«73 Cows» (2018)

     Jay y Katja Wilde son un matrimonio de granjeros de Inglaterra. Desde que, en 2011, Jay heredó de su familia la granja Bradley Nook ya mostró sensibilidad y decidió en un primer momento pasar de la producción ganadera de vacas lecheras a la de carne orgánica por pensar que era menos perjudicial para el bienestar de las reses. Pero claro, si alguien tiene sensibilidad no puede evitar sentir cariño por los animales que cuida y seguir dándose cuenta de que sufren y padecen. Tanto o más que él cada vez que subía a las vacas al camión camino del matadero. Sencillo: Jay no era feliz, sentía que estaba realizando una labor que lo único que conseguía era provocarle daño.

     Hace poco recordé una frase del pastor baptista Martin Luther King Jr: «a veces, cuando debemos tomar una posición, la cobardía pregunta: ¿Tendré seguridad? El pragmatismo pregunta: ¿Me conviene políticamente? La vanidad pregunta: ¿Es popular? Pero la conciencia pregunta: ¿Es lo correcto? Y hay momentos en que un individuo con integridad moral debe tomar una posición que no es segura, ni políticamente conveniente ni popular. Pero debe hacerlo porque es lo correcto». Cambiar el modelo de granja no le otorgaba a los Wilde la más mínima seguridad, como cada vez que salimos de nuestra zona de confort; tampoco era lo más conveniente a nivel económico; ni supuso un arranque de popularidad entre sus vecinos, que llamaban a Bradley Nook la granja rara. Pero Jay tenía claro que era lo correcto. Continue reading

«La idea» (1932)

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Escena del filme de Bartosch

Podríamos pensar que hay personas a las que de repente les suena la flauta por casualidad o concluir que, como diría Picasso, tal vez la inspiración viene cuando estás trabajando. Esta máxima podría aplicarse al prácticamente desconocido director austro-húngaro Berthold Bartosch, que lo sería del todo si no contara en su rácano haber con el impactante cortometraje de animación «La idea», aunque ya hiciera sus más que notables pinitos artísticos colaborando con la rompedora realizadora Lotte Reiniger en la animación de las siluetas del primer largo de animación que se conserva: el originalísimo «Las aventuras del Príncipe Achmed».

A veces las reseñas, críticas y demás vainas sobran al nombrar una obra, del mismo modo que no le hacen falta bailes al agraciado con el gordo de la lotería de Navidad. Es el caso que nos ocupa, más allá de las bondades del filme que está considerado casi por unanimidad la primera cinta de animación de componente filosófico, poético y serio para adultos.

El único resumen posible lo pone el propio Bartosch en los títulos iniciales:

Los hombres viven y mueren por una idea
pero la idea es inmortal
puedes perseguirla,
puedes juzgarla,
puedes prohibirla,
puedes sentenciarla a muerte.

Pero la idea sigue viviendo en el espíritu de los hombres.

Donde quiera que exista
de lado a lado la miseria y la lucha
surge ahora aquí,
a veces, ella continúa
camino a través de los siglos

La injusticia tiembla antes de que
los oprimidos señalen el camino hacia un futuro mejor
Aquel a quien penetra no se siente aislado
Porque por encima de todo es la idea.

«La sangre de las bestias» (1949)

Georges Franju by maxoulecter

Georges Franju by maxoulecter

Hay filmes sobre la vida cotidiana muchos más terroríficos que cualquier película de George A. Romero. A otro Georges saco a colación, y aunque algunos blogueros me vayan a tirar de las orejas -casi con todo merecimiento- por dedicar la entrada a uno de los primeros cortometrajes del inclasificable director francés Georges Franju en lugar de a su exquisita obra maestra “Los ojos sin rostro”, lo cierto es que visionando “La sangre de las bestias” llega uno a comprender las cotas de realismo y falta de complejos sobre lo políticamente correcto que muestra en esa cinta de culto de la década de los 60.

“Los ojos sin rostro” es un magnífico terror de ficción, pero el filme que nos ocupa es de una brutalidad espontánea y natural que deja sin palabras a quien se atreva a terminar de ver su escaso metraje: 20 minutos. Partiendo de dos realidades bien distintas y que intercala a lo largo del corto, por un lado el monótono trajín de cotidianeidad de las personas y cosas por las calles de París por un lado y por otro el mecanicismo primario del trabajo humano en dos mataderos de la capital francesa, el director crea un contraste de formas y narraciones (suaves y de tonos mustios en el desarrollo de las escenas exteriores de París y seco y de tono acre y poco modulado en las que muestra el sacrificio de las bestias) que hace de la indiferencia y la muerte un continuo en el que por un momento no sabe el espectador a qué parte de los seres vivos hace referencia con las bestias del título.

Franju decide ser netamente descriptivo, sin paliativos, pero renuncia a cortar la imagen o girar la cámara cuando otros lo verían preciso. En esa objetividad terrible surge el choque con la realidad que también narrara mucho después Nikolaus Geyrhalter en el filme austríaco “Nuestro pan de cada día” (2005) y que mucho debe a este cortometraje de Franju. Lo que de explosivo y quizá de más maniqueísta tenía “Earthlings” (Shaun Monson, 2003), narrada por Joaquin Phoenix, y que le restaba buena parte de eficacia para los no convencidos o aquellos más seguidores de una postura ecléctica, es aquí puro realismo y naturalidad; Franju, en 1949, nos escupe a la cara: esto es así, lo quieras o no, y este es el proceso que siguen los animales hasta llegar a tu mesa. Y las cosas no han cambiado tanto más allá de algún dardo de aturdimiento, que no siempre esa efectivo (contemplar la nombrada cinta austríaca de método igualmente pragmático, incluso aún más en su renuncia absoluta al uso de la narración hablada, da buena cuenta de ello).

Pero si bien todo lo resuelto en párrafos anteriores puede resultar obvio visionando la cinta de Franju, no vamos a olvidar lo menos obvio. El filme francés es arriesgado hasta decir basta y tiene evidentes similitudes con el movimiento surrealista y vanguardista, por lo que mucho suele haber de fondo, y el simbolismo de estos dos estilos de hacer cine y crear sensaciones hace recordar irremisiblemente ante la frialdad de lo que estamos viendo los campos de exterminio nazis. Lo que no consiguieron distribuir Berstein como realizador y Hitchcock como montajista con su «Memory of the Camps» debido a lo explícito del sufrimiento humano, lo logra Franju desde el imaginario.

Prohibido pinchar en el vídeo a los estómagos sensibles (y ni tanto).

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=9LBRr2bGGUE]

«La mano» (1965)

Jirí Trnka creando algunas marionetas para

Jirí Trnka creando algunas marionetas para «Las aventuras del buen soldado Svejk»

Son menos de 20 minutos, el corto. Y suponen todo un legado, pues esta última incursión en el mundo del cine, pocos años antes de morir de manera prematura, del gran Jirí Trnka es uno de los más tristes y duros alegatos que pueden verse en pantalla sobre la libertad creativa.

Trnka, proveniente de una familia de fabricantes de marionetas, ya había mostrado su compromiso como autor a mediados de la década de los 50 llevando al cine en varios cortos la conocida novela antibelicista «Las aventuras del buen soldado Swejk» del también checo Hasek, y siguiendo la preciosa línea de animación stop-motion desarrollada especialmente por el director polaco Ladislaw Starewicz y que ha llegado casi sin modificaciones técnicas hasta la era actual, crea una historia conmovedora y dura que no deja resquicio para la bondad del Estado, que mata y cuando consigue su propósito se siente con la autoridad moral de hacer al fallecido un funeral con todos los honores. Aún sorprendente resulta que en el momento de su estreno pasara la censura comunista; algo rectificado con rapidez dejando el filme en el ostracismo durante veinte años.

Una absoluta delicia, que dio discurso y disparo de salida al característico cine de animación checo de directores de la talla de Jan Svankmajer.