¿Cita en Omagh?

La Peque, delante de mí durante el Camino de Santiago (1997)

     Como grabado a fuego lo siento, igual que si mi cuerpo fuera el de una res a la que acabasen de marcar en el Far West para ponerme un poco a salvo de los cuatreros. Y han pasado veinte años, pero no existe un verano que no lo recuerde, por más que, tal vez, los medios de comunicación no vuelvan a servirle de eco o vayan a mostrarse mucho más ocupados con el primer aniversario de los atentados de Barcelona y Cambrils..

     Sábado 15 de agosto de 1998, atentado en Omagh. A las 15:10 horas, un coche estacionado en la Market Street de la capital del condado de Tyrone en Irlanda del Norte, cargado con 225 kilos de explosivos caseros, detona asesinando a 29 civiles y dejando un total de 220 heridos. Entre las personas fallecidas se encuentran dos de nacionalidad española: la estudiante Rocío Abad Ramos, de 23 años de edad, y el niño Fernando Blasco Baselga, de 12. Pocos días después, el autodenominado IRA Auténtico, una escisión del IRA Provisional que no aceptó los Acuerdos de Paz del Viernes Santo firmados meses antes, reivindica la autoría del atentado, el más grave de todo el conflicto en Irlanda del Norte, e informa de que su intención no era provocar una masacre; simplemente no encontraron aparcamiento cerca del Palacio de Justicia, dejaron el vehículo en una calle próxima y los tres avisos telefónicos advirtiendo de la colocación del coche-bomba fueron tan inexactos que la policía llegó a evacuar a algunas personas a la zona aneja al vehículo.

     Aquel año, pasaba parte de mis vacaciones de verano en un Camping de Caños de Meca (Cádiz) junto a mi pareja y escuchamos la noticia por la radio. Terrible. Como no éramos demasiado aficionados a los móviles y entonces resultaban tan escasos como abiertamente prohibitivos en cuanto al precio, no fue hasta la tarde noche del mismo día, tras realizar una llamada desde las denostadas cabinas de teléfono a un amigo, cuando se nos heló la sangre.

     –Ha muerto la Peque.

     –¿La Peque? ¿Qué dices?

     La capacidad para asociar insensateces e inoportunidades sólo está al alcance de gente neurótica.

     –El atentado de Irlanda –nos dicen, y empezamos a asociar sin la más mínima insensatez ni inoportunidad.

     Joder, Rocío Abad Ramos, con su nombre y sus dos apellidos… pero jamás la habíamos llamado así, por más que lo supiéramos de sobras. La Peque, jovial y risueña como era, amante del deporte (apenas quince días antes habíamos compartido equipo de fútbol-sala en una escuela de verano en Córdoba) y llena de esperanzas, se había marchado de intercambio aquel verano a Donegal, en la frontera con el Ulster y aquel fatídico día se hallaba de visita en Omagh con un grupo de niños por las fiestas de la localidad. Concluyeron los investigadores que, posiblemente, la bomba le detonó en la espalda al tratar de proteger a los niños de los que se hacía cargo, cuatro de los cuales también fallecieron en el atentado.

     EL IRA Auténtico, tras las presiones políticas y la conmoción internacional provocadas por la tragedia, anunció su disolución un mes después. A día de hoy, aún nadie ha sido declarado culpable del atentado, pues la única persona que fue condenada por un tribunal, Colm Murphy, simpatizante del IRA, fue absuelta en 2016 tras ser anulada la sentencia.

     Y seguimos, igual, quizá no en Irlanda del Norte, pero sí usando y manoseando las angustias de otras personas para conseguir rédito político y electoral, alimentando al lobo interior, matando inocentes y ayudando a que se mantenga intacto el odio y la visceralidad, que no la justicia, en Euskadi, Siria o Yemen. Porque cada vez que alguien aboga a la ideología, al respeto y a la dignidad de las víctimas para enquistarse en su propio ego colabora en la muerte de inocentes, si es que hubiera acaso que encontrar un único culpable.

     Un error es poner una be donde debiera escribirse una uve, incluso puede ser un error trágico equivocarse en 150 yardas, pero hacer política de estado, de manera deliberada y alevosa, aunque solo conlleve el sufrimiento o la muerte de un inocente, no es un error, sino malicia.

     Hay que dejar descansar en las cunetas a todo el mundo, menos a lo relacionado con los exmilitantes de ETA, su entorno o sus familias. Hay que salvar a todo el mundo, menos al resto del mundo.

     La muerte no da citas como si se tratara de un médico del seguro; las citas se anotan en los despachos, y en ellos se sientan los que ordenan a la muerte a quien tiene que llevarse y quien se queda.

 

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