«Brutos, feos y malos» (1976)

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Ettore Scola, by raschiabarile

Decía Moisés, el cura de mi barrio, aquella frase de que “son pobres, no vamos a pedirles encima que sean buenos”.

    Aunque pudiera parecerlo, la expresión no es un paradigma acerca de las limitaciones per se de las personas en exclusión, sino una constatación a pie de calle de que debiéramos justificar con mayor gracilidad y sin el menor atisbo de duda las taras de determinados colectivos respecto a las de otros. No es lo mismo tener determinados problemas y vivir en el centro neurálgico de una gran urbe, que tenerlos y encima unirlos al hecho de vivir en mitad de un gueto a las afueras de cualquier lugar.

    Por eso, quizá por primera y única vez, no voy a recomendar a todo el mundo la película que da título a la entrada: “Brutos, feos y malos”, del peculiar Ettore Scola. Porque hay que tener mucho sentido del humor, en una curiosa mezcla de Fellini y Kusturica, para comprender su ácida y despiadada crítica hacia la sociedad del bienestar, y no mandar la cinta literalmente al carajo nada más leer el título.

    El planteamiento de cualquier espectador sensato a la hora de acercarse a esta obra de Scola no debiera ser si lo que cuenta es exagerado, grotesco, cargado de prejuicios, o si por el contrario está sujeto a la realidad. Lo pregunta que en cada escena debiera surgirnos y que respondería, con toda justicia a lo que pretende el director italiano, es por qué sucede lo que sucede. Porque lo más crudo de aquello que podemos contemplar en la pantalla es que todo, sin falta, lo he podido vivir en ese barrio en exclusión de cuyos habitantes hablaba Moisés en la primera frase de este texto: embarazos sin sentido, tres generaciones sin modificar pautas de conducta, hacinamientos, incendios provocados, bautizos tan… particulares, la pensión de la abuela. Y lo peor, esa asunción de la falta de dignidad humana: todo se perdona, todo se naturaliza… La visión de la sexualidad recuerda mucho al estilo que retrataba Emile Zola en “Germinal”. Sigue leyendo

Cerumen

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monkey, by naturepost

    Lo tengo claro. El mal del homo sapiens. Aquello que hace que la especie humana, en lugar de avanzar social y éticamente, retroceda. Son los tapones de cera. El cerumen que se acumula en los oídos y casi siempre lo dejas pasar porque se acaba quitando solo. O si no se quita es verdad que puede ser que oigas algo menos, pero ni te das cuenta ya. Como cuando crees que ves de puta madre hasta que alguien te pregunta por qué te acercas tanto a las páginas del libro cuando lees.

    Cerumen. Parece una memez, pero no. Si no se desatasca uno el entramado a tiempo puede producir otitis. Primero externa, después media, y finalmente hasta crónica. Sordo como una tapia. Igual que el muro de Trump. Incluso en cuadros severos ha conducido a enfermedades más graves y letales como la meningitis.

     Un problema los tapones de cera. Que debiera ser de estado, pero es que interesa tanto que la gente esté sorda que mejor preocuparse por los privilegios de los estibadores.

    En un mes y algo he sido testigo hasta en tres ocasiones de los terribles riesgos de los tapones de cera para la evolución del ser humano. Resumo rápido, no vayáis a quedaros sordos antes. Sigue leyendo

Deberes: la injusta obligación

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homework by volkanyenen

     Deberes. La palabreja de marras no se libra de la quema ni en las primeras definiciones que muestra cada una de las dos acepciones del Diccionario de la Lengua Española:

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    Obligación. No hay más. Y el asunto se pone aún más serio si recurrimos a los significados que devuelve el verbo obligar, que aún es más clarificador.

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     Claro, que es que a los nenes y nenas hay que obligarlos, porque aunque ellos no sean capaces de razonarlo resulta que es un bien para su futuro, tan halagüeño y esperanzador. Porque de esos deberes son a los que me quiero referir.

     Podríamos decir que dicho argumento es sumamente subjetivo y puede ser sometido a debate y análisis sin demasiados esfuerzos lingüísticos ni metafísicos, pero el caso es que, aparte de que mandar deberes a casa sea o no condenar a una criatura a galeras, hay un aspecto bastante más esencial y con el que me encuentro con demasiada asiduidad como para pasarlo por alto.

    Dos situaciones reales que dudo puedan ser casus belli para quien se atreva a leer estas líneas. Sigue leyendo

«Gabriela, clavo y canela» (1958)

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Jorge Amado by JMDO

    Decir que en la década de los 50 el machismo campaba a sus anchas por todo el mundo resulta, obviamente, una perogrullada. Que podía considerarse que en Sudamérica aún gozara de más contundencia también sería como para ganar un Pulitzer. Ahora, hablar mínimamente de feminismo y de liberación de la mujer e incluso plasmar esas ideas de manera metódica en una novela, y más por parte de uno de los más ínclitos literatos de tu país, sí puede ser decir palabras mayores.

    Lo curioso del caso es que, encima, dicha novelita de marras sea un éxito en el país de publicación y de origen del autor, Brasil, y que hasta se corra la voz de que Jorge Amado ha cambiado de registro y se ha vuelto romántico. Lo mismo es que no hay peor sordo que el que no quiere oír.

    Jorge Amado no lo pasó bien. Su afiliación desde joven al Partido Comunista tuvo que pagarla y se exilió a Europa hasta mejor ver. Sus novelas eran un absoluto y machacón golpe en la nuca a la explotación, a la dejadez de los gobiernos. Siempre protagonizadas por personajes de baja escala económica.

    Quizá supuso un alivio para los de arriba que se publicara “Gabriela, clavo y canela”, porque debido a la común estulticia de quienes se dedican a disfrutar de las cosas y nunca pensarlas (advierto que pueden hacerse las dos cosas a la vez) llamó la atención el extraordinario fresco que nos presentaba de un pueblecito brasileño, de los que todos conocen, con sus coroneles/terratenientes que explotan al pueblo, con sus violencias, con sus historias comunes… en donde se cuela una bella historia de amor que no se sabe si es o no correspondido. Corin Tellado, vamos. Sigue leyendo