A la familia Luque Navarro
1994 fue el año. El mismo en que compuse el tema que da título a esta especie de tardío homenaje, quizá porque me niego a asumir determinadas tristezas.
Paseaba por el Bulevar, recién llegado a la ciudad como quien dice y a la busca de algún colectivo de apoyo al que unirme por mi insumisión al servicio militar y a la Prestación Social Sustitutoria. El gancho lo lanzó sin querer un cartelito, ni feo ni bonito sino todo lo contrario, que vi pegado en varias zonas de la ciudad y que anunciaba un acto-concierto solidario a favor de insumisos y de la mili voluntaria.
Una voz poco meliflua -si dijera que al menos de buen tono sería un eufemismo de proporciones místicas- al ritmo de los escrupulosos acordes de una guitarra española tocada magníficamente por el mismo autor fue lo primero que escuché al llegar frente al escenario. Una persona ayudó a bajar al tipo y a subir al que vino luego, que tocaba con más ritmo, menos metódicamente pero con similar control y con un timbre algo más generoso. Poco a poco me fui enterando de que David era vago en este arte de la composición, que tocaba igual de bien que su hermano Iván -como puede desprenderse de la canción «Como un perro asustado»-, pero era víctima de la inmediatez, de lo que quería transmitir… Y eso lo hacía como sólo pueden hacerlo las personas coherentes.
Ahora podría hablar de lo que los quiero, de que los echo de menos muchas veces -más de las que digo o transmito-, que cambiaron para bien algunas de esas cosas de mi vida que merecían ser cambiadas, como lo de quejarme menos y moverme más, que no sé si fue justo que murieran de una enfermedad degenerativa -junto con su otro pacífico hermano Dani- con apenas cumplidos 40 años… pero, en realidad, no pueden inventarse palabras para el agradecimiento, para el compromiso compartido, y aún menos para lograr transmitir las dichas vividas: que se puede mear hasta siete u ocho veces debido a los nervios antes de ponerte a grabar un temita -gracias David-, o que se puede ser impuntual y encima hacer casi sentirte culpable al que espera -gracias Iván-. Lo que sí que es justo a espuertas es el documental que el colectivo Brumaria ha creado, «A contracorriente», del que proviene este vídeo post-entrevista.
Gracias a la familia Luque Navarro, a Marilola, a Miguel, a los amigos y amigas que siempre completaron el círculo y que me han hecho y me hacen la vida más feliz y compartida. Va por ustedes, porque la muerte vuestra sí que empequeñeció al mundo, y vuestra vida lo hizo más humano.