«Del 69»

2656507127965    No hay nada tan reconfortante para el común de los mortales como el hecho de que un colectivo, una sociedad, una nación cometa la más atroz de las tropelías. Lo de menos es que uno mismo forme parte del grupo en cuestión, pues la responsabilidad personal dentro de una decisión global se diluye igual que un azucarillo en una taza de café hirviendo.

    La maldad de otros tiene un efecto impermeabilizante que ya quisiera para sí cualquier bota de montaña. Se encuentra uno tan ocupado protestando, lanzando sapos y culebras, indignándose con el comportamiento ajeno que no le queda tiempo para darle pábulo a la propia grosería y es sencillo pasar de puntillas sobre las tropelías e insolidaridades individuales. Pero el caso es que cada ser humano es injusto en la medida de sus posibilidades, y que la UE se haya comportado como la peor madrastra posible no justifica que en nuestra vida cotidiana, en nuestra historia personal no luchemos por el derecho de toda persona a buscar una vida mejor. Y no hablo sólo de los refugiados, ni de los países empobrecidos… sino de mi vecino del quinto, de los ciudadanos considerados de segunda y que malviven en barrios en situación de exclusión o a la vera del camino.

    Cambiar la historia a beneficio de todos no depende de los poderosos; no son ellos precisamente quienes lo han intentado siquiera una vez. Lo han hecho personas que no pasaron de puntillas, que observaron los acontecimientos con rigor y a las que les importó más el futuro que el hecho de recoger frutos inmediatos.

    Que nadie se atreva a vivir en paz mientras la paz sólo sea propiedad de unos pocos.

    El vídeo de la canción corresponde al acto de presentación del libro “Con patente de corso” de mi amiga, la escritora Mercedes Gallego. Para escuchar el tema en estudio puedes pinchar aquí.

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«Malditos los que vienen en nombre del dolor»

    Mañana, en una hora cercana al mediodía, podría apostar la cabeza sin demasiado riesgo de perderla a que Rajoy, Soraya, García-Margallo asistirán como buenos católicos del cumplimiento (cumplo y miento) a la misa del Domingo de Ramos. Al tiempo que los habitantes de Jerusalén, sacarán ramas de olivo y extenderán su mantos para recibir a quien viene en el nombre del Señor: Jesús, Hijo del Hombre, cuya vida y muerte fue reflejo de la lucha por los desvalidos, los excluidos, los que necesitaban el apoyo que le negaban las instituciones. Rajoy, Soraya, García-Margallo, en esta Europa más farisaica que católica, puede que escuchen compungidos en mitad de la eucaristía la pasión y tortura a la que los poderosos de entonces sometieron a aquel en quien dicen creer o tener fe. A Hollande lo puede salvar de la incoherencia su agnosticismo, no su ética, a Merkel y a muchos otros desde luego que no los rescata de la quema ni el santo que los fundó.

    Antes de esa hora, las doce de la mañana, los países que gobiernan estos grandes de las naciones, en lugar de dar la bienvenida ataviados de mantos y palmas, expulsarán con repugnancia y cajas destempladas a aquellos que vienen como extranjeros en nombre del Señor, a los desvalidos y excluidos, a los que necesitan ese apoyo que se les niega.

    No puedo sentir un asco mayor: “¡Malditos los que vienen en nombre del dolor!”, decís a boca cerrada. “¡Id al fuego eterno, hijos de puta, reservado para el diablo y sus ángeles!”, escucho responder, “porque lo que le hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis”.

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Lepper Messiah by SuperPistaxito

¿Nos duele?

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Pain by BlackSnoopy

     “Señor, nuestro mundo gime, cargado de heridas.
     Duele la guerra provocada entre países pobres.
     Duele el hambre, la injusticia, la incultura…
     Duelen los inmigrantes, refugiados, parados y excluidos…
     todos los que tienen sus derechos pisoteados
     y no cuentan en esta loca historia nuestra”.

     Alrededor de una alargada mesa de madera, sentados cómoda e impávidamente en unas sillas de plástico, con el folleto de la celebración en la mano y escuchando -u oyendo al menos- la oración. Así estábamos, más frescos y saludables que el plato de alubias blancas con maíz y cebolla que frente a cada uno de los comensales debería de servir de única cena en aquella noche de, en repetidas ocasiones, puntual solidaridad con quien suele irse a diario al catre con un tesito o una mano delante y otra atrás.

      No suelo ir yo al médico. Igual que la mayor parte de la peña que conozco. A menos que la cosa no mejore por sus propios medios -o con algún que otro remedio natural en mi caso- prefiero aguantar las molestias, su incomodidad, antes que llevar a efecto el esfuerzo ínclito de pedir cita, perder el tiempo y luego tomarme lo que me digan sólo hasta que crea que ya ha hecho efecto, por más que digan eso de que los antibióticos hay que tomarlos en la dosis y el tiempo convenidos. Algún que otro hipocondríaco conozco, no voy a negarlo, de esos sufridores que creen tener cada una de las enfermedades existentes en el planeta y en el resto de galaxias, que a todos nos hacen mártires pues con un simple escozor acuden el especialista que se las pelan no vaya a ser el comienzo de una enfermedad venérea.

     Pero lo normal -si se me permite la boutade de emplear tan abstruso término- es esperar. Porque no duele y, como no duele, sólo supone incomodidad y molestia, no se hace necesario liarla parda ni buscar soluciones. Sigue leyendo