Poliestireno expandido

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Polystyrene, by Yikrazuul

   Tiene diez años. Poca cosa, por más que los nenes de hoy día resultan ser, a espuertas, meridianamente más listos de lo que lo era yo a esa edad. E incluso con cuatro años más. Disfruta con su huerto urbano, con la pesca aunque no pesque nada, iluminando el salón con luces de discoteca, montando pasos de Semana Santa y Belenes o subiendo vídeos caseros a Internet para compartir todas esas cosas que le entusiasman.

    Ya tenía en mente alguna idea para la Navidad y le soltó a su tía:

    – Tita, ¿dónde puedo comprar poliestireno expandido?

    La susodicha se quedó tan anonadada como me hubiera quedado yo. A cuadros. E hizo la misma pregunta de ignorancia que hubiera hecho yo:

    – ¿Poli qué? ¿Eso qué es?

    – Titaaaa, pues con lo que hicimos la puerta del cole para el paso del año pasado.

    – Ahhh, pero eso es corchopán –muy digna.

    – ¿Corchopán? Se llama poliestireno expandido. O poliexpán.

    Me acordé del chiste aquel del paciente que va a la farmacia y pide una caja de ácido acetilsalicílico. “Una caja de aspirinas, ¿no?”, contesta el farmacéutico. “Eso, es que nunca me acuerdo del nombre”.

    Nos hacen reflexionar los infantes. Si andamos un poco despiertos. El niño se sabía al dedillo cual era la palabra técnica que hacía referencia a ese material porque le interesaba. Y cuando algo te interesa ves vídeos, lees sobre el tema, te informas… En definitiva, sacas tiempo hasta de debajo de las piedras para ser un experto en el asunto. Y ni se te ocurre pensar que te lo estás quitando de otra cosa: que no puedes ver los dibujos, que no puedes jugar a la Play, que es la mar de difícil hasta la pronunciación y no tiene sentido seguir dándole vueltas al tarro. Al final eres capaz hasta de deletrearlo. Y de atrás hacia adelante. Sigue leyendo

Nada de carne

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Oh Syria! by A7md3mad

    Los datos son imposibles de contrastar, y apuntan a que sean más las cifras, pero según la ONU el 2016 ha batido un nuevo récord respecto a muertes de seres humanos en las aguas del Mediterráneo, la tumba de Europa. Más de cinco mil personas. Cinco mil. Se dice pronto, pero es una absoluta burrada. Una vergüenza si tuviéramos.

    En idéntico número de meses, los atentados de grupos fundamentalistas de ISIS en occidente han acabado con la vida de menos de doscientas personas. Si no he contado mal un total de ciento noventa y dos. Pero todos somos Bruselas, y Niza, y Berlín. La mar de solidarios. Escuché a un articulista decir que era normal por el tema de la cercanía, de las cosas que nos unen, y que no habría que rasgarse las vestiduras por ello. Yo me las rasgo cada vez que veo una de esas putas cadenas de todos somos. A mí, particularmente, me pilla bastante más cerca el Mare Nostrum que Alemania o Países Bajos. Y me siento más identificado con la cultura árabe y su influencia en Andalucía que con el Oktoberfest o el Parlamento Europeo.

    Con números: 5.000 frente a 192. El problema con la empatía es otro, y ni tiene que ver con la cercanía o con que en los países árabes están tan acostumbrados a pasarlo mal que la muerte les importa una mierda. Se llama ceguera acomodaticia aguda unida a lobotomía televisiva crónica.

    El otro día estaba comiendo en un chino. Unos rollitos de primavera. Una vez abiertos por la mitad para ponerles por encima la consabida salsa agridulce dijo mi acompañante:

    – ¡No tienen nada de carne!

    Para el 85% de la población de este occidente consumista que nos hemos montado, la frase es una evidente crítica a rellenar los susodichos sólo con col china y zanahorias. Un ahorro de pasta en cientos de rollitos diarios. Pero es que mi acompañante y yo somos vegetarianos, por lo que la traducción es bien distinta en el contexto:

    – ¡Qué bien que no tienen carne! No tenemos que pasarnos tres minutos expurgando la comida. Sigue leyendo

¡¡FELIZ LUCHA!!

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«No podría mirar a mis hijos a los ojos y decirles que ellos viven así, porque yo no me animé a luchar.»

     Puede que no sea ésta la felicitación más apropiada para el año nuevo, pero confío en que sí. Al menos es lo que pretendo.

     Tengo que decir que no acabó muy bien este 2016. El 25 de diciembre falleció de forma inesperada una de las personas mayores de mi curro. Mercedes. Un encanto de señora, que siempre me recibía con una sonrisa en el hall de entrada y me despedía con otra en el mismo lugar. Desde su silla de ruedas.

     En la madrugada de ayer, 30 de diciembre, a la hermana muerte le dio otra vez por hacer de las suyas. Una amiga de Mercedes, Manolita, que solía estar a su lado en la entrada, también murió cogiéndonos a todos por sorpresa.

     Ochenta y cuatro y noventa y seis años tenían respectivamente.

     Ya entrada la mañana me llama por teléfono una compañera del equipo. Una auxiliar de geriatría. Me dice que había ido a hacerse unas pruebas, porque tenía dolor en el cuello, en la espalda… algo tan común en este gremio que nunca le echan cuentas. Le acababa de decir el especialista que tenía una artería a punto de estallarle y que no podía seguir trabajando porque su vida corría serio riesgo. Lleva trabajando de auxiliar desde jovencilla. Se puso a llorar. Sigue leyendo

Regala justicia

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Different nationalities, by Alexas

No es cuestión de sensibilidad,  de que se cae más el moco en estas fiestas. No es que haya que detenerse en la compasión, en que pega ser más solidario o solidaria.

     Este año, más que otros para esta Europa de chirigota que habitamos, ha sido de forma increíble habida cuenta de los precedentes, aún más vergonzoso e indignante que otros. Porque todo nos ha explotado en la cara y nos ha seguido dando igual.

     No es cuestión ni de solidaridad, sino de justicia. Que ni en los regalos, ni en las comidas, ni en cada paso que demos en estas fiestas, seas ateo, agnóstico, católico apostólico y romano o de otra religión olvidemos nuestra responsabilidad. Los dolores humanos con los que hemos colaborado o sido cómplices.

      Que ningún impresentable salga beneficiado de nuestras compras y de nuestra supuesta y obligada felicidad. Aunque sea un paso minúsculo, incluso las tarjetitas navideñas pueden se otras, Algunas en las que en vez de bolitas, portalitos y sagradas familias en paz, seamos capaces de seguir recordando a las familias refugiadas, que siguen sin un puto portal.

     Os dejo ideas. Doce. Porque doce son los meses y navidad y justicia son necesarias todo el año.

     ¡¡FELIZ NAVIDAD!! Y justa. Sigue leyendo