Dejar de ser

Happy New Year 2019, by Marian Kamensky

Propósitos para el año nuevo:

 

  • Dejar de fumar

  • Apuntarme al gimnasio

  • Empezar una colección

  • Hacer dieta

  • Ser mejor persona

      No sé bien en qué consiste eso de ser mejor persona. Se lo oigo decir a mucha gente y por norma general se refieren a no enfadarse tanto con los hijos, o con el marido, o con la suegra; o a no tener tan mal genio en el trabajo, o cuando te llevan la contraria; o a ceder un poquito en la toma de decisiones, y ser más flexible.

      Yo pienso que mejor sería quizá tratar de dejar de ser mala persona, que se le parece, pero no es lo mismo, y aprender a separar el grano de la paja y a distribuir equitativamente las responsabilidades; es como lo que antiguamente se llamaban pecados de omisión, a los que no echaba cuentas ni el tato porque mientras no haga de manera directa nada malo… A saber: no robo, no mato, ni me acuesto con mujeres impuras, luego, soy la leche.

      Propósitos para el año nuevo:

  • No repetir el mantra de que los inmigrantes vienen a quitarnos el curro y que no puede haber papeles para todos, como si tuvieran menos derechos que yo o fueran personas de segunda.

    En caso de cagarla y repetir el mantra, echarle un ojo a mi móvil con coltán del Congo que ha provocado una guerra civil promovida por transnacionales de Occidente que ocasionó en seis años la friolera de casi cuatro millones de muertes; a mi ropa de Inditex y mis zapatillas Adidas, made in Bangladesh o Vietnam, productos del trabajo esclavo, incluidos niños y niñas; a mi cafelito de por las mañanas o media tarde, procedente de la explotación intensiva de tierras y de la expulsión del campesinado en el África Subsahariana o en América latina; o a mi cuenta bancaria, en la Caixa, BBVA, el Santander… que invierten mi dinero en empresas de armamento que luego exportan a esos países de los que me da tanto coraje que la gente venga. Todo por un bien, ¿eh?, no vaya a resultar que sus recursos sí que puedan entrar libremente sin muros ni gaitas, pero ellos, no.

  • No tratar a los pobres como si fueran apestados sociales que no quieren trabajar y que viven del cuento y de las ayudas sociales.

    En caso de cagarla igualmente y tratarlos así, echarle un ojo al sueldo de tu jefe, ese que no te da vacaciones ni asuntos propios, que te mangonea tus derechos laborales y que te hace trabajar horas extras gratis porque a final de mes no puede ganar menos de 4.000 euros limpios; o al presupuesto en Defensa (no sé de quién leñes nos tenemos que defender), que él solito daría para aumentar la inversión en educación, sanidad y hasta para una renta básica universal a toda la ciudadanía; o a los sindicatos mayoritarios, esos que pactaron el despido a 22 días por año trabajado y los contratos en prácticas. No vaya a resultar también que te creas que la culpa de tus condiciones laborales y de tu sueldo de mierda la tienen los pobres.

     Feliz 2019, que se dice, para los inmigrantes, para los excluidos, para las malas personas como yo que tratan de serlo menos.

Gente buena

horror, by Estefano

Sé de gente buena.
Todos sabemos,
de hombres y mujeres cuyo afán
es mear señeramente agua bendita.

Que soportan el ubicuo don de revelar,
con igual resignación como torpeza,
el odio y la maldad entorno suyo,
en lugares inverosímiles
y hasta ignotos,
donde ni el más crédulo
ni el más avieso de los seres
sería capaz siquiera de apreciarlo.

Gente de bien,
buenas personas,
adheridas a la ecuánime virtud que es el respeto,
que reside en mantener la equidistancia
y aceptar al que odia y al odiado:
al marica y al tránsfobo,
al negro y al fascista,
a la mujer y a su asesino.

Gente buena,
todos sabemos,
que perciben el sentir de cada prójimo,
sin juicio y sin rencor,
es mera gracia:
la mala follá de la vecina,
la galbana del parado,
el morro descarao del inmigrante.

Buena gente,
de un espíritu tan lato y virtuoso que,
a pesar de tanta mierda entorno suyo,
no descubre en sí misma ni una tara.

Vox que grita en el desierto

Two Worlds, by Mello

     Deme ha tenido que leer mi entrada del lunes. Don Demetrio Fernández González me refiero, obispo de Córdoba; perdonen las familiaridades, pero es lo que tiene la fraternidad, que da algo de confianza por más que, ni mucho menos, lo haya elegido yo como hermano. Desde luego hermano en la fe, va a ser que no, espero que me sirva de excusa.

 

     Le habrá jorobado leer a un católico hablar bien de la iglesia como pueblo de Dios y gozarse del feminismo y, por alusiones, se habrá visto constreñido a intervenir, escribir su carta pastoral de la semana y dejar claras las bases y la fundamentación de su teología y su concepto de Dios, ese que, al ser Padre, nos hace hermanos a él y a mí, aunque no me apetezca en absoluto.

 

     Para saber un poco de la alegría a espuertas del prelado mayor de la ciudad de los Califas por el espectacular vuelco electoral en Andalucía, es menester recurrir a los datos objetivos, no vaya a resultar luego que nos estamos inventando ideas. PP y Psoe han perdido escaños, así que por ahí no debe de ir la alegría, y el único cambio evidente más allá de la subida de Ciudadanos, es la irrupción de Vox. Ante tal panorama, Demetrio se lanza al dislate de aupar a Andalucía como pionera de un cambio social que espera se realice en el resto de España. Bueno, en realidad, este hecho en sí, es una mera opinión y un deseo personal, lo del disparate es asociar la subida de la ultraderecha con «hacer un mundo nuevo, más justo, más humano, más fraterno, más con Dios y más para el hombre». Esta retahíla de adjetivos unidos al programa de la ultraderecha dejan tres posibilidades que, por desgracia, no son autoexcluyentes:

  • el obispo es un ignorante

  • el obispo es un imbécil

  • el obispo es un inconsciente

     Existe una cuarta opción, tampoco autoexcluyente, pero que da un poco de repelús apuntar por más que, con una ligera reflexión sea una de las conclusiones más evidentes a las que llegar: el obispo no es cristiano.

 

     A saber; Don Demetrio, aparte de mezclar churras con merinas y unir tal amalgama de ideas sobre educación libre, eutanasia, aborto… que no sabe al final uno por donde va a salir la cosa, centra su diatriba en el debate eterno sobre la persecución de la fe católica, pero sin dar un solo argumento y sacando a colación como ejemplo la titularidad de la Mezquita (perdón, Catedral). Por más que Jesús, ese tipo raro al que dice seguir, comenta en un par de apartadillos de su programa electoral que «al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa» (Mateo 5, 40) o que «a todo el que te pida, dale, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames» (Lucas 6, 30). Y eso que la Mezquita, de la Iglesia, no es que esté claro precisamente que sea.

 

     La verdad es que sobre educación libre (aparte de lo que se entienda por libre), aborto o eutanasia no podemos encontrar ni una sola palabra en boca de Jesús. Podemos hacer elucubraciones mentales al respecto de los motivos de ello, pero la realidad es que, a lo largo de los siglos de historia de la Iglesia, incluso sobre el aborto ha habido diferentes posturas siendo Tomás de Aquino en el siglo XIII más abierto de mente que la jerarquía actual. Y no, por más que nos empeñemos no tiene nada que ver el asunto con los estudios y los conocimientos de biología de la Edad Media, porque no es que la Iglesia del siglo XXI se muestre generosa con los avances científicos en la genética. Todo ello dando por sentado que el único partido con representación que rechaza de pleno la Ley de Plazos y no considera la interrupción voluntaria del embarazo como un derecho es Vox. Sigue leyendo

Sin pelos en la lengua

Confident Boxer, by Matheus Ferrero

     No da la jerarquía eclesial demasiadas alegrías al personal como para enorgullecerse e ir por ahí a pecho descubierto soltando que es uno católico. Los medios de comunicación y los comentarios sesgados de determinados grupos de presión tampoco es que ayuden mucho, pero, haciendo un acopio de honestidad, las intervenciones de la prelatura ya se bastan por sí solas para que, cada vez que abren la boca, suba el pan con mayor inflación que la del Perú durante el primer mandato de Alan García. Corriendo un tupido velo sobre las más básicas nociones de historia acerca de las Cruzadas, la Inquisición o la evangelización de América, nos quedan las recientes y recurrentes acusaciones y condenas sobre pederastia, o las insensatas declaraciones del clero –es lo que suele pasar cuando se habla de aquello de lo que no se tiene la más mínima experiencia– sobre el sexo, el matrimonio o lo que les ha dado por llamar errónea y capciosamente ideología de género en lugar de perspectiva de género. Por más que tengamos que agradecer que el cabeza de cartel, el papa Francisco, es de lo mejor que ha dado la ganadería –perdón por la comparación– en las últimas décadas; pero cuando se transita por el fino hilo de los feminismos y del patriarcado, generalizando un poco, todos los gatos asotanados son pardos.

 

     Y de eso va la cosa: del feminismo, del patriarcado, del género y de teología. Sí, parece uno de esos juegos educativos en los que el alumnado tenía que averiguar qué palabra estaba fuera de contexto: «teología, teología», se oye responder al unísono. También son prejuicios, de los gordos, y hay momentos en los que no cuesta nada sentirse orgulloso de ser católico, feminista –o al menos andar en camino – e incluso hombre, que ya es. Este sábado 1 de diciembre fue uno de ellos, durante la celebración del Foro Cristianismo y Mundo de Hoy, del que mi parroquia es uno de los grupos convocantes y quien suscribe estas líneas uno de los miembros de la Comisión Permanente que coordina el encuentro. Dos teólogas feministas fueron las ponentes: Silvia Martínez Cano, presidenta de la Asociación de Teólogas de España, y Montserrat Escribano-Cárcel, que pertenece a su Junta directiva. Los currículos de ambas dan para otra entrada, por más que no las conozca ni el arzobispado de Madrid –al que pertenece Silvia–, que no sabía hasta el año pasado de la existencia de dicha asociación, que acaba de cumplir 25 años.

 

      No hubo pelillos en la lengua por parte de ninguna, ni en la contundencia ni en la firmeza, ni se les olvidó hablar de temas imprescindibles y supuestamente intocables como el movimiento LGTBIQ+ , el feminismo radical, el género, el modelo de familia tradicional o el aborto. No daba crédito, aunque haya de reconocer que era lo que pretendíamos, los ojos como platos y emocionado como un niño que acaba de ver el mar escuchando a las dos mujeres hablar sobre la cuarta ola del 8M, el #Metoo o los micromachismos. Sigue leyendo