Nada de carne

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Oh Syria! by A7md3mad

    Los datos son imposibles de contrastar, y apuntan a que sean más las cifras, pero según la ONU el 2016 ha batido un nuevo récord respecto a muertes de seres humanos en las aguas del Mediterráneo, la tumba de Europa. Más de cinco mil personas. Cinco mil. Se dice pronto, pero es una absoluta burrada. Una vergüenza si tuviéramos.

    En idéntico número de meses, los atentados de grupos fundamentalistas de ISIS en occidente han acabado con la vida de menos de doscientas personas. Si no he contado mal un total de ciento noventa y dos. Pero todos somos Bruselas, y Niza, y Berlín. La mar de solidarios. Escuché a un articulista decir que era normal por el tema de la cercanía, de las cosas que nos unen, y que no habría que rasgarse las vestiduras por ello. Yo me las rasgo cada vez que veo una de esas putas cadenas de todos somos. A mí, particularmente, me pilla bastante más cerca el Mare Nostrum que Alemania o Países Bajos. Y me siento más identificado con la cultura árabe y su influencia en Andalucía que con el Oktoberfest o el Parlamento Europeo.

    Con números: 5.000 frente a 192. El problema con la empatía es otro, y ni tiene que ver con la cercanía o con que en los países árabes están tan acostumbrados a pasarlo mal que la muerte les importa una mierda. Se llama ceguera acomodaticia aguda unida a lobotomía televisiva crónica.

    El otro día estaba comiendo en un chino. Unos rollitos de primavera. Una vez abiertos por la mitad para ponerles por encima la consabida salsa agridulce dijo mi acompañante:

    – ¡No tienen nada de carne!

    Para el 85% de la población de este occidente consumista que nos hemos montado, la frase es una evidente crítica a rellenar los susodichos sólo con col china y zanahorias. Un ahorro de pasta en cientos de rollitos diarios. Pero es que mi acompañante y yo somos vegetarianos, por lo que la traducción es bien distinta en el contexto:

    – ¡Qué bien que no tienen carne! No tenemos que pasarnos tres minutos expurgando la comida. Sigue leyendo

¡¡FELIZ LUCHA!!

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«No podría mirar a mis hijos a los ojos y decirles que ellos viven así, porque yo no me animé a luchar.»

     Puede que no sea ésta la felicitación más apropiada para el año nuevo, pero confío en que sí. Al menos es lo que pretendo.

     Tengo que decir que no acabó muy bien este 2016. El 25 de diciembre falleció de forma inesperada una de las personas mayores de mi curro. Mercedes. Un encanto de señora, que siempre me recibía con una sonrisa en el hall de entrada y me despedía con otra en el mismo lugar. Desde su silla de ruedas.

     En la madrugada de ayer, 30 de diciembre, a la hermana muerte le dio otra vez por hacer de las suyas. Una amiga de Mercedes, Manolita, que solía estar a su lado en la entrada, también murió cogiéndonos a todos por sorpresa.

     Ochenta y cuatro y noventa y seis años tenían respectivamente.

     Ya entrada la mañana me llama por teléfono una compañera del equipo. Una auxiliar de geriatría. Me dice que había ido a hacerse unas pruebas, porque tenía dolor en el cuello, en la espalda… algo tan común en este gremio que nunca le echan cuentas. Le acababa de decir el especialista que tenía una artería a punto de estallarle y que no podía seguir trabajando porque su vida corría serio riesgo. Lleva trabajando de auxiliar desde jovencilla. Se puso a llorar. Sigue leyendo

Regala justicia

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Different nationalities, by Alexas

No es cuestión de sensibilidad,  de que se cae más el moco en estas fiestas. No es que haya que detenerse en la compasión, en que pega ser más solidario o solidaria.

     Este año, más que otros para esta Europa de chirigota que habitamos, ha sido de forma increíble habida cuenta de los precedentes, aún más vergonzoso e indignante que otros. Porque todo nos ha explotado en la cara y nos ha seguido dando igual.

     No es cuestión ni de solidaridad, sino de justicia. Que ni en los regalos, ni en las comidas, ni en cada paso que demos en estas fiestas, seas ateo, agnóstico, católico apostólico y romano o de otra religión olvidemos nuestra responsabilidad. Los dolores humanos con los que hemos colaborado o sido cómplices.

      Que ningún impresentable salga beneficiado de nuestras compras y de nuestra supuesta y obligada felicidad. Aunque sea un paso minúsculo, incluso las tarjetitas navideñas pueden se otras, Algunas en las que en vez de bolitas, portalitos y sagradas familias en paz, seamos capaces de seguir recordando a las familias refugiadas, que siguen sin un puto portal.

     Os dejo ideas. Doce. Porque doce son los meses y navidad y justicia son necesarias todo el año.

     ¡¡FELIZ NAVIDAD!! Y justa. Sigue leyendo

La esperanza y otras jerigonzas

Looking Through The Barbs

Looking Through The Barbs by InayatShah

    Hoy toca hablar de esperanza. Quizá por que estamos en adviento y aquella devota obligación de no perderla pueda ser influencia de la cultura judeo-cristiana.

     Pues eso, como decía, vamos a ver cómo andamos de esperanza, que me han contado un par de historias este viernes pasado la mar de interesantes para tomarlas como vara de medir.

     Le preguntaron a una refugiada siria que por qué huían del país.

    – Isis me quería obligar a hacer cosas que no quería –contestaba.

    Como no les hacía demasiado caso la separaron de sus hijos, la encarcelaron, la torturaron y le hicieron pasar días y días sin apenas comer ni beber. Al cabo de un tiempo comenzaron a tratarla mejor. Dejaron de golpearla y le daban de comer buenos manjares todos los días.

     – ¿Por qué ahora me tratáis mejor y me dais de comer? –preguntó a sus captores.

     – ¿Por qué? Verás, estos días te has estado comiendo a uno de tus hijos.

     En una charla sobre Derechos Humanos en Palestina tomó la palabra uno de los asistentes. Era árabe y había pasado hacía cosa de un año veinticuatro días en Palestina.

     Nada más aterrizar en el aeropuerto internacional de Ben Gurión en Tel-Aviv comprobó en carne propia en qué consistía eso de los derechos humanos en Israel. Por el mero hecho de ser árabe ya lo separaban del resto de la fila de turistas, lo retuvieron diez horas, en las que lo cachearon, lo desnudaron y tuvo que darles hasta el número de cuenta y contraseña. Estuvo alojado en la casa de un palestino que estaba siendo vigilado por el estado por publicar en Internet las atrocidades que el ejército israelí llevaba a cabo en la zona contra la población civil. Dicho ciudadano árabe era viudo por dos veces y había sido testigo del asesinato y violación de ambas esposas.

     Cuando la persona que estaba transmitiendo la historia regresó a España recibió la noticia de que su casa de acogida en Palestina había sido gaseada y habían asesinado al propietario. Sigue leyendo