Pues vaya, me volví a equivocar. Un año más. Mira que lo intento, me lo propongo al principio de cada mes de diciembre; tirar de memoria sin tener que recurrir al calendario, pero nada, que soy cerril y no hay manera de meterme por vereda. Por más que sea católico y todo.
Pero volvieron a tocar las campanas a rebato a principios de la semana pasada; en labios de mi compañera.
–Entonces, ¿el miércoles tenemos que ir a tocar a la misa?
Se me abrieron los ojos como platos. No se me cayeron de las cuencas de purito milagro. Nuevamente en un brete. Y no porque sea yo muy constitucionalista, tanto como para convertirla y todo en día de precepto, sino porque, un año más, no tenía pajolera idea de si el día seis era el de la Inmaculada o el de la Constitución. Si es que los ponen tan pegaditos uno al lado del otro.
–Pero… el seis, ¿qué día es, la Constitución o la Inmaculada?
Menos mal que de despistes andamos sobrados ambos y eso rebaja siempre tu percepción de autoestupidez, porque ella tampoco tenía ni idea.
No es cuestión de descojonarse, porque la cosa no es tan fácil de distinguir ni para un experto ni para un tipo como yo que se pasa un buen rato cada día echando un ojo a las noticias. A saber. Sigue leyendo