«La sangre de las bestias» (1949)

Georges Franju by maxoulecter

Georges Franju by maxoulecter

Hay filmes sobre la vida cotidiana muchos más terroríficos que cualquier película de George A. Romero. A otro Georges saco a colación, y aunque algunos blogueros me vayan a tirar de las orejas -casi con todo merecimiento- por dedicar la entrada a uno de los primeros cortometrajes del inclasificable director francés Georges Franju en lugar de a su exquisita obra maestra “Los ojos sin rostro”, lo cierto es que visionando “La sangre de las bestias” llega uno a comprender las cotas de realismo y falta de complejos sobre lo políticamente correcto que muestra en esa cinta de culto de la década de los 60.

“Los ojos sin rostro” es un magnífico terror de ficción, pero el filme que nos ocupa es de una brutalidad espontánea y natural que deja sin palabras a quien se atreva a terminar de ver su escaso metraje: 20 minutos. Partiendo de dos realidades bien distintas y que intercala a lo largo del corto, por un lado el monótono trajín de cotidianeidad de las personas y cosas por las calles de París por un lado y por otro el mecanicismo primario del trabajo humano en dos mataderos de la capital francesa, el director crea un contraste de formas y narraciones (suaves y de tonos mustios en el desarrollo de las escenas exteriores de París y seco y de tono acre y poco modulado en las que muestra el sacrificio de las bestias) que hace de la indiferencia y la muerte un continuo en el que por un momento no sabe el espectador a qué parte de los seres vivos hace referencia con las bestias del título.

Franju decide ser netamente descriptivo, sin paliativos, pero renuncia a cortar la imagen o girar la cámara cuando otros lo verían preciso. En esa objetividad terrible surge el choque con la realidad que también narrara mucho después Nikolaus Geyrhalter en el filme austríaco “Nuestro pan de cada día” (2005) y que mucho debe a este cortometraje de Franju. Lo que de explosivo y quizá de más maniqueísta tenía “Earthlings” (Shaun Monson, 2003), narrada por Joaquin Phoenix, y que le restaba buena parte de eficacia para los no convencidos o aquellos más seguidores de una postura ecléctica, es aquí puro realismo y naturalidad; Franju, en 1949, nos escupe a la cara: esto es así, lo quieras o no, y este es el proceso que siguen los animales hasta llegar a tu mesa. Y las cosas no han cambiado tanto más allá de algún dardo de aturdimiento, que no siempre esa efectivo (contemplar la nombrada cinta austríaca de método igualmente pragmático, incluso aún más en su renuncia absoluta al uso de la narración hablada, da buena cuenta de ello).

Pero si bien todo lo resuelto en párrafos anteriores puede resultar obvio visionando la cinta de Franju, no vamos a olvidar lo menos obvio. El filme francés es arriesgado hasta decir basta y tiene evidentes similitudes con el movimiento surrealista y vanguardista, por lo que mucho suele haber de fondo, y el simbolismo de estos dos estilos de hacer cine y crear sensaciones hace recordar irremisiblemente ante la frialdad de lo que estamos viendo los campos de exterminio nazis. Lo que no consiguieron distribuir Berstein como realizador y Hitchcock como montajista con su «Memory of the Camps» debido a lo explícito del sufrimiento humano, lo logra Franju desde el imaginario.

Prohibido pinchar en el vídeo a los estómagos sensibles (y ni tanto).

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