Recursos (in)Humanos

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Empathy and Emotional Intelligence by Roy Blumenthal

SECCIÓN DE RECURSOS HUMANOS*

Versión 1:

Trabajador/a X: hola, quería consultarle si podía pedir un día de asuntos propios para mañana. He tenido algunos problemas personales y…
Recursos Humanos: no, no es posible. Es obligatorio solicitar los días de asuntos propios con al menos 15 días de antelación. Figura en el convenio, en el apartado de licencias retribuidas.
Trabajador/a X: es que es muy urgente, ¿no podría hacer una excepción? Aunque sea sin cobrar el día.
Recursos Humanos: no, si hago una excepción contigo mañana cualquier compañero se creerá con el mismo derecho y vendrá a solicitarme otra cosa. Para otra ocasión hazlo con la debida antelación.
Trabajador/a: adiós.
Recursos Humanos: hasta luego.

Versión 2:

Conchi: Javi, ¿podría pedirme mañana de asuntos propios?
Javi: ¿ha pasado algo? Estás rara.
Conchi: mi marido, que ha intentado suicidarse.
Javi: Pero… ¿no estaba ya mejor? Lo siento.
Conchi: sí, ya no bebe, pero los problemas económicos que estamos teniendo le están agobiando y esta mañana se ha tomado un bote de pastillas. Me han dicho que le dan el alta esta noche, pero que sería recomendable que alguien estuviera con él las próximas 24 horas y no quiero dejarlo solo por las noches.
Javi: no te preocupes, lo importante es que estés con él ¿Cuando entrabas de turno?
Conchi: mañana, de turno de noche.
Javi: pues ya está, llamo a Ana que te sustituya.
Conchi: que si tengo que cambiar turno no pasa nada. O devolverte las horas.
Javi: no, no, ya vemos cómo lo hacemos, pero no te preocupes. Y si necesitas otro día me vas diciendo cómo vais.
Conchi: gracias, Javi.
Javi: para eso estamos.

     ¿Qué hay distinto en ambas versiones de la misma historia?

     Invito al personal a repensar detenidamente sobre las posibles diferencias -que van muchísimo más allá del resultado- y a discernir si en ellas puede residir en buena medida un enfoque u otro.

     El funcionamiento de Recursos Humanos de las empresas es el paradigma de la sociedad impersonal, robótica, capitalista y neoliberal en la que estamos inmersos y que somos hasta capaces de normalizar y asumir como el menor de los males posibles. Porque si no, todo el monte sería orégano. Aunque si todo fuera orégano, en realidad tampoco iba a salir perdiendo yo. Sigue leyendo

Poliestireno expandido

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Polystyrene, by Yikrazuul

   Tiene diez años. Poca cosa, por más que los nenes de hoy día resultan ser, a espuertas, meridianamente más listos de lo que lo era yo a esa edad. E incluso con cuatro años más. Disfruta con su huerto urbano, con la pesca aunque no pesque nada, iluminando el salón con luces de discoteca, montando pasos de Semana Santa y Belenes o subiendo vídeos caseros a Internet para compartir todas esas cosas que le entusiasman.

    Ya tenía en mente alguna idea para la Navidad y le soltó a su tía:

    – Tita, ¿dónde puedo comprar poliestireno expandido?

    La susodicha se quedó tan anonadada como me hubiera quedado yo. A cuadros. E hizo la misma pregunta de ignorancia que hubiera hecho yo:

    – ¿Poli qué? ¿Eso qué es?

    – Titaaaa, pues con lo que hicimos la puerta del cole para el paso del año pasado.

    – Ahhh, pero eso es corchopán –muy digna.

    – ¿Corchopán? Se llama poliestireno expandido. O poliexpán.

    Me acordé del chiste aquel del paciente que va a la farmacia y pide una caja de ácido acetilsalicílico. “Una caja de aspirinas, ¿no?”, contesta el farmacéutico. “Eso, es que nunca me acuerdo del nombre”.

    Nos hacen reflexionar los infantes. Si andamos un poco despiertos. El niño se sabía al dedillo cual era la palabra técnica que hacía referencia a ese material porque le interesaba. Y cuando algo te interesa ves vídeos, lees sobre el tema, te informas… En definitiva, sacas tiempo hasta de debajo de las piedras para ser un experto en el asunto. Y ni se te ocurre pensar que te lo estás quitando de otra cosa: que no puedes ver los dibujos, que no puedes jugar a la Play, que es la mar de difícil hasta la pronunciación y no tiene sentido seguir dándole vueltas al tarro. Al final eres capaz hasta de deletrearlo. Y de atrás hacia adelante. Sigue leyendo

¡¡FELIZ LUCHA!!

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«No podría mirar a mis hijos a los ojos y decirles que ellos viven así, porque yo no me animé a luchar.»

     Puede que no sea ésta la felicitación más apropiada para el año nuevo, pero confío en que sí. Al menos es lo que pretendo.

     Tengo que decir que no acabó muy bien este 2016. El 25 de diciembre falleció de forma inesperada una de las personas mayores de mi curro. Mercedes. Un encanto de señora, que siempre me recibía con una sonrisa en el hall de entrada y me despedía con otra en el mismo lugar. Desde su silla de ruedas.

     En la madrugada de ayer, 30 de diciembre, a la hermana muerte le dio otra vez por hacer de las suyas. Una amiga de Mercedes, Manolita, que solía estar a su lado en la entrada, también murió cogiéndonos a todos por sorpresa.

     Ochenta y cuatro y noventa y seis años tenían respectivamente.

     Ya entrada la mañana me llama por teléfono una compañera del equipo. Una auxiliar de geriatría. Me dice que había ido a hacerse unas pruebas, porque tenía dolor en el cuello, en la espalda… algo tan común en este gremio que nunca le echan cuentas. Le acababa de decir el especialista que tenía una artería a punto de estallarle y que no podía seguir trabajando porque su vida corría serio riesgo. Lleva trabajando de auxiliar desde jovencilla. Se puso a llorar. Sigue leyendo

Deberes: la injusta obligación

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     Deberes. La palabreja de marras no se libra de la quema ni en las primeras definiciones que muestra cada una de las dos acepciones del Diccionario de la Lengua Española:

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    Obligación. No hay más. Y el asunto se pone aún más serio si recurrimos a los significados que devuelve el verbo obligar, que aún es más clarificador.

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     Claro, que es que a los nenes y nenas hay que obligarlos, porque aunque ellos no sean capaces de razonarlo resulta que es un bien para su futuro, tan halagüeño y esperanzador. Porque de esos deberes son a los que me quiero referir.

     Podríamos decir que dicho argumento es sumamente subjetivo y puede ser sometido a debate y análisis sin demasiados esfuerzos lingüísticos ni metafísicos, pero el caso es que, aparte de que mandar deberes a casa sea o no condenar a una criatura a galeras, hay un aspecto bastante más esencial y con el que me encuentro con demasiada asiduidad como para pasarlo por alto.

    Dos situaciones reales que dudo puedan ser casus belli para quien se atreva a leer estas líneas. Sigue leyendo