Juan Bernier

    ¿Quién es este hombre? Preguntaréis muchos, entre los que incluyo indefectiblemente a cordobeses y cordobesas, a pesar de ser ésta la provincia de nacimiento (concretamente la localidad de La Carlota) del que debiera ser ínclito poeta Juan  Bernier, cofundador del grupo Cántico, y del que aún es difícil saber cómo superó la censura del régimen franquista.

     El más social de entre sus amigos poetas de esta generación, homosexual no confeso (no hace falta explicar mucho el por qué y tan sólo lo narra en su diario) muchos de sus poemas jamás pierden actualidad. Tal vez por su tendencia al desencanto, o quizá más a la crítica al desencanto asumido, a la utopía.

     Podría haberlo escrito ayer, en lugar de en medio de la dictadura, lo que es una lástima y casi una tragedia, pero aquí lo comparto, con devoción, hacia aquél que debiera ser más conocido.

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José de Espronceda

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José de Espronceda

    Puede ser que se deba a que era de mi terruño, Badajoz, y bastante cerquita de mi pueblo natal. O a que, como buen estudiante de letras , me aprendí en BUP de memoria casi todas las estrofas de su conocidísima Canción del pirata y recitándola iba de aquí para allá puño en alto (aún hoy me la sé). O tal vez que me emociona el romanticismo, su forma visceral y apasionada de entender la vida y las relaciones, aunque ello conlleve como de fábrica la dudosa prerrogativa de morir joven…

    Pero Espronceda me cae bien, me gustan sus gustos, sus ‘canciones’ a los marginados por la sociedad: al condenado a muerte, al mendigo… al pirata, e incluso, ¿por qué no? su visión romántica de estos colectivos, aunque hoy día -si cometemos la insensatez de olvidar que fueron escritas en la primera mitad del siglo XIX- pueda parecernos condescendiente. Sería notoriamente injusto, porque José de Espronceda fue un liberal, un luchador, un exiliado que incluso de regreso a España siguió sufriendo el peso de la ‘justicia’ política, que casi nunca lo es. Participó activamente en la revolución de París, en revistas que serían censuradas, en círculos literarios…

    Y la única forma de valorar a quien cantaba, siendo posiblemente el primer autor en introducir grupos sociales mal vistos e incorrectos en literatura, es conocer algo más de sus versos. Sigue leyendo

León Felipe

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León Felipe, por angeloide
    Cuando la figura del poeta como símbolo excede en dimensión a la de su obra no resulta fácil hacer una panorámica objetiva y justa de su vida. Tal vez, por aquello de hacer más caso a la experiencia del sujeto en cuestión que de la idea que puede tener el que suscribe, habré de partir de la frase que el mismo León Felipe compartiera y que se ajusta, como un guante de látex, a su existencia: «los grandes poetas no tienen biografía, tienen destino”, aunque bien es cierto que ese destino no está premeditado ni impuesto metódicamente por un ente superior, sino construido por las decisiones personales.
Felipe Camino Galicia de la Rosa, como su propio nombre rimbombante aclara, nació en el seno de una familia de burguesía acomodada en un pueblo de Zamora a finales del siglo XIX. Como todo chico de bien estudió una carrera, farmacia, llegando a tener negocio propio, dos boticas para ser exactos, aunque dicha autonomía le supusiera más dolores de cabeza que beneficios debido a su nefasta capacidad para la gestión que lo llevó a prisión durante año y medio acusado de desfalco.
    A partir de esta breve, aunque desagradable experiencia,  va naciendo irrenunciable, la verdadera naturaleza libre y apasionada de León Felipe, la primera decisión alejada de lo acomodaticio y que le llevara a recorrer mundo para conocer y experimentar la vida de primera mano, renunciando a seguridades y, aun sin saberlo, a una patria querida y añorada, a la que pudiera decirse que, salvo su vuelta durante la guerra civil para apoyar al bando republicano, no volvió a regresar jamás. Sigue leyendo

Papusza

Bronislawa Wajs, llamada Papusza (muñeca en romaní), probablemente la más insigne cantante y poeta de etnia gitana, murió en 1987, pero como suele suceder con todos los seres libres y adelantados a su tiempo, en realidad puede decirse que lo hiciera casi 40 años antes, cuando entre los intereses políticos y la condena de su propio pueblo se la condenó al olvido y la soledad.


Nadie me comprende,
solo el bosque y el río.
Aquello de lo que yo hablo
ha pasado todo ya, todo,
y todas las cosas se han ido con ello…
Y aquellos años de juventud.

Escribía la propia Papusza.

Bronislawa Wajs, alias Papusza

Nacida a principios del siglo XX en Lublin (Polonia), Bronislawa, hija de nómadas, se esforzó en evitar el analfabetismo común a su condición, gitana y mujer, intercambiando libros, estudiando cuando y donde podía… aprendiendo a leer y a escribir desde muy joven, aspecto absolutamente desconcertante en su época.
Con poco más de 30 años ya tuvo que sufrir la pérdida de centenares de familiares y amigos, e incluso su mismo esposo durante la II Guerra Mundial, en otro Holocausto, el gitano, del que suele hacerse menos mención. Finalizada la contienda, cuando todo parecía tender a la tranquilidad -a pesar de los serios problemas que su libertad y su forma de entenderse a sí misma como mujer le ocasionaron con los romaníes- algunos de sus poemas sobre el pueblo gitano fueron usados de manera propagandística por partidarios de la política de sedentarización forzosa pro-soviética desarrollada por el Gobierno Polaco tras el pacto de Varsovia con los alrededor de 15.000 gitanos supervivientes del Holocausto. Entre ellos Fikowski, amigo de Papusza y uno de los máximos exponentes e historiadores del pueblo Rroma. A pesar de la insistencia de Bronislawa pidiéndole que no publicara estos poemas: “si publicas esas canciones me desollarán viva, mi gente quedará desnuda frente a los elementos”, Fikowski, convencido de que tal resolución era lo más conveniente para la etnia gitana, los publicó dentro de un libro de propaganda, lo que condujo a la intervención de la justicia Rroma que la declaró impura y la expulsó del grupo.

En los 34 años siguientes de vida, Papusza permaneció ignorada por toda la humanidad, y tan sólo hace algunos años su figura volvió a gozar de relativo reconocimiento, algo a lo que ha colaborado recientemente la película homónima que relata su vida.

LÁGRIMAS DE SANGRE

(Como sufrimos por culpa de los alemanes en 1943 y 1944)

En los bosques. Sin agua, sin fuego – mucha hambre.
¿Dónde podían dormir los niños? Sin tiendas.
No podíamos encender fuego por la noche.
Durante el día, el humo podía alertar a los alemanes.
¿Cómo vivir con los niños en el frío invierno?
Todos están descalzos…
Cuando nos querían asesinar,
primero nos obligaron a trabajos forzados.
Un alemán vino a vernos.
— Tengo malas noticias para vosotros.
Quieren mataros esta noche.
No se lo digáis a nadie.
Yo también soy un Gitano moreno,
de vuestra sangre – es verdad.
Dios os ayude
en el negro bosque…
Habiendo dicho estas palabras,
él nos abrazó…

Durante dos o tres días sin comida.
Todos yendo a dormir hambrientos.
Incapaces de dormir,
mirando a las estrellas…
¡Dios, qué bonita es la vida!
Los alemanes no nos dejarán…

¡Ah, tú, mi pequeña estrella!
¡al amanecer que grande eres!
!Ciega a los alemanes!Confúndelos,
llévalos por mal camino,
¡para que los niños Judíos y Gitanos puedan vivir!

Cuando el gran invierno venga,
¿qué hará una mujer gitana con su niño pequeño?
¿Dónde encontrará ropa?
Toda se ha convertido en harapos.
Se quieren morir.
Nadie lo sabe, sólo el cielo,
solo el río escucha nuestro lamento.
¿Cuyos ojos nos veían como enemigos?
¿Cuya boca nos maldijo?
No los escuches, Dios.
¡Escúchanos!Una fría noche vino,
La vieja mujer Gitana cantó
Un cuento de hadas gitano:
El invierno dorado vendrá,
nieve, pequeña como las estrellas,
cubrirá la tierra, las manos.
Los ojos negros se congelarán,
los corazones morirán.

Tanta nieve caerá,
cubrirá el camino.
Solo se podía ver la Vía Láctea en el cielo.

En esa noche de helada
una hija pequeña se muere,
y en cuatro días
su madre la entierra en la nieve
cuatro pequeñas canciones.
Sol, sin ti,
ver como una pequeña gitana se muere de frío
en el gran bosque.

Una vez, en casa, la luna se detuvo en la ventana,
no me dejaba dormir. Alguien miraba hacia el interior.
Yo pregunté — ¡Quién está ahí?
— Abre la puerta, mi negra Gitana.
Vi a una hermosa joven Judía,
temblando de frío,
buscando comida.
Pobrecita, mi pequeña.
Le di pan, todo lo que tenía, una camisa.
Nos olvidamos de que no muy lejos
estaba la policía.
Pero no vendrían esa noche.Todos los pájaros
rezan por nuestros hijos,
por eso la gente malvada, víboras, no los matarán.
¡Ah, destino!
¡Mi desafortunada suerte!

La nieve caía tan espesa como hojas,
nos cerraba el camino,
tal era la nieve, que enterró las ruedas de los carros.
Había que pisar una huella,
empujar los carros detrás de los caballos.

¡Cuánta miseria y hambre!
¡Cuánto dolor y camino!
¡Cuántas afiladas piedras se clavaron en los pies!
¡Cuántas balas silbaron cerca de nuestros oídos!