Mi Cervantina FC

Conjunto de La Cervantina el 18 de Octubre. Caso insólito: el portero es el más bajito del equipo

Y aquí me hallo, tratando de hablar de fútbol. Un tipo como yo, que el último partido íntegro que vio (y por imperativo categórico, al estar currando esa noche en una comunidad terapéutica) fue la final del Mundial de Sudáfrica entre España y Países Bajos. Ni me acuerdo del año. Un varón como yo, de esos pocos que odia el deporte rey, como lo llaman, aunque sería mejor decir que odia, nada cordialmente, lo que simboliza.

Aquí me hallo ya que, después de casi cuarenta años, me volví a calzar las botas (un eufemismo, porque no tenía, claro, ni me las iba a comprar para un partido, y usé zapatillas de deporte). Y hasta me tuvieron que dejar los guantes, ni sé si eran de la talla correcta. También diré (primero lo hice como verdad y ahora casi como justificación) que lo de ejercer de nuevo de portero fue debido a otro imperativo categórico: la Cervantina FC, la selección española de fútbol de escritores y escritoras, venía a Baena, Córdoba, a disputar un torneo benéfico y se había quedado sin guardameta. Además, como si los astros se hubieran alineado en mi contra (o a mi favor), la recaudación iría destinada a los proyectos de apoyo a mujeres y menores migrantes de la Fundación EMET, justo quien estaba detrás de aquella comunidad terapéutica donde vi mi último partido de fútbol. Solo Trump, Netanyahu y Abascal habrían tenía los suficientes arrestos para negarse. Yo soy un cobarde.

Equipo de La Cervantina junto con el de la Fundación EMET. Sí, nos machacaron; creo que 4-1

Visto mi pasado futbolero, huelga decir que, lo único que hace falta para defender los colores de la Cervantina es haber publicado un libro, no saber jugar al fútbol. Así que, dejándose llevar por la obligación de tener a alguien bajo palos, fui seleccionado impunemente, a pesar de que, en el primer lance del juego de la pachanga en la que me probó el ojeador, me hice una quemadura en el tibial con el césped artificial que tardó en cerrarse casi tres semanas. Le daría pena que fuera del todo inútil el empeño que puse.

El sábado 18 de octubre jugamos. Un cuadrangular. Perdimos dos partidos y empatamos el otro; pero no hay que desanimarse. Si tenemos en cuenta que, con tanta peña de edad provecta, la mitad del equipo ya estaba lesionado antes de salir a la cancha, fue todo un triunfo.

Y lo voy a reconocer, ahora me alegro. Mucho. Porque esto no era fútbol, sino otra cosa, que ni sé cómo llamarla, pero desde entonces, he visto a tres compas del equipo por la calle, a Pablo, a Toni y a Fernando, y me alegré tanto que mi sonrisa pareció la del Joker. Como si hubiéramos compartido, no sé, varios lustros en una isla desierta.

Seguro que no me convocan para la Eurocopa de la Feria del libro de Gotemburgo, aparte de por lo manta, por ser muy chico para una portería de fútbol once. Sería un coladero. Pero allí estaré en espíritu, como si no hubiera llevado casi cuarenta años sin pisar un campo de fútbol ni quince (lo he tenido que buscar en Internet) sin ver un partido.

¡Aúpa, Cervantina!

19 de octubre en la Feria del libro de Córdoba, dando el grito de guerra, tras la conferencia ‘Fútbol y letras’

Dirigido por… mujeres. Feminismos y séptimo arte

Son todas las que están, pero no todas las que son. Aunque no era la intención ser exhaustivo, sino heterogéneo, justo y universal, lo que empezó como una diversión se fue convirtiendo casi en un quebradero de cabeza. El asunto es sencillo y asienta sus bases en la cultura metódicamente patriarcal, machista y sexista que atraviesa todos los aspectos sociales y de la que no iba a poder librarse un recorrido por la historia del séptimo arte.

Resulta harto complicado encontrar películas dobladas al castellano o, al menos, con la opción de subtítulos, de mujeres directoras anteriores a 1980 —sí, no me estoy equivocando de año—; hacerlo con mujeres directoras de filmes feministas, aunque solo pudieran atreverse a manifestarlo en las escenas de manera velada para que se les permitiera seguir ejerciendo la profesión que les hacía realizarse como personas, es una tarea para encomendar a Hércules. Más aún si, como se ha comentado con anterioridad, la idea consistía en globalizar el material: Europa, América, Asia, Oceanía, para que la panorámica de la evolución de los feminismos en el cine fuera lo menos parcial posible y atendiera a todas las sensibilidades y culturas.

Como los deseos y la realidad suelen llevarse mal, con lo que nos encontramos se aprecia a la perfección en este gráfico de la página de cine FilmAffinity:

Afortunadamente, en el diagrama, solo aparecen las fichas de filmes que dicha web considera de temática feminista, aunque tampoco dista mucho de este porcentaje una investigación más concienzuda sobre películas que pueden englobarse dentro de este género; más aún si lo reducimos, como así ha sido, a aquellas dirigidas por mujeres.

Así, nos hemos dado de bruces con varios inconvenientes de imposible solución. A saber:

    • Películas de las que no quedaron copias, como por ejemplo Thais (1918), de la primera directora española de cine, Elena Jordi; o imposibles de localizar, como el documental It Happens to Us (1972, Amalie R. Rothschild), sobre la realidad del aborto ilegal.
    • Películas solo disponibles en idioma original, como los documentales Growing Up Female (1971, Jim Klein y Julia Reichert), el primer filme del feminismo moderno, o Y’a qu’à pas baiser (1971, Carole Roussopoulos), cortometraje en favor de la legalización del aborto en Francia que incluye una escena en que una mujer observa con un espejo el aborto que le están practicando; o la cinta Woman Demon Human (1987, Huang Shuqin), considerada la primera película feminista china. (Tanto el primer documental como la cinta china pueden encontrarse en plataformas como Youtube, y el cortometraje francés en Internet Archive.)

En la selección que nos hemos atrevido a hacer, pueden verse filmes de todos los continentes y numerosos países, algunas de ellas de feminismos incipientes con la ruptura de estereotipos, sobre todo las provenientes de la etapa dorada de Hollywood. Por mera justicia, a partir del año 2000 se han escogido un mayor número de películas de Asia y África, en sororidad con las directoras de dichos continentes, con grandes dificultades, o incluso prohibiciones para dirigir, hasta ese momento. Tanto es así que numerosas cintas de otros países, como Reino Unido o Estados Unidos, que forman parte de nuestra selección (Quiero ser como Beckham, Una chica vuelve sola a casa de noche, I Am Not a Witch), están realizadas por mujeres asiáticas o africanas.

En la última página de este catálogo se pueden encontrar seis películas, dirigidas por varones, pero que han contribuido notablemente a la igualdad y a la presencia de mujeres como protagonistas: en géneros vetados hasta entonces (La mujer pirata o Johnny Guitar), en diferentes contextos históricos (El mundo de una mujer, desde la revolución rusa; la sorprendente La kermesse heroica, durante la ocupación española de Flandes) o desde culturas eminentemente patriarcales y hasta misóginas donde la labor de los directores resulta encomiable (La vida de Oharu, mujer galante; La noire de…)

Solo queda disfrutar del cine feminista; el dirigido por mujeres, como es menester.

Comparto desde diferentes servidores de almacenamiento la opción de descarga de todas las películas debido a que mi nube personal no tiene tanta capacidad. He usado otos dos servidores que, al menos, son de código abierto: MEGA y KDrive, del colectivo Infomaniak. Solo faltan las dirigidas por hombres, pero si alguien lo desea se las puedo enviar.

Más abajo se puede descargar el cuadernillo completo en PDF.

Descarga de filmes feministas entre 1906-2014

Descarga de filmes feministas entre 2014-2017

Descarga de filmes feministas entre 2017-2024

Descarga cuadernillo completo en PDF de películas feministas dirigidas por mujeres

3+2

     Hace más de quince años, cuando me dedicaba a compartir la mayor parte del día con personas con diversidad funcional en una Unidad de Estancia Diurna, había una chica, Sonia, de veintipocos años y una moderada alteración cognitiva, a la que cogió por banda un voluntario para llevar a cabo el inconcebible propósito de que aprendiera a sumar. Ramón, que así se llamaba el voluntario, la conducía cariñosamente a una zona más independiente de la casa, a fin de que Sonia no perdiera concentración y colocaba dos filas de lápices de colores (también lo hizo con caramelos, que podían llamarle más la atención) lanzando finalmente la ecuación, porque eso era para Sonia: «¿cuántos son tres más dos?».

     La susodicha miraba las dos filas de lápices (o caramelos) y observaba cómo Ramón iba desplazándolos de uno a otro lugar hasta sumar el número exacto. En ocasiones miraba al techo, con la mano apoyada en la barbilla, o a Ramón y sonreía. Así se tiraban alrededor de veinte minutos varios días por semana. La mayor parte de las veces, cerca del minuto diecinueve, tras numerosas respuestas aleatorias, Sonia acertaba, decía cinco (o seis o siete si había logrado subir su nivel académico en esa tarde ociosa) y Ramón aprovechaba ese momento para sentirse satisfecho, al menos hasta el próximo día en el que, obviamente, Sonia no recordaba lo más mínimo de lo que había aprendido la jornada anterior.

     Huelga decir que la chica tenía sus limitaciones cognitivas, pero el maestro también demostraba las suyas con tan insólita insistencia.

    Y así sucede, a una y otra parte, en el día a día. Por un lado, el problema es esa manía de querer hacer ver a toda costa a quien no puede, pues tiene la capacidad limitada por la obcecación y por las orejeras esas que no permiten contemplar nada más allá del camino preconcebido; por el otro, da igual que dos más tres sean cinco, si hace falta se lanza el órdago de que las matemáticas son bolivarianas, y resulta que dos más tres puede ser otro resultado aleatorio: seis, diecisiete, veinticinco… como los que soltaba Sonia para que la dejaran mirar al techo en paz.

    Por eso no voy a dar datos, que están en todas partes, acerca de las mentiras sobre inmigración, MENAS, el motivo por el cual la abuela cobra una pensión de mierda o por qué insultar a quién se me opone, no dejar hablar o crear constante crispación no entra dentro de los cánones de la ética y la moral. Porque un ciego no puede ver ni un sordo oír y si se obrara el milagro, siempre quedaría el recurso obtuso que me contaba mi padre de chico de aquella madre que fue a la jura de bandera de su retoño: «mira, todos van con el paso cambiao menos mi Rubén».

     Lo malo es callarse en general, no solo con la gente que miente, difama o discrimina a sabiendas, con la caña de excusa que también hemos oído cienes y cienes de veces: «las mentiras tienen las patas muy cortas», o «se pilla antes a un mentiroso que a un cojo». Claro, eso mismo pensaba yo el viernes, 23 de abril, Día Internacional del libro en honor a la muerte, ese mismo día de Shakespeare y Cervantes (del Inca Garcilaso no digo nada porque, a pesar de ser, en realidad, el único que falleció ese día, solemos ignorarlo bastante –será por su ascendencia india–). Sí, criaturas, que la UNESCO podrá cantar misa cuando lo declaró en 1988, y Victor Hugo, que es probablemente de donde viene el malentendido allá por el siglo XIX, pero Cervantes murió el día 22 con casi absoluta certeza y Shakespeare a principios de mayo. Ya ves lo cortas que tienen las patas las mentiras. Cortísimas, estas vienen, mínimo de 1863. Lo mismo es que a nadie en estos años y décadas le ha dado por investigar un poquitín, como ahora, vaya, que es más sencillo creerse a pie juntillas un meme que ponerse uno a leer estudios científicos y los datos del Ministerio del Interior, de la Unión Europea o del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Al fin y al cabo, ¿no son todos unos vendidos el social-comunismo?