayamos luego a caer en los brazos inmarcesibles de la decepción.

  2. Ved la televisión, a diario, todas las cadenas, desde la Sexta hasta Intereconomía, para tener una percepción y una visión mucho más globales (no digo acertadas) de por dónde se mueve el cotarro y así todos los partidos se encuentren con la misma posibilidad de comeros el tarro y colaborar activamente en un colapso nervioso de proporciones místicas; idéntica recomendación hacemos respecto a las emisoras de radio y a la prensa, tanto escrita como digital. En este último caso, para aquellas personas que no dispongan de otros recursos que favorezcan la oportunidad de ser infladas a base de propaganda, queremos insistir encarecidamente en que desactiven todos los bloqueadores de publicidad y todos los rastreadores de su navegador preferido, no vaya a ser que, en el día aquel en el que vayan a ejercer su sagrado derecho al voto, no se hallen en las mismas condiciones de manipulación mediática que el resto de ciudadanos y ciudadanas con mayor acceso; y ya sabemos que esto es una democracia: todo el mundo goza del mismo derecho a ser manipulado. Faltaría más.

  3. Si podéis ir a mítines, no lo dudéis, acudid igual que borregos al matadero. Incluso sería preferible, de ser ello posible, que hubierais interiorizado con anterioridad algunos puntos importantes del programa electoral del partido en cuestión y, al final del jolgorio, levantar la mano de manera educada y poneros a hacer preguntas sesudas como unos posesos. No importa lo que os respondan o la posible incongruencia de sus planteamientos; es fundamental no caer en el error clásico de pensar que las gentes que se dedican a la política saben de lo que hablan más que yo de astrofísica.

    En caso de decidir llevar algún símbolo a los mítines sería imprescindible, antes de salir del domicilio, asegurarse bien de que se ha escogido la bandera pertinente, no vayáis a presentaros a un discurso de Vox con el emblema de la República o a uno de Podemos con el del aguilucho. Se puede liar parda.

  4. El día de las elecciones, levantaos sin prisas, tomaos vuestro café preferido (si puede ser de comercio justo, mejor) acompañado con par de tostadas de las que no se salta un galgo (aunque sea pan tumaca, que a esas alturas nadie os va a acusar ya de independentistas), observad por la ventana de casa a la peña acudir a las urnas y, si os surge un repentino ataque de culpabilidad, poneos inmediatamente a ver una película de contexto que os ayude a superar el trance: Z, de Costa-Gavras; La huelga, de Eisenstein; El último hurra, de Ford; el cortometraje La mano, de Trnka, para quienes pueden pasar el mal trago con solo cinco o diez minutos; o aquellas personas aficionadas a las series podrían disfrutar enormemente con The Wire (de manera particular su tercera temporada) o con el primer episodio de Black Mirror.

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«Blacksad» (2000)

Vinyetes sobre rodes del 34è Saló Internacional del Còmic de Barcelona, por Ferran Cornellà

     Hay obras que están destinadas a elevarse muy por encima del arte y del género al que pertenecen y que son capaces, de forma omnímoda y solo al alcance de genialidades, de unificar los criterios de crítica y público como si hubieran sido convenidos a participar de un golpe a un aplauso unánime.

     «Blacksad» es, sin la más mínima duda, una de esas obras. Englobada dentro de la novela gráfica, las aventuras del detective John Balcksad, creado por Juan Díaz Canales, al guión, y por Juanjo Guarnido, a los lápices, han de ocupar un lugar de honor en las estanterías de cualquier amante del cómic, de la literatura o del arte en general, y su influencia inmediata en cómics similares protagonizados por animales antropomorfos ha sido más que evidente: la notable serie «Grandville», del británico Bryan Talbot compuesta también de cinco números, puede servirnos de ejemplo.

     Repartida en cinco volúmenes independientes creados entre 2000 y 2013, lo que se inicia como un reconocido, sentido y obvio homenaje a la novela negra de las décadas de los años 30-40 del pasado siglo y, de manera concreta, a Raymond Chandler y al detective por antonomasia Philip Marlowe, deviene a partir de un segundo volumen exquisito, Arctic Nation, en una colección imprescindible, de una belleza tan terrible como evocadora y muy difícil de describir habida cuenta de esa falta habitual de condescendencia con el lector de la que siempre ha hecho gala el Noir. Sigue leyendo

Manu militari

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The Dictator’s Crown, by Mohammad Sabaaneh

     Como el que suscribe no disfruta de… ¡uy! quiero decir no tiene televisión desde hace una buena pila de años, a veces, con una dosis de retraso tan grosera que pareciera que uno ha estado escondido en las montañas pensando que todavía dura la guerra civil, descubre programas curiosos (por ser fino) que solo pueden dejar indiferente a alguien con la cabeza cuadrada de tanto sentarse delante de la caja tonta.

      Es lo que tiene que el papá y la mamá del menda vean Intereconomía, escuchen la Cope y digan que no son de derechas. Y como los padres y las madres de cada cual son eso, los padres y madres de cada cual, se les quiere mientras no te hagan cantar el cara al sol desde el balcón de casa. O al menos mientras no te pidan que lo hagas a voz en cuello.

      Y en una de esas descubrí «Audiencia abierta». Sí, sí ya sé que voy con cierto retraso, unos seis años, pues el espacio se estrenó casualmente en la televisión púbica, digo pública, menos de un año después de la llegada de Rajoy a la Moncloa, pero bueno, eso que me he ganao de un disgusto menos p’al cuerpo. Por si aún queda alguien con mi nivel de ignorancia (algo poco común), intentaré explicarme, porque conforme avanzaban los minutos más anonadado me hallaba y hasta he tenido que buscar en el pato no fuera a encontrarme en un error de bulto: el programa trata de las bondades de la Corona y resto de pléyades adyacentes a la Monarquía y al Jefe de Estado, que lo es aunque no haga ni el huevo. Que si la presencia de la Leti a los premios de la asociación de Asperger, luego su visita a otra organización de personas con problemas de visión, al nosécuánto aniversario de Nuevo futuro, a la de Mundo noséqué, y que si la sonrisa de la princesa de Asturias, que si la misma edad que su padre cuando… Ahí fue cuando me dirigí al baño con una especie de diarrea descomunal que al final resultaron ser retortijones. Sigue leyendo