Delincuentes y Mesías

"Give us Barabbas!", from The Bible and its Story Taught by One Thousand Picture Lessons, 1910

«Give us Barabbas!», from The Bible and its Story Taught by One Thousand Picture Lessons, 1910

   Resulta obvio. Que en estas fechas de crucifixiones y aperturas de sepulcros surja. Es fácil descifrar que la democracia de flauta y chirigota de la que algunos hacen gala como si de una Sancta Sanctorum se tratase poco tiene que envidiar al lavatorio de manos del cobarde Pilatos en su aferramiento incondicional a cualquier amoralidad con tal de preservar el poder.

Rafi no llega a los sesenta, vive en uno de los bloques intermedios entre la dignidad y la indecencia. Digamos que aún conservan casi todos los pisos las puertas y los tramos de escaleras intactos los peldaños. Mucho es aunque parezca inane comentarlo. El caso es que en su domicilio, a excepción de una televisión con pantalla de plasma del tamaño de la Gran Muralla China y de la que pagaron únicamente la primera entrada en el Carrefour y nadie ha acudido a la puerta de su casa a solicitarle ordenadamente el resto, lo único que tienen de sobra es gente: aparte de la susodicha, completan el aforo el marido, tres hijos, la nuera y los dos nenes menores de ésta. Un cuadro que parece más agónico que aquél de los años setenta con la jauría de perros manducándose a un ciervo. De paga la Renta Activa de Inserción del cabeza de familia (o de turco, según se mire). Poco más de cuatrocientos veinte euros que se le terminan el mes que viene. De sobra para cortarse las venas.
Cuando me abre la puerta en un principio anda despistada. Con cara de que le voy a vender algo. No me reconoce y yo a ella sí. Le digo entonces que vengo de la parroquia, de Cáritas, y se relaja tanto que casi se cae de boca contra la solería. Hablando lo justo más creo alegrarle la mañana comentándole que le van a renovar tres meses más la tarjeta del Economato Social. A saber, por sólo una pequeña aportación del 40% y con todos los productos a precio de coste podrá durante ese periodo comprar alimentación, lotes de limpieza, pañales… No habría que mencionar que lo agradece, que afirma ausente de ostentación que le hace mucha falta, pero el caso es que con una premura inesperada y agónica rompe a llorar. Descompasadamente y con holgura.
– Perdona, es que hoy tengo un mal día. Llevo ya tiempo en tratamiento por depresión… La situación es mu’ mala y mi hijo acaba de salir de prisión y es otro más sin trabajo y con boca que alimentar. Veinte años tiene.
Le toco la mano, que apoya lánguida y frágil sobre el pomo de la puerta.
– ¿No va a cobrar la paga por haber estado preso?
– Hasta dentro de dos meses más o menos no, porque tiene que solicitarla y no le pagan los atrasos ni nada.
No pregunto, claro, pues el motivo de estar preso me importa una mierda, sólo, para escucharla y que intente desahogarse le digo si el chaval tiene algo pendiente, si ha estado mucho tiempo en el talego…
– No, ha estado un año a pulso, por ir a por chatarra pa’ sacar algo de dinero.
– ¿Saltó a algún sitio, no?
– Sí, en una nave o algo, y los trincaron.
La propiedad privada, por supuesto, derecho inalienable y absoluto en un estado democrático. Dónde va a parar.
Sí, este es el delincuente, la lacra social merecedora de ínclito castigo y a la que crucificamos entre malhechores con un letrerito sobre la testa propalando a los cuatro vientos sus faltas no vayan a borrarse con el paso del tiempo. Quien la hace la paga, sin remisión.

Los Mesías son políticos y se llaman caso Treball por desviación de dinero, Gómez Arrabal por prevaricación urbanística, Mª Dolores Mateos por malversación de fondos públicos; militares tipo el comandante y jefe médico del Yak-42 por identificación falsa de cadáveres; empresarios de similar factura al de hace dos días, el banquero Francisco Segundo Vaquero, por apropiación indebida de más de 30.000€ de las cuentas de sus clientes; o los cuatro Mossos d’Esquadra condenados por torturas… A estos se los indulta, como a Barrabás, que era un bandido. No hay ni que abrirles la losa del sepulcro porque se les resucita antes mismo de haber muerto. Una gozada. Porque no son lacras sociales, ni delincuentes, ni peligros para el sistema (su sistema).

Hasta los evangelistas fueron más justos. Soltar a Barrabás viene a simbolizar de forma subrepticia pero firme que existe una verdad inviable de salvar: el libre siempre será el justo, y esa conciencia vital es igual que la trate de corromper el sistema, los falsos y los que inventan mesianismos a su imagen y semejanza. Barrabás significa literalmente en arameo Hijo (Bar-) del Padre (-Abbá). Aunque os empeñéis en dar libertad al bandido, demostrando vuestro desaforado desprecio por los más débiles, a través de esa misma opción carente de argumentos la conciencia colectiva excusa al pobre, al indefenso, al que habría de ser más sujeto de perdón.

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22M y derecho de pernada

Ambrogio Lorenzetti: Escena de abusos («Alegoría del buen y del mal gobierno»).

Ambrogio Lorenzetti: Escena de abusos («Alegoría del buen y del mal gobierno»).

Rondaba sin duda los ochenta años. Sonreía como si le fuera la vida en ello y de su mano izquierda sobresalía el consabido cartelito con un folio de color grapado sobre madera contrachapada en cada una de las caras. No recuerdo los pasquines dispuestos en ellos y a la vista de todos, sobre todo de los curiosos que los leían con detallada determinación, ni si tenían la intención de censurar al gobierno en general, a alguno de sus miembros en concreto o se dirigían -lo más probable- a algunas de sus políticas hitlerianas. De lo que sí me acuerdo con meridiana claridad es que no tenía gorrita de pana, ni un pañuelo palestino al cuello, ni lanzaba consignas injuriosas… ni quemaba contenedores, por supuesto. Vestía y actuaba de manera tan corriente y natural paseando al lado de su esposa y dando la mano libre a alguno de sus nietos que bien podría decirse que estaba guardando cola en el cine en lugar de vindicando lo que pensaba que le había sido robado.

     Me lo quedé mirando casi con descaro y a la mente me vinieron imágenes, de manera espontánea como en una historia que otros te cuentan. Pasó por su vida una guerra civil en la que, con alta probabilidad, pereció alguno de sus familiares importando poco el bando que le tocara defender; una guerra mundial en mitad de la crudeza desastrosa de la posguerra que seguramente le obligara a comer mondaduras de patata, una dictadura de exiliados, ausencia de derechos y más fusilamientos, como si no hubiesen bastado los de años atrás; una extraña transición de extraño desapercibimiento; un golpe de estado de imprevisibles consecuencias y agarrotamiento civil tras sufrires anteriores; la crisis de los noventa, y que ya olvidamos; la guerra, o invasión más bien, de Irak (y van tres)… Todo ello renunciando a hacer referencia a las propias angustias y desasosiegos personales en mitad de toda tragedia externa que no ha sido autoelegida. Y ahí está el colega, con casi ochenta años y sin perder la esperanza en un cambio global, luchando por lo que considera justo para él, para sus hijos, para sus allegados, para la sociedad en general…
   A este tipo corriente, de pelo escaso, jersey de pico y camisa a cuadros un Iluminati, portavoz del Gobierno de Madrid como si este cargo hubiera de estar a disposición judicial, lo ha llamado sin reservas miembro de la extrema izquierda. Podríamos decir, también sin reservas, que dicha idea supera con creces cualquier concepción del término estúpido contenido en la RAE, pero lo más grave es que demuestra ser un irresponsable moral. Habremos de pensar entonces que este buen señor buscador de derechos, con todas sus virtudes y defectos es indudablemente más dañino para la sociedad (y de ahí las retenciones a la entrada de Madrid, las cargas policiales para desalojar Sol) que los tres miembros de la extrema derecha, pertenecientes a grupos neonazis y que justo la semana pasada fueron puestos en libertad en la misma capital a pesar de haber suplantado a la policía y ser detenidos cuando tenían en su poder dos revólveres, dos escopetas, munición y hasta chalecos antibalas. Lo definió a la perfección Sartre: “el infierno son los otros”, los que piensan como yo no suponen peligro alguno.

A saber, el modelo político en el que se basan quienes ostentan el poder procede del medioevo y es característico del feudalismo. En breve se instaurará el Ius primae noctis. Al loro con los registros civiles. Sé que puede resultar algo excesivo, sino sarcástico al menos, mi resolución, pero de igual modo que existen quienes juzgan con dureza a aquellos países, árabes para más saber, que viven sin juicio ni lógica, estancados en el costumbrismo primitivo por no haber pasado por la Ilustración se me hace necesario rememorar una de los fundamentos básicos que apuntó su padre Voltaire: “no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.

Por mi parte, admiro al anciano ese de extrema izquierda, que mantiene su firmeza de protestar, de quejarse, de patalear hasta el éxtasis aunque lo insulten aquellos señores feudales que ostentan la misma autoridad moral que un Playmobil. Y si él, con todas las indignidades que ha sufrido tiene esperanza, ¿qué derecho tengo yo a perderla?

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Pauperofobia

A las PERSONAS subsaharianas que desean vivir en dignidad
Pauperofobia, por Rafa Poverello

Pauperofobia, por Rafa Poverello

Parafraseando a nuestro taimado Ministro de Interior Fernández Díaz criticar a la casta Europa de xenófoba es, no solamente injusto, sino inmoral. Que se lo digan a los aficionados al fútbol, que sólo imitan al mono desde las gradas cuando tocan el balón los negros del club contrario de turno, pero no los del suyo, y, como es natural y en un excelente ejercicio de autoprotección, exclusivamente cuando se juega en casa.

Todos lo sabemos, el mundo lo sabe: es que hay negratas y personas de color, aunque el color ese sea también bruno como las ciruelas. ¿O es que alguien se imagina a la guardia civil o a un grupo de skins lanzando pelotas de goma o mandobles con bates de béisbol a Seydou Keita cuando salta al césped del Mestalla o a Mahamadou Diarra cuando hace lo propio en el estadio Spyros Louis del Panathinaikos griego? Y malíes son ambos, como buena parte de los doscientos subsaharianos que intentaron saltar la valla de la frontera de Ceuta hace unas semanas. Es cierto que parezco obviar una cuestión fundamental so pena de parecer demagógicos algunos de mis argumentos , y es que los futbolistas a los que hacíamos referencia tienen sus papeles en regla. Pero, ¿por qué los tienen en regla? Curiosamente existe una excepción a la hora de otorgar el permiso de residencia a un extranjero que no haya nacido en la Unión Europea. Voalá, esa excepción se llama contrato de un club, que directamente y sin más parafernalias, concede como por encanto tal autorización negada al resto de compatriotas. Pero aún es mejor, tras el polémico caso Bosman que sentó jurisprudencia respecto al número de jugadores extracomunitarios que podían militar en un club europeo, en el año 2000 llegó el Acuerdo de Cotonou, firmado por la Unión Europea y setenta y ocho países de África, Caribe y Pacífico, y que provocó que jugadores de estas regiones no fueran contabilizados como extracomunitarios. Así, de nuevo por arte de birlibirloque, el nombrado exjugador del Real Madrid Diarra nunca ocupó una plaza de extranjero. Aunque pareciera difícil que la cosa pudiera ponerse aún más al servicio de la pérfida Europa, existen los triples saltos mortales que allanan el camino a cáusticos intereses: ¿qué es lo más rápido? Lograr el pasaporte a través de una carta de naturaleza, concedida gracias a un real decreto. Si bien, obviamente, esta vía es prácticamente inalcanzable para un trabajador normal, es una alternativa abierta a altos directivos de grandes compañías o a deportistas de élite, gracias a su prestigio o a la influencia de las federaciones a las que pertenecen. Ése fue el caso, por ejemplo, del jugador de baloncesto congoleño Serge Ibaka. Por supuesto, huelga decir que al resto de negratas subsaharianos les está impedida la entrada incluso contando con permiso de trabajo.
     A riesgo de ser considerado un cruel Cicerón partidario del efecto llamada, no puedo caer en la abstrusa argumentación del beneficio económico que estos grandes atletas suponen para este nuestro gran país y que todo ello facilita la aplicación de leyes especiales que los hagan distintos del resto de mortales en similar situación, como si habláramos de manera esta vez sí demagógica de discriminación positiva. Como bien sabemos, los clubes de fútbol no sólo están dirigidos por seres particulares, la mayor parte de ellos empresarios, sino que además han recibido ayuda estatal para diferir el pago de impuestos y se les ha perdonado, al menos por el momento, una deuda con la Hacienda Pública que asciende a 3.600 millones de euros. No entiendo muy bien en qué beneficia esto a la ciudadanía, a decir verdad. Antes al contrario, razono para mis afueras que más perjudicial resulta el fichaje de un jugador por 14 millones de euros -lo que costó en su día el traspaso de Keita del Sevilla C.F. al Barça de Guardiola, y con cuyo sueldo, todo sea dicho en especial mención para quienes opinan que estos salteadores de caminos nos quitan el curro, se podría haber contratado a mogollón de futbolistas autóctonos-, que permitir el acceso a 200 o 2.000 subsaharianos que lo único que piden, también por el momento, es un plato de comida.

En fin, que es inmoral y notoriamente injusto, catalogar a los estados de la Unión Europea de racistas, faltaría más. La pérfida Europa padece de pauperofobia, de miedo al pobre, al negrata, porque Eto’o, sin ir más lejos, siempre tendrá un lugar de privilegio en nuestros corazones blancos e impolutos.

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Honradez

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Poverty by DoggyStajl

Se queda un poco detrás, de pie, con los dedos pulgares colgados de las asas de su mochila descolorida y mustia; con su pelo oscuro, largo y lacio vertido sobre sus hombros enclenques y su rostro similar al de un adolescente que se niega a crecer ajado por un acné excesivo que le otorga la apariencia de cráteres selenitas.

– Tiene retraso, igual que la madre, que tiene también un trastorno mental -comenta su tía exenta de delicadeza como si la chica fuera sorda y no le afectara su discurso cáustico-. Viven solas, un desastre; todos los días tengo que venir del Higuerón para darles algo de comer. Pero mi marido se ha quedado en paro y a ver qué hacemos. Tenéis que buscarle una solución.
Mientras observamos la cara de la chica del fondo, cuyo gesto avispado conduce a deducir que no cuenta con tanta inoperancia como transmite la mujer de pelo revuelto y gestos desencajados que se rebulle en la silla, pienso en ese habitual matiz de obligatoriedad que suele venir implícito en la mente de las personas mutiladas por la impotencia.
– ¿Me puede decir el DNI de su hermana Inmaculada, Carmen?
Rebusca en una carpeta de cartón que sujeta entre las manos áridas, saca una fotocopia de un oscuro casi ininteligible y suelta la retahíla de números como un géiser.
– ¿Y el teléfono? Es para ir completando los datos de la ficha.
Piensa, razona moderadamente mostrando en el discursivo divagar su completa ignorancia y se escucha una voz meliflua tras ella, de un metodismo exquisito, proveniente de los labios finos de la chica con retraso, lanzar nueve dígitos con aún mayor celeridad que la ofrecida por la tía que leía el número de carné.
– Se… se los sabe de memoria, fíjate -afirma con evidente afán de justificación.
– Gracias, Inma -que también se llamaba la sobrina-. ¿Habéis ido a las trabajadoras sociales de zona?

Es la penúltima familia que atendemos ese jueves en la oficina y cuando cerramos las cancelas con una fatiga anímica e insalvable , las compañeras de Cáritas a las que asignamos -digamos- a Inma, a su madre y a su tita, se encuentran ese mismo día a la salida. Ya las habían visitado en alguna ocasión y están charlando con ellas mostrando al respetable obvios signos de angustia y desazón ante las palabras de sarnosa digestión que comparte Carmen y de las que me harían inmediatamente indeseado conocedor: su sobrina había sido objeto de abusos desde su más tierna infancia a manos (por ser menos basto) de su hermano que la tenía de querida y fue internada en un centro de protección y discapacidad hasta cumplir sus recién estrenados dieciocho cuando fue devuelta como un paquete postal de inmerecido destino a su des-hogar materno para aceptar sin opción a réplica las ingratas condiciones que le ha tocado vivir. Parece ser que su casa es un caos de falta de higiene y de organización, y tal es así, que las dos compañeras del equipo, ni cortas ni perezosas, le entregan a Inma, hija, en un encuentro excesivamente ágil seis euros para un bocadillo al que hincarle el diente.

A los pocos días quedaron en volver a su casa. Inma las recibió con una amabilidad sólo propia de las personas que nada tienen que ocultar; tenía un tupper que la habían prestado las compañeras metido en una bolsa y lo sostenía con la punta de los dedos. En su interior podían apreciarse sonidos metálicos. Cuando se lo entregó y lo abrieron se encontraron dos moneditas titilantes de idéntico valor: dos euros. La vuelta del bocadillo.

Cuando le pido a un político, a cualquier mandamás, al más obtuso de los dirigentes que sea honrado, que tenga dignidad es a esto a lo que me refiero, al valor de hacer lo correcto. Y cuando me arrogo el derecho insensato de llamar retrasado al mismo político, mandamás de turno u obtuso dirigente en el caso más que probable de no considerar mi propuesta acerca de la dignidad y del deber no es a él a quien ofendo sino a Inma, y le pido perdón, porque una única célula de su dignidad ahoga por completo la actitud entera, que no íntegra, de quien teniendo todas las posibilidades y falta de carencias para ser justo se pasa la honradez por el forro de los huevos.

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