Como grabado a fuego lo siento, igual que si mi cuerpo fuera el de una res a la que acabasen de marcar en el Far West para ponerme un poco a salvo de los cuatreros. Y han pasado veinte años, pero no existe un verano que no lo recuerde, por más que, tal vez, los medios de comunicación no vuelvan a servirle de eco o vayan a mostrarse mucho más ocupados con el primer aniversario de los atentados de Barcelona y Cambrils..
Sábado 15 de agosto de 1998, atentado en Omagh. A las 15:10 horas, un coche estacionado en la Market Street de la capital del condado de Tyrone en Irlanda del Norte, cargado con 225 kilos de explosivos caseros, detona asesinando a 29 civiles y dejando un total de 220 heridos. Entre las personas fallecidas se encuentran dos de nacionalidad española: la estudiante Rocío Abad Ramos, de 23 años de edad, y el niño Fernando Blasco Baselga, de 12. Pocos días después, el autodenominado IRA Auténtico, una escisión del IRA Provisional que no aceptó los Acuerdos de Paz del Viernes Santo firmados meses antes, reivindica la autoría del atentado, el más grave de todo el conflicto en Irlanda del Norte, e informa de que su intención no era provocar una masacre; simplemente no encontraron aparcamiento cerca del Palacio de Justicia, dejaron el vehículo en una calle próxima y los tres avisos telefónicos advirtiendo de la colocación del coche-bomba fueron tan inexactos que la policía llegó a evacuar a algunas personas a la zona aneja al vehículo.
Aquel año, pasaba parte de mis vacaciones de verano en un Camping de Caños de Meca (Cádiz) junto a mi pareja y escuchamos la noticia por la radio. Terrible. Como no éramos demasiado aficionados a los móviles y entonces resultaban tan escasos como abiertamente prohibitivos en cuanto al precio, no fue hasta la tarde noche del mismo día, tras realizar una llamada desde las denostadas cabinas de teléfono a un amigo, cuando se nos heló la sangre.
–Ha muerto la Peque.
–¿La Peque? ¿Qué dices?
La capacidad para asociar insensateces e inoportunidades sólo está al alcance de gente neurótica.
–El atentado de Irlanda –nos dicen, y empezamos a asociar sin la más mínima insensatez ni inoportunidad. Sigue leyendo