País Moreno

En país Moreno, la inmensa mayoría de sus habitantes tiene el pelo de color oscuro: entre negro carbón y castaño claro. Las gentes de la zona se sienten inmensamente orgullosas del tono de su melena. Lo lucen por la calle de manera esplendorosa, casi vanagloriándose de formar parte de ese pueblo digno de pelo bruno. Da igual que pueblen sus cabezas rizos, ondas, lisuras o alopecias galopantes; lo importante es entrar dentro de la gama.

No es menos cierto que, en país Moreno, una proporción nada desdeñable de la población tiene el pelo rubio o dorado. Sin embargo, debido a que, por norma general, el vecindario ha presumido de aquella manera tan excesiva de gozar de un color de cabello oscuro, y llevan desde que el mundo es mundo creyéndose el pueblo elegido por ese simple hecho soberanamente abstruso, la gente rubia o de pelo dorado se ha pasado décadas y décadas usando pañuelitos, tocas, gorros o sombreros de variadas formas y tamaños (chistera, bombín, panamá, pamela…) para ocultar el propio orgullo de pelo diverso. Incluso algunas de ellas se teñían el pelo para sentirse seres más normativos y conformes. Más queridos en definitiva. Continue reading

«Bitch Planet» (2015)

    Sin lugar a dudas, la mejor manera de explicar de qué va la novela gráfica esta, tan desconocida, llamada congruentemente Bitch Planet, es copiar el texto que aparece en la contraportada de sendos volúmenes con ligeras modificaciones (que coloco entre paréntesis):

¿Eres NO CONFORME?

¿Te AMOLDAS a tu ETIQUETA? (¿ENCAJAS bien en tu HUECO?)

¿Eres demasiado GORDA,

demasiado FLACA,

demasiado ESCANDALOSA,

demasiado TÍMIDA,

demasiado RELIGIOSA,

demasiado LAICA,

demasiado PUDOROSA,

demasiado SEXUAL,

demasiado GAY (QUEER),

demasiado NEGRA,

demasiado MORENA (RARA),

demasiado LO-QUE-SEA-POR-LO-QUE-TE-ESTÉN-JUZGANDO-(VAN-A-JUZGAR)-HOY?

    Viendo la serie de HBO El cuento de la criada, basada en la novela homónima de Margaret Atwood (otra obra distópica como la que nos ocupa), en más de una ocasión me preguntaba dónde estaban metidas las chicas que se empeñaban una y otra vez en seguir siendo díscolas, o incluso aquellas que no pretendían serlo, sino que simplemente no se ajustaban a derecho ni a la norma social. Por poner un poner: ¿todas las mujeres de la República de Gilead eran heterosexuales o cisgénero? Menos mal que he tenido la oportunidad de leer el cómic de Kelly Sue DeConnick y Valentine De Landro para salir de dudas: todas las mujeres que no se ajustan a lo establecido y son no conformes están en la cárcel de Bitch Planet, porque «viviréis vuestras vidas haciendo penitencia y sirviendo aquí, y que la madre tenga misericordia de vuestra alma».

    La novela de Atwood incidía en una sociedad patriarcal que esclavizaba a las mujeres en beneficio exclusivo del varón, pero la creación de DeConnick y De Landro da una vuelta de tuerca convirtiéndose en una especie de sentido homenaje a todas aquellas mujeres que son juzgadas por no ser lo que se espera de ellas, por no comportarse como debieran y deciden luchar con todos los medios a su alcance para liberarse de esa opresión blanca heteropatriarcal que decide hasta cómo debes peinarte, con quién acostarte o ante quién inclinar la cabeza. Continue reading

«Parentesco» (1979)

    En 1960, cuando Octavia E. Butler tenía 13 años y soñaba con ver publicados sus relatos en las grandes revistas de ciencia ficción de la época, su tía, quizá con la buena voluntad de quien te quiere y no desea que te estrelles frontalmente, y demasiado pronto, con la realidad, le dijo «nena, los negros no pueden ser escritores». Eran los años 60 del pasado siglo; técnicamente podría incluso haberle dicho que los negros no podían ser personas con derechos.

    En uno de sus relatos, la conocida como la gran dama de la ciencia ficción, recordaba que justo a esa edad de 13 años pensaba que no había leído ni una sola línea escrita por una persona negra. Pero se empeñó, y en un mundo y un género dominado por blancos, se hizo un hueco gigantesco, aunque, tristemente, siga siendo una absoluta desconocida entre quienes se consideran fanáticas de la Ci-Fi.

    «Parentesco» resume en parte toda la temática sobre la raza, la sexualidad, la violencia y la diferencia, tal y como ella la percibía en su entorno. El argumento es simple: una mujer negra que vive en California a mediados de la década de los 70, es transportada en varias ocasiones y durante distintos lapsos de tiempo, por circunstancias que se irán dando a conocer a lo largo de la trama, a una plantación de personas esclavas en los años de la Guerra de Secesión de Estados Unidos donde conoce su desagradable historia familiar y a algunos de sus antepasados. Continue reading

Derechos versus privilegios

    Hoy la cosa creo que va a ser breve, porque es fácil de entender hasta para alguien al que le haya estallado una bombona de butano al lado de la oreja y le haya reventado medio cerebro:

    Los derechos propios no se pierden porque se le concedan a otras personas, lo que pierdes, si acaso, son tus privilegios.

    Suena jodido, porque a nadie le resulta digno sentir que se comporta como un egoísta recalcitrante, pero así es. Con solo darle un poco de vueltas al tarro, tener sentido de la decencia y el mismo conocimiento que una liebre de campo a la hora de revisar nuestro argumentario quedaremos en una desnudez más supina que el emperador del cuento de Andersen.

     Vamos a verlo con unos ejemplos históricos:

  • Que las sufragistas lograran el derecho al voto femenino en Reino Unido no impidió que los hombres siguieran votando.

  • Que las personas negras pudieran sentarse en los primeros asientos de los autobuses en Estados Unidos no prohibió a las blancas ocupar esas plazas.

  • Que las parejas homosexuales consiguieran en España el reconocimiento del matrimonio civil no hizo que las heterosexuales se quedasen solteras.

  • Que a las personas trans se le reconozcan los mismos derechos que al resto de mujeres no hace que de repente seas menos mujer, menos feminista y se vaya a consentir el machismo.

     Los hombres, las personas blancas, las parejas hetero y las mujeres binarias lo que perdieron, o temen perder, son sus privilegios. El temita es que es fácil ver los privilegios en los colectivos ajenos al mío, como los tres primeros, así como el daño social que ha ocasionado al resto de la sociedad su descarnada discriminación, pero pensar que a lo mejor haber nacido con vagina es también un privilegio respecto a otras personas que no y soltar frescamente que ellas no son mujeres porque tienen pene… El autobús de HazteOír decía justamente lo mismo; fíjate al final la de cosas que nos unen a la derecha más rancia.

     Hay también muchos otros derechos que creemos que vamos a perder, pero a los que no hacemos el más mínimo caso, porque si indagamos volveríamos al bucle de que, en el fondo somos unos egoístas del carajo: el derecho a la libre circulación entre países (yo si puedo, pero las personas de África, no); el derecho a buscar un trabajo digno (yo si puedo, pero las personas de África, no); el derecho de asilo (yo si puedo, pero las personas de África, no)… Pues anda que no hay. Una hartura, pero no seguiremos que al final va a resultar que no tengo ni un jodido derecho, que son todo privilegios. ¡Acabáramos!