Publicación novela: «Yo, tú… él» (2019)

Portada «Yo, tú… él»

     No sé si se quiere más al primer hijo o al segundo; solo tengo dos gatos, y llegaron a casa (rescatados de sendos contenedores de basura) con escasas 24 horas de diferencia. Casi como si hubieran sido mellizos. El caso es que este segundo hijo/novela tiene la cosa añadida de que, por fin, ha sido publicada en papel y, como uno sigue siendo de la vieja escuela, le gusta tener los libros en las manos, palparlos, olerlos. Oler una tablet o un e-book me da un poco de risa. O náusea.

     Tampoco voy a decir aquello de que es la mejor novela que he escrito, porque siempre me ha resultado de lo más patético escuchárselo decir a los escritores, los directores de cine o los grupos de música. Me gusta mucho como ha quedado, no le añadiría ni una coma (y mira que soy puntilloso) y seguro que va a sorprender a quien quiera disfrutarla.

     Como decía en las dedicatorias: gracias a todas las mujeres que, a lo largo de mi vida, me han ayudado a ser menos malo, y a aquellas que la leyeron antes de su publicación  siendo yo un nadie como soy.

     Para quienes apoyaron el proyecto en la pre-venta no encuentro calificativos con los que agradecer. En breve debería llegar el ejemplar a vueastras casas; en ello ando tras algunos problemas con los envíos. El resto de lectores y lectoras puede adquirir la obra pinchando aquí.

     Comparto el párrafo de la novela que aparece en la contraportada y, espero que la editorial no se me enfade, el diseño de las cubiertas.

     «No hace mucho leí que una mujer de más sesenta años se había cargado a su marido de un martillazo en la cabeza. Después le asestó ciento cincuenta puñaladas, limpió la sangre, lo sentó en un sofá y lo tapó con una manta como si estuviera durmiendo la siesta. Al día siguiente se ahorcó con un pañuelo. Dejó escrita una nota. La pareja llevaba años maltratándola, decía, y pedía perdón. No voy a romper una lanza en favor de la dama, con posibles trastornos psiquiátricos, pero tampoco seré yo quien se la clave. La decencia y la culpa. Los dos extremos de un hilo de Ariadna que jamás te va a sacar de ningún laberinto de mierda».

II Jornadas de Tecnologías Libres

Linux Penguins Wallpaper, by masterkira009

     Los próximos días 15 y 16 de junio se celebrarán en Madrid nuevamente unas jornadas de software libre. Tal y como figura en la web, la idea surge para reeditar las que tuvieron lugar en el Eko, durante los días 24, 25 y 26 de junio de 2016, y que la Asamblea Libertaria de Carabanchel (Madrid) organizó bajo el título «Software libre para un mundo libre».

     En el mismo sitio van a ser, gracias al esfuerzo gratuito e incondicional de los compañeros y compañeras del mundillo del software libre, muy por encima de las capacidades (o incapacidades) individuales. Allí me gustaría estar, poniendo cara a mucha de la peña a la que tanto cariño he cogido en gnusocial. Como esa es mi esperanza, pero aún no lo puedo asegurar, aparté mi minúsculo granito de arena con este tema, que también se hace eco de eso que compartía acerca del esfuerzo incondicional por encima de la capacidad individual.

     A seguir en lucha por otra manera de manejar las tecnologías, gente.

LA LIBERTAD

La libertad no es un producto, aunque la vendan como un lujo.
La libertad no es un concepto, la libertad se lleva dentro.
La libertad no son las normas, es la conciencia lo que importa.
La libertad no es un reducto, se lucha con apoyo mutuo.
La libertad, la libertad.

La libertad no es una hacienda que se consigue por la fuerza.
La libertad no es utopía, se va logrando cada día.
La libertad no es lo ordinario, es más discreto ser esclavo.
La libertad no es confortable, es un endémico combate.

La libertad no es una meta, es actuar como profeta.
La libertad no es el destino, es juntos un hacer camino.
La libertad no es entelequia, es una rueca que te enreda.
La libertad, la libertad, tu libertad… nuestra libertad.

Parapapará…

La libertad no es un dominio, su germen crece en el servicio.
La libertad no es un teorema, tan solo sirve si nos quema.
La libertad no es un derecho que ha devenido en privilegio.
La libertad no son las leyes, porque cumplirlas envilece.
La libertad, la libertad.

La libertad no es estrategia, algo que usar como tendencia.
La libertad no es un apego, transige siempre en lo superfluo.
La libertad no sabe a nada, pero es insípido si falta.
La libertad no es una idea que tergiversan en la escuela.

La libertad no es un capricho, ahora la doy luego la quito.
La libertad no es el pecado por comer fruto de un árbol.
La libertad es imperfecta, pero me importa una mierda.
La libertad, la libertad, tu libertad… nuestra libertad.

Parapapará…

La libertad.

Contra la precariedad laboral

    Es una pena que la señora Díaz Ayuso (que, Dios lo remedie, puede que sea la presidenta de la Comunidad de Madrid cuando se publique esta entrada) no haya sido explotada laboralmente. No lo digo con ánimo de ofender, lo considero más bien una oportunidad de proporciones místicas para su persona. Haber estado alguna vez en su vida en un trabajo de mierda hubiera conseguido, no que se pusiera a sí misma un punto en la boca en lugar de decir sandeces (que lo malo no es decir una sandez, lo peor es insistir que la sandez ha estado muy bien dicha), sino que dicha sandez ni la hubiera pensado.

     Es una pena que la señora Díaz Ayuso no haya tenido nunca que recoger naranjas en Palma de Río sin saber el fin de su jornada para ganar tan poco que casi le mereciera la pena tirar las naranjas en lugar de venderlas; es una verdadera lástima que Díaz Ayuso no haya ejercido de kelly, estando obligada a emplear determinados minutos para limpiar cada habitación si no quiere que la echen con cajas destempladas, y me produce una agria sensación que tenga de lujo el túnel carpiano y no se vea en la necesidad de seguir currando hasta que se le revienten las muñecas; es una absoluta injusticia que con 40 años la vida de Díaz Ayuso esté prácticamente resuelta y no se contemple a sí misma en la cola del paro o echando CV de empresa en empresa recibiendo aquella cálida respuesta de «es que con su edad…»; es de una tristeza infinita que, con su carrera de Ciencias de la Información bajo el brazo, la señora Díaz Ayuso no haya tenido que ejercer nunca de freelance, cobrando a céntimos por palabra, o ser joven emprendedora, que llama eufemísticamente su partido, y dejar su país porque no hay donde rascar. Es una pena, sí.

     Menos mal que hay otro tipo de personas que ha sufrido en sus carnes la desgracia e indignidad del precariado y del trabajo basura y ve burradas donde hay, evidentemente, burradas sin tener que hilar muy fino. Entre esas personas están las compas de la HOAC, que hace unos días organizaron un desfile contra la Precariedad, divertido y terrible a la vez, con el que colaboró el que suscribe pegando gritos supuestamente entonados.

     La Díaz Ayuso, viendo desfilar a tantas personas que lo pasan canutas en o sin un puesto de trabajo, lo mismo hasta hubiera sentido envidia de esos trabajos de mierda. Pues que se lo cambie a cualquiera.

La Inmaculada, los símbolos y la madre que los trajo

VIRGIN QUEEN 9, by IIEE

     Dicen que fue Séneca, allá por el siglo I, quien dijo aquello de que «nadie ama a su patria porque es grande, sino porque es suya». Mucho más tarde sería Freud, uno de los tres maestros de la sospecha según palabras de Paul Ricoeur, el que explicaba la noción de identidad como sentido de pertenencia a un determinado grupo cultural y todos los autores y autoras que han abordado los fundamentos de las necesidades humanas, desde Maslow hasta Max-Neef, han considerado el sentimiento de identidad como fuente de seguridad, de confianza y de autoestima. Toda esta parafernalia que, todo sea dicho, hay muchas maneras de entenderla y vivirla (tan fuerte sentimiento de identidad puede experimentar un euskal herritar como un cosmopolita) ha derivado en el hecho de que el ser humano se haya pasado su existencia creando símbolos de toda índole y naturaleza y que se aferre a ellos con tamaña fruición que contemplando un desfile militar, la bandera de la nación o un Cristo Pantocrátor puede llegar al orgasmo múltiple y compartido (si en el último caso de la imagen redentora lo permite la Santa Madre Iglesia, por supuesto). De este modo, en una especie curiosa de sinécdoque socio-cultural, los grupos acaban asociando la parte con el todo, el símbolo con el concepto, y quemar una foto del Rey parece que le duele más a un monárquico que si a alguien se le ocurre pegarle una patada en los huevos. Aspecto que no es baladí conocer por parte de un republicano para tener la posibilidad de hacer sentir mejor al fan de Felipe VI en una próxima ocasión recurriendo a la segunda opción que, dicho sea de paso, es bastante menos perjudicial a nivel medioambiental.

      Así llegamos a lo de la sonada exposición «Maculadas sin remedio», abierta al público en las salas de la Diputación Provincial de Córdoba hasta el 2 de junio, y las aún más sonadas protestas de PP, Ciudadanos y Vox que, al halo místico de otros colectivos que se dicen cristianos, pidieron la clausura inmediata de la misma e incluso fue denunciada ante Fiscalía por «ofender los sentimientos religiosos de la mayoría de los cordobeses». Como culmen de la proyección psicológica llegué a escuchar de boca de un fiel creyente y representante de Vox y en referencia a la obra Con flores a María, de la artista Charo Corrales, que es «repugnante la ofensa a la Virgen»; ahora resulta que sabe lo que piensa y siente la Virgen. Era de esperar que, más pronto que tarde, a otro fiel creyente le diera por rasgar de arriba a abajo el lienzo cual si del retrato de Dorian Gray se tratase, bien dispuesto a sacudir de él igualmente toda inmundicia. Por otra parte, ver con tan meridiana claridad la actitud lasciva en el cuadro (una mujer masturbándose) me lleva a imaginar los pensamientos impúdicos que deberían llevar a la confesión a tales devotos quienes, posiblemente, perciben semejante actitud en El nacimiento de Venus, de Botticelli, aunque, al ser Venus una diosa romana, es probable que dé igual lo que esté haciendo con sus partes. Sigue leyendo