«La dignidad de los nadies» (2006)

Francisco 'Pino' Solanas and Richard Stallman at Wikimania 2009 Welcome Dinner.

Francisco ‘Pino’ Solanas and Richard Stallman at Wikimania 2009

     Si existe una película candidata por derecho propio a protagonizar una de las entradas sobre cine de este blog esa es sin duda, más allá de sus beldades cinematográficas -que también haberlas haylas-, este documental de Pino Solanas, un martilleante trasiego por todas y cada una de las causas que condujeron al corralito en la República Argentina y especialmente por cada una de las realidades dolorosas que fue dejando a su paso como cadáveres.

La dignidad de los nadies” es un acertado homenaje a todas aquellas personas que a golpe de coraje y desde sus supuestas escasas posibilidades nos demuestran que con voluntad -el mayor motor que mueve el mundo- SÍ SE PUEDE. “No estamos derrotados”-dice Toba, el maestro-. “Estamos pasando un período de reticencia. Hay ríos subterráneos”. Confianza y fe en que todo es viable si actuamos desde la justicia, como la del voluntario del comedor pobre que cocina para 250 personas con tan sólo el jugo y la abundancia de dos cebollas.

El mayor ejemplo de solidaridad y esperanza, de la dignidad inabarcable de los nadies nos lo otorga Margarita con una frase de compromiso difícil de entender para quien quiere luchar sin desear tener pérdidas: “aprendí a vivir con nada y hay otros que viven peor”.
Solanas nos habla de frente en medio de las situaciones dramáticas e insostenibles que se esfuerzan en imponer también ahora aquellos que ejercen el poder contra otros más débiles. Con su pragmatismo desbroza y destroza cualquier presupuesto formal políticamente aceptado y, a pesar de una quizá excesiva presencia de su voz en off, muestra un camino real y posible al que acogerse para revertir la tragedia y el desamparo de los que sufren.

Nuestro corralito español es imagen de cada una de las cáusticas verdades que aparecen en el filme: recortes en la educación y en la sanidad públicos, rescate a la Banca, policías infiltrados en las manifestaciones creando disturbios, subastas de terrenos de labranza en tremenda similitud con los desahucios, suicidios… Y propuestas, simples, alternativas: los campamentos piqueteros, comedores sociales, educación en los barrios objetos de exclusión, los movimientos contra los remates con la simple arma del himno nacional que impide a una uniforme voz poner en marcha las subastas.

Una lucha tan constante como desequilibrada, pero que con garra y templanza derrumba y hace casquetes las palabras injustas y vomitivas del que sólo ejerce el poder desde arriba:
«Si el barco se hunde conviene que se hunda del todo».
«Cómo se nota que usted no está dentro del barco».

 

«Memorias de un inquilino» (1947)

Yasujiro Ozu by monsteroftheid

Yasujiro Ozu by monsteroftheid

Respecto a los realizadores japoneses, he de reconocer mi antojada predilección hacia Kenji Mizoguchi, y puedo dar variados motivos de ese antojo, pero cuando veo una película de Ozu, contrapunto artístico de su compatriota, todas esas razones se me tornan absurdas e injustificables. La sensibilidad y estilismo de este hombre no encuentra techo, parangón ni límites. La escena de la playa es… es, bueno: ES.

Viendo sus películas, sorprende que Yasujiro Ozu ni se casara, ni trabajara en toda su vida y ni tan siquiera fuera a la universidad, pues su disección del espíritu y de las pasiones humanas, su estructura fílmica arquetípica es ahora y será siempre irrepetible. No es en absoluto de extrañar que para muchos, sea el paradigma del auténtico cine clásico.

«Memorias de un inquilino» es la primera película producida en Japón tras la Segunda Guerra Mundial, y eso es decir mucho, muchísimo. En una época en la que la radical censura aliada masacraba sin piedad cualquier intento que mostrara la maldad de los vencedores, Ozu es capaz de convencer hasta a los censores con su ternura, su dolor y su apagado canto. Porque «Memorias de un inquilino» es dura, seca y abominable en cierto sentido hacia quienes destruyeron Japón y pretendieron conseguir que nadie desee hacerse cargo de un niño solo y abandonado, buscador de basuras, pero de mirada inocente (algo que, desde luego, no tiene el director, que ya en sus años mozos fue expulsado de la escuela por su reconocida rebeldía).

Qué alegría que filmes como éste, de silencios y pasiones contenidas, de cristalina y transparente belleza ausente de artificios jamás serán remakeados vilmente en Hollywood.

Para descargar el filme completo más subtítulos pincha aquí.

«La anciana y las palomas» (1997)

Old Lady and the Pidgeons by leopinheiro

Old Lady and the Pidgeons by leopinheiro

Existen personas tocadas en cierta medida por el don de la sensibilidad, el guionista, animador y director francés Sylvain Chomet es sin duda una de ellas. Evidente admirador del cine mudo y del mimo, Chomet nos muestra en sus películas, prácticamente ausentes de diálogos, unos personajes tan duros y dolorosos como sentidos y necesitados de afecto. «La anciana y las palomas», su primera incursión en el mundo del cine, es un cortometraje de clara denuncia social, con fondos del también viñetista De Crécy, que a través de la vida de un gendarme que no tiene qué llevarse a la boca nos hace partícipes de la situación de necesidad en la que malviven muchas personas que pasan a nuestro alrededor, inventando posibilidades de subsistencia, mientras nos mantenemos ocupados en menesteres menos necesarios.

Después vendrían la curiosa «Bienvenidos a Belleville», la participación de Chomet en el largometraje colectivo «Paris, je t’aime», dónde nuevamente homenajea a los espectáculos de calle, y la última estrenada: «El ilusionista», un emotivo homenaje a la magia, a los mimos y a todo el cine del inimitable cómico de su misma nacionalidad Jacques Tati, y basada en un guion del propio actor y director, escrito a mediados de los años 50 del pasado siglo y que nunca llegó a ser producido.

«El Havre» (2011)

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     Tiempos de crisis, angustias vitales, desencantos, dolores de muelas… En medio del fango, como ya lo hicieran Nakache y Toledano en la vibrante «Intocable», aparece Kaurismäki -con más garbo y calidad- y todo se vuelve menos denso y espeso, más humano y fácil de exprimir. Recuerdo el Hollywood de la guerra, la necesidad de héroes cercanos, útiles y creíbles como el John Doe de Capra, y asimilo en ese estado a Marcel Marx.

Se me ocurre pensar que el director finés pudiera haber escogido otro modo menos agradable, pero alejo la idea y decido reconocer que prefiero esa denuncia firme, aunque soterrada, hecha a base de amor, decencia y esfuerzo personal. Y también me alegro de que parta del neorrealismo (¡qué bello homenaje en algunos momentos al limpiabotas de De Sica!) y su pausada y contenida emoción, pero no termine como suele terminar él.


     Leo de «Le Havre» que rinde pleitesía en parte a Bresson. No lo veo tanto, pues los actores de «Le Havre»… sienten, respiran y se percibe con una claridad pasmosa, mientras que Bresson presumía de convertir en monotonía inexpresiva a cada miembro del reparto hasta conseguir que la más visceral escena fuera interpretada como quien está delante de un estanque lanzando piedras al agua (y no es en absoluto una critica, más bien al contrario).

     Agradezco la decisión de Kaurismäki, como la mía de no autoflagelarme más de lo imprescindible y gozar con preciosas joyas de sencillas pretensiones y que te hacen recordar que el mundo está lleno de bellas y admirables personas.