Hechos probados

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     Hechos probados y admitidos por el tribunal:

  • Cinco varones conducen a una chica de 18 años bajo engaño a un escenario de opresión.

  • Entre todos ellos la obligan -no hay consentimiento según la sentencia- a tener relaciones sexuales: felaciones y penetraciones.

  • Lo graban en vídeo y comparten sus experiencias en las redes.

  • Lo planean con antelación por guásap.

     Pero no se considera violación, solo abuso sexual, e incluso algún tarado de los tres jueces que han dictado la sentencia opina que todos –incluida la chica– se lo pasaron pipa. Anular la voluntad de la persona agredida es violencia e intimidación, e incluso la psicología reconoce el estado de choque y de bloqueo que padecen hasta el 70% de las mujeres que se encuentran en este tipo de situaciones cuando se sienten incapaces de oponer resistencia debido al miedo. Cinco tipos, rodeándote en un portal, no hace falta que saquen una navaja o te muestren los nudillos frente a la cara para que te cagues de miedo. Quien opine lo contrario es que no ha salido de su barrio pijo o pasa la vida rodeado de guardaespaldas. O, simplemente, es que es hombre.

      Pudiera ser, en virtud de una de esas leyes del karma, o mejor quizá de esa idea manida de nuestras democracias occidentales llamada justicia retributiva –y cuyo principio no es más que la arcaica Ley del Talión de que quien la hace la paga–, que algún día no muy lejano, cinco tipos de dos metros y medio y espaldas tamaño armario empotrado se encuentren en un bar de copas con alguno de los tres jueces que dictaron sentencia –de manera particular con el señor Ricardo González–. Y que borrachos como cubas, exaltando la amistad, lo lleven a un portal, o a un coche, o a un reservado de un club de tres al cuarto. Y a lo mejor, aquellos machotes más altos que Chewbacca, sin sacar navaja, destornillador o alzar el puño, le coloquen sus hermosos pectorales de gimnasio –o anabolizantes– delante de sus inusitados ojuelos narcotizados, con gesto amenazante, y comiencen a quitarle la ropa. Y lo mismo, uno tras otro, le introduzcan sus miembros viriles en la boca, lo pongan de cara a la pared y lo sodomicen sin que él, o cualquier otro de los jueces, sea capaz de decir ni mu. Luego lo dejarían tirado en el portal, en el coche o en el reservado; sin móvil, sin espíritu y sin posibilidad de sentarse sobre los cuartos traseros. Para finalizar, se echarían unas risas y compartirían su hazaña por las redes sociales. Por mi parte, sí que recomendaría encarecidamente a esos cinco culturistas, en el hipotético y nada deseable caso de que sucediera tremendo acto retributivo, que no tuvieran la polla demasiado grande o que usaran bastante vaselina, no vaya a ser que en la exploración médica posterior se aprecie algún desgarrito en el ano del juez de marras que pueda llevar a pensar que aquel acto copulativo, tan alegre y cordial, sea considerado agresión. Sigue leyendo

Marginar, excluir, ignorar, machacar

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La Joven Gitana, Museo de Mosaicos de Zeugma, Gaziantep (Turquía)

     No voy a soltar, presa de la indignación, que sea un método, una estrategia, elaborada concienzudamente con premeditación y alevosía en virtud de no sé qué objetivos de interés particular, pero cuando un hecho se repite con asiduidad, en determinado orden y con similares consecuencias para determinados colectivos es que algo, del todo bien, no huele. Si siempre pintan bastos para los mismos a pesar de hallarse éstos convencidos de que tenían una buena mano, algún as de oros bajo la manga se ha guardado alguien.

     El orden, que sí que altera el producto, es metódico y robótico como un martillo pilón:

  • primero marginar, que estábamos muy a gustico sin nadie que nos ladre (creemos guetos)
  • segundo excluir, que si ya están al margen mejor que no tengan las mismas oportunidades (educación, recursos sociales y culturales, empleabilidad, dependencia de ayudas sociales…)
  • tercero ignorar, y si ladran que ladren, mientras no se puedan acercar y nos muerdan (que todo lo que salga en los medios sea malo, dañino, peligroso…)
  • cuarto machacar, que no sólo ignoremos, sino que les creemos la imagen de que la culpa es suya, que viven así porque quieren, que es su decisión (imposibilidad de entrar en un proceso de cambio y de normalización).

     Podemos pensar en cualquier colectivo, y es de un pragmatismo abrumador. Cierto es que los hay que, dando menos por saco y siendo algo así como más dignos de lástima (sector de la discapacidad, personas mayores…), apenas pasan de la fase una de estar al margen, por ese sentido mercantilista y obsceno de la utilidad social, pero por norma, el proceso llega hasta la fase cuatro con contundencia (inmigración, toxicomanías, barrios periféricos con bolsas de pobreza, personas sin hogar…). Y el día que acierten a lidiar con la fase cuarta, seguro que algún listo se inventa la quinta. Sigue leyendo

Hacer el oso

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El Retrato de Dorian Gray, by roland_reumond

     El otro día me dio por corregir a mi sobrino. Torpe que es uno, aunque se crea que sabe de casi to. Menos mal que no me sonreí, con esa cara de pazguato autosuficiente a la que somos muy dados los seres humanos cuando pensamos que podemos endilgarle a alguien una inteligente aportación que lo desprenda de su error.

     Me puso un vídeo de esos del Youtube en el que salía el prenda (bueno, su tripa, que es menor de edad y su madre no le deja, muy sabiamente, mostrar el careto) hablando de no recuerdo bien qué. El caso es que abajo, tipo definición de aquel vídeo que estábamos contemplando, vi las cuatro letras y por poco me da un pasmo: VLOG.

     –Blog es con be, no con uve. –De hecho, no existe sustantivo en castellano que tenga la osadía de contener esas dos consonantes seguidas.

     Le faltó troncharse de la risa y revolcarse por encima del sofá de tres plazas del salón. Él sí que me regaló ese gesto autocomplaciente de «eres tontico». Y lo dejó caer entredientes, con resignación, como quien tiene que lidiar con una panda de mindundis día sí y día también. Lo mismo para que no metiera la cabeza en mitad de las losetas tipo avestruz.

     –No, es con uve; se escribe así porque se refiere a los vídeos que son parecidos a un blog.

     Lógicamente, no había escuchado ni visto escrito aquel palabro en la vida, y como parece que sólo existiera en el mundo aquello que sabemos (o creemos saber) y percibido desde nuestra perspectiva. Puse la cara de ese tontico que había demostrado ser con creces, arqueé las cejas, curvé la comisura de los labios y solté un «pues vaya, lo que aprende uno». O algo similar. Sigue leyendo

Civismo

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Juramento de los Horacios, de Jacques-Louis David (1784, Museo del Louvre)

      Me contaba la semana pasada un amigo un hecho, tan verídico como increíble, que le sucedió a un familiar durante sus meses de estancia en Suiza, el país del civismo.

      A buena hora de la madrugada, un vecino suyo le dio aviso porque había comenzado a tener graves problemas respiratorios y parecía a punto de asfixiarse. Ni corto ni perezoso lo cargó y lo metió en su propio coche para llevarlo con urgencia al hospital, que estaba a varias manzanas del domicilio. A fin de llegar cuanto antes y que atendieran con premura a su vecino, tras reflexionar sobre el estado de salud de su vecino y que no podría ocasionar ningún accidente al no haber vehículos en tránsito a tan altas horas de la madrugada, circuló en dirección prohibida durante un tramo de veinte o veinticinco metros. Sacó al vecino del auto, los celadores lo colocaron encima de una camilla y él lo acompañó hasta que fue atendido por el personal de urgencias.

      Al cabo de unos dos meses, recibió una multa en su casa tras haber sido denunciado por circular en dirección prohibida. ¡La denuncia la había puesto el mismo vecino al que llevó al hospital!

      Y como se juntan un poco las cosas para poder ponerlas en relación, hace unos días me encontré con Desirée a la puerta de la oficina de Cáritas. Desirée tiene alrededor de veinticinco años y es madre de dos nenes menores, uno de ellos bebé. Tuvo que salir por patas de su vivienda social en uno de los barrios más castigados de Córdoba, Las Palmeras, por problemas de reyertas, y la trasladaron a otra vivienda de iguales características en otro barrio de similares características y entorno, Moreras. En la casa no entra el más mínimo ingreso, y al no llevar aun un año empadronada en el domicilio, aunque está recibiendo apoyo por parte de servicios sociales comunitarios, no pueden tramitarle ninguna ayuda social ni de emergencia. Como es común en familias en exclusión, la red socio-familiar de Desirée tampoco cuenta con demasiados recursos económicos más allá de alguna pensión de jubilación no contributiva (poco más de 400 euros) que hay que distribuir entre los tres o cuatro hijos de media que suelen vivir en cada domicilio o que se enganchan a la teta materna. Pero los hijos de Desirée, especialmente el de meses, tienen necesidades bien específicas de leche infantil y pañales, así que ella, sin pensárselo mucho ni poco, requisa de las estanterías del Carrefour aquellos productos adecuados a tales necesidades sin pasar por caja. La han pillado dos veces, y la han denunciado, y como es reincidente, el juez le ordenó que pagara una multa de 300 euros, creo recordar, en quince días o ingresaría quince días en prisión. Vi las diligencias, no me lo ha tenido que contar un vecino. Sigue leyendo