Equidistantes

     Hace un par de semanas tuve el placer de ver la miniserie de televisión «Así nos ven» (2019); iba a usar el término disfrutar, pero seguramente no es el más oportuno. Cuatro episodios de algo más de una hora de duración, con guion y dirección de la realizadora y actriz afroamericana Ava DuVernay. La idea no es hablar de los logros y aciertos de la serie en cuestión, aunque bien merecería una entrada en un blog de contenido social (no caigo ahora en ninguno), sino compartir que, a raíz de una crítica realizada por un usuario de una conocida web de cine, me entraron ganas de romper de inmediato mi voto de no escribir durante el mes de agosto.

     Corto y pego:

«La serie me deja sensaciones encontradas, está el hecho de lo necesario de la denuncia de una justicia torticera, se guía más por la urgencia y el color de la piel, que de buscar la verdad, expuesto en su primer y segundo episodio, con crudeza, dureza, pero también cayendo en lo simplista, los buenos son muy buenos y los malos son peores, sin aristas, resta credibilidad (…)».

      Y ahora es cuando voy y explico de qué leches va la historia, basada de verdad de la buena en hechos realísimos.

     La tarde del 19 de abril de 1989, un grupo de aproximadamente 30 jóvenes afroamericanos y latinos entraron al Central Park, para cometer actos de vandalismo, algo habitual en aquellos años. Al mismo tiempo, Meili corría cerca de allí cuando fue derribada y arrastrada 90 metros. Luego fue violada múltiples veces y golpeada brutalmente. Su agresor la dejó allí, cubierta de sangre, desnuda y casi muerta. Cuando despertó tras permanecer en coma durante 12 días, no recordaba nada del feroz ataque.

      La Policía de Nueva York actuó de inmediato y asumió que los adolescentes detenidos por los estragos en el emblemático parque de Nueva York también fueron responsables de la violación e intento de homicidio de Meili. En ese grupo se encontraban Antron McCray, Yusef Salaam, Korey Wise, Raymond Santana y Kevin Richardson de entre 14 y 16 años. Inicialmente, iban a ser acusados de disturbios, pero la jefa de la unidad de delitos sexuales de la fiscalía de Manhattan, Linda Fairstein, determinó sin pruebas y con la necesidad del cerrar el caso que ellos eran responsables de la violación y construyeron el caso alrededor de la culpabilidad de los cinco menores. Fueron interrogados durante horas y horas por los agentes, sin presencia de abogados ni de sus tutores legales, hasta que «confesaron» haber participado en la violación. A pesar de que en el juicio declararon que habían sido forzados a mentir, no les creyeron. Tampoco tuvieron en cuenta un informe del FBI que decía que las pruebas de ADN sobre el cuerpo de Meili y un calcetín con el semen del agresor no coincidían con los registros de los sospechosos. Todos pasaron entre seis y trece años en prisión.

      En 2001 un violador en serie llamado Matías Reyes, que estaba encarcelado en el mismo centro que Korey Wise, confesó que él había agredido a Trisha Meili y la había dado por muerta. Su ADN coincidía en más del 99% con el hallado sobre el cuerpo de Meili y en el calcetín encontrado en la escena del crimen. Sigue leyendo

Dios Estado

    El Estado para sí mismo es como Dios para quien cree: nunca se equivoca. Infalible y eternamente estable. Parafraseando una cita de Mark Twain en referencia a nuestros actos, «Dios, el chivo expiatorio más popular para nuestros pecados», podríamos decir de boca del Estado con escaso temor a la equivocación: «el pueblo, el chivo expiatorio más popular para nuestros pecados».

    Con el temita de marras de la pandemia, han quedado las cosas aun más cristalinas si es que a alguien le restaba todavía alguna duda sobre tan prístina cualidad en quienes dicen que nos gobiernan. Por nuestro bien. Cuando alrededor del 60% de los fallecimientos por COVID-19 en los primeros meses del brote se producían en residencias de mayores, la culpa era de la gestión de los propios centros; ahora, cuando más del 70% de los nuevos contagios se producen entre la población comprendida entre los 15 y los 29 años, la responsable es la juventud de este país, a la que hay que vigilar y poner en entredicho como si del demonio en persona se tratase.

     Antes, con las muertes en residencias no decían nada del modelo de gestión pública o de la falta de control a la iniciativa privada (lo de iniciativa es un eufemismo que te cagas para evitar hablar de privatizaciones de los servicios sociales y la atención socio-sanitaria). Ahora, con los rebrotes, muchos de ellos asociados al ocio nocturno, nadie se da siquiera un pequeño latigazo por haber permitido la apertura de discotecas, pubes y demás negocios similares bajo unas supuestas normas a las cuáles resultaba imposible hacerles seguimiento. Parecer ser que en el primer caso de las personas mayores había que incidir en la salud de la población vulnerable (no en el temido colapso del sistema sanitario), y en el segundo, en la reactivación de la economía, incluso abriendo fronteras a mansalva (minimizando la obvia posibilidad de nuevos brotes). Como si lo uno y lo otro fueran compartimentos estancos.

    Que no se te olvide, la culpa siempre será tuya, como con la normativa europea de los envases de plástico y el reciclaje. Las responsables no son las multinacionales como Coca-Cola o McDonald’s por más desperdicios que generen, ni los supermercados que siguen vendiendo productos envasados en plástico, el responsable eres tú, como consumidor, que no te llevas una puñetera bolsa de plástico cada vez que vas a comprar y nos obligas a cobrártela.

     Difícilmente una decisión será perfecta alguna vez, lo perfecto es reconocer al menos que somos seres imperfectos y que no hay ninguna ciencia tan exacta que libre del error. Solo ese repentino ataque de humildad conseguirá que no exista necesidad de buscar culpables ni chivos expiatorios y acabemos replicando lo que dijo una vez el profesor Jirafales en El chavo del 8: «yo solo me he equivocado una vez, cuando pensé que estaba equivocado».

Paguitas y pagazas

     Es terrible lo de la paguita; un monumento a la descompensación que potencia que la gente que no tiene donde caerse muerta viva del cuento, de papá Estado sin dar un palo al agua. Lo de menos es que el 18,4% de la población española, ocho millones y medio de peña con sus nombres y apellidos, esté en exclusión social según el informe FOESSA de 2019 (ahora, tras el aplastante paso del SARS-CoV-2, huelga decir que son unas 700.000 más) y que solo vayan a ser beneficiarias del Ingreso Mínimo Vital 1.847.000.

     Poco menos de 6.500 millones de euros para fomentar el parasitismo y la vagancia. Pongo por caso a Rosario, madre soltera con cuatro hijos menores y problemas de salud mental: o Rafi, a la que acaban de ocuparle su vivienda social un grupo de prestamistas y traficantes de droga y se ha visto en el albergue municipal con una mano delante y otra detrás; o Miguel Ángel, padre soltero, también con hijos menores, y que se quedó sin lengua debido al cáncer que padece; o Samara, que no tiene en el piso ni marcos ni cristales en las ventanas; o Isabel Caballero, con psoriasis, tratamiento psiquiátrico y una hija con problemas de depresión y varios intentos de suicidio; o Zahra, con la enfermedad de Crom y un hijo con diversidad funcional. Ya te digo, unos vividores que representan una verdadera vergüenza para este país de gente trabajadora donde las haya que se levanta cada mañana con callos en las manos de hacerse paj…, perdón, de no dejar ni un segundo del día el pico y la pala.

      Por eso me resulta de lo más cabal que el gobierno de turno socialista bolivariano, ese ente generoso por doquier y a mansalva, especialmente con colectivos castos y puros tan amigos del capitalismo y de la sociedad del mierdestar, unte con 150.000 millones de pavos a las empresas que tanto han sufrido esta crisis, mientras que el fondo destinado a educación o a sanidad para las Comunidades Autónomas solo suponen 16.300 millones. Normal, cuando al menos un 30% de los 150.000 millones del ala serán para ayudas a grandes empresas, que son las que nos sacan las castañas del fuego y siempre hablan en concepto de pérdidas trimestrales en lugar de ingresos, para no quedar mal y que la sociedad sea capaz de comprender, con sus pocas entendederas, la ingente labor económica que hacen por el bien social. Por ejemplo los pobres bancos, a los que la justicia europea les acaba de obligar a devolver a sus clientes todas las cláusulas hipotecarias abusivas, o las aerolíneas, que han tenido que ser rescatadas por Europa y sus estados miembros. Que Vueling e Iberia anuncian pérdidas: No Fear, la banca nacional les concede un préstamo de 1.011 millones de euros garantizado en un 70% por el Estado a través del ICO. Sigue leyendo

Derechos versus privilegios

    Hoy la cosa creo que va a ser breve, porque es fácil de entender hasta para alguien al que le haya estallado una bombona de butano al lado de la oreja y le haya reventado medio cerebro:

    Los derechos propios no se pierden porque se le concedan a otras personas, lo que pierdes, si acaso, son tus privilegios.

    Suena jodido, porque a nadie le resulta digno sentir que se comporta como un egoísta recalcitrante, pero así es. Con solo darle un poco de vueltas al tarro, tener sentido de la decencia y el mismo conocimiento que una liebre de campo a la hora de revisar nuestro argumentario quedaremos en una desnudez más supina que el emperador del cuento de Andersen.

     Vamos a verlo con unos ejemplos históricos:

  • Que las sufragistas lograran el derecho al voto femenino en Reino Unido no impidió que los hombres siguieran votando.

  • Que las personas negras pudieran sentarse en los primeros asientos de los autobuses en Estados Unidos no prohibió a las blancas ocupar esas plazas.

  • Que las parejas homosexuales consiguieran en España el reconocimiento del matrimonio civil no hizo que las heterosexuales se quedasen solteras.

  • Que a las personas trans se le reconozcan los mismos derechos que al resto de mujeres no hace que de repente seas menos mujer, menos feminista y se vaya a consentir el machismo.

     Los hombres, las personas blancas, las parejas hetero y las mujeres binarias lo que perdieron, o temen perder, son sus privilegios. El temita es que es fácil ver los privilegios en los colectivos ajenos al mío, como los tres primeros, así como el daño social que ha ocasionado al resto de la sociedad su descarnada discriminación, pero pensar que a lo mejor haber nacido con vagina es también un privilegio respecto a otras personas que no y soltar frescamente que ellas no son mujeres porque tienen pene… El autobús de HazteOír decía justamente lo mismo; fíjate al final la de cosas que nos unen a la derecha más rancia.

     Hay también muchos otros derechos que creemos que vamos a perder, pero a los que no hacemos el más mínimo caso, porque si indagamos volveríamos al bucle de que, en el fondo somos unos egoístas del carajo: el derecho a la libre circulación entre países (yo si puedo, pero las personas de África, no); el derecho a buscar un trabajo digno (yo si puedo, pero las personas de África, no); el derecho de asilo (yo si puedo, pero las personas de África, no)… Pues anda que no hay. Una hartura, pero no seguiremos que al final va a resultar que no tengo ni un jodido derecho, que son todo privilegios. ¡Acabáramos!