Hacer el oso

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El Retrato de Dorian Gray, by roland_reumond

     El otro día me dio por corregir a mi sobrino. Torpe que es uno, aunque se crea que sabe de casi to. Menos mal que no me sonreí, con esa cara de pazguato autosuficiente a la que somos muy dados los seres humanos cuando pensamos que podemos endilgarle a alguien una inteligente aportación que lo desprenda de su error.

     Me puso un vídeo de esos del Youtube en el que salía el prenda (bueno, su tripa, que es menor de edad y su madre no le deja, muy sabiamente, mostrar el careto) hablando de no recuerdo bien qué. El caso es que abajo, tipo definición de aquel vídeo que estábamos contemplando, vi las cuatro letras y por poco me da un pasmo: VLOG.

     –Blog es con be, no con uve. –De hecho, no existe sustantivo en castellano que tenga la osadía de contener esas dos consonantes seguidas.

     Le faltó troncharse de la risa y revolcarse por encima del sofá de tres plazas del salón. Él sí que me regaló ese gesto autocomplaciente de «eres tontico». Y lo dejó caer entredientes, con resignación, como quien tiene que lidiar con una panda de mindundis día sí y día también. Lo mismo para que no metiera la cabeza en mitad de las losetas tipo avestruz.

     –No, es con uve; se escribe así porque se refiere a los vídeos que son parecidos a un blog.

     Lógicamente, no había escuchado ni visto escrito aquel palabro en la vida, y como parece que sólo existiera en el mundo aquello que sabemos (o creemos saber) y percibido desde nuestra perspectiva. Puse la cara de ese tontico que había demostrado ser con creces, arqueé las cejas, curvé la comisura de los labios y solté un «pues vaya, lo que aprende uno». O algo similar.

     Si lo malo no es cagarla, hasta Cifuentes lo hace, a pesar de ser prácticamente perfecta y que no le huelan ni el sudor ni los pedos; ni siquiera es lo peor perseverar en el error (que ya hacíamos referencia no hace tanto a la conocida sentencia latina de Cicerón); lo jodido es saber a ciencia cierta que estás en un error, de bulto, tan gordo como un grano de pus que se está infectando por dentro, y que buena parte de tus colegas te apoyen y te den palmaditas en la espalda cual si no pasara nada, que cantaba Pablo Milanés. Porque equivocarse una vez puede jorobar a uno mismo y lo mismo a varias personas más; equivocarse de manera reiterada denota estulticia y puede traer consecuencias graves basadas en la desconfianza que se puede generar; pero hacer pasar el error por virtud, que la responsabilidad siempre sea de otro, y que exista un colectivo lo suficientemente ciego como para reír la gracia es un quiste. Porque se expande e infecta todo desde la raíz, como el retrato inmundo de Dorian Gray, tanto más repleto de gusanos cuanto más hermoso aparentaba ser en persona quien sirvió de modelo. Y si nadie muestra la más mínima intención de atravesar el lienzo con un estilete, ¿quién logrará sacar a la luz todas sus vergüenzas?

     Decía Lincoln que «puedes engañar a todo el mundo algún tiempo; puedes engañar a algunos todo el tiempo; pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». Lo malo es que todo el tiempo es un plazo larguísimo y mientras, a quienes consideran que pueden seguir haciéndolo les bastan y le sobran cuatro o cinco años en la brecha exentos de conciencia. Si luego siguen sin tenerla, sería asunto suyo.

     Al final de la obra gótica de Wilde es el propio Dorian, tras un ataque incontenible de ira (nada de sentirse mal o algo por el estilo), el que acuchilla el corazón del ser monstruoso en el que ha acabado por convertirse la pintura, su alma. No espero eso del corrupto, del poderoso, del que vive como si estuviera rodeado de paletos (motivos le damos a veces); no confío en su repentina buena fe ni en un tragicómico orgullo por su parte.

     «¡Fuera ocioso!
¡Ved cómo muere un león
cansado de hacer el oso!»,

recitaba Don Mendo justo antes de clavarse un puñal en el pecho. Porque aquí nadie se ve en la necesidad de cansarse de hacer el oso, aunque se haya comportado toda la vida como una rata en vez de como un león. El puñal consiste en quitarle la miel al oso, para que, si bien no se va a cansar nunca de ser oso, al menos deje de serlo porque nadie le da de comer.

     No, no es Cifuentes, que también, sino todo, ese todo del que ella y a veces cada uno de nosotros y nosotras formamos parte: alimentar la injusticia, el desánimo, la protesta desde el sillón de casa, el «no se puede hacer nada»… la uve que tiene que ser be por que yo lo valgo. Esa miel que damos al amo convirtiéndolo en perpetuo oso con pinta de león.

2 thoughts on “Hacer el oso

  1. He estado en la media intensidad hasta quemarme. Pasé a la baja intensidad y al poco comprendí que es la más efectiva, más complicada y aún así la mejor a largo plazo. «Labor de apostolado politico-social» que se hace efectiva con el ejemplo y una reputación. Sabiendo que la reputación cuesta años y se pierde en segundos.
    Por cierto, en el 15m aprendí eso de vlog y flipé como tú.
    Un saludo.

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