«Memorias de un inquilino» (1947)

Yasujiro Ozu by monsteroftheid

Yasujiro Ozu by monsteroftheid

Respecto a los realizadores japoneses, he de reconocer mi antojada predilección hacia Kenji Mizoguchi, y puedo dar variados motivos de ese antojo, pero cuando veo una película de Ozu, contrapunto artístico de su compatriota, todas esas razones se me tornan absurdas e injustificables. La sensibilidad y estilismo de este hombre no encuentra techo, parangón ni límites. La escena de la playa es… es, bueno: ES.

Viendo sus películas, sorprende que Yasujiro Ozu ni se casara, ni trabajara en toda su vida y ni tan siquiera fuera a la universidad, pues su disección del espíritu y de las pasiones humanas, su estructura fílmica arquetípica es ahora y será siempre irrepetible. No es en absoluto de extrañar que para muchos, sea el paradigma del auténtico cine clásico.

«Memorias de un inquilino» es la primera película producida en Japón tras la Segunda Guerra Mundial, y eso es decir mucho, muchísimo. En una época en la que la radical censura aliada masacraba sin piedad cualquier intento que mostrara la maldad de los vencedores, Ozu es capaz de convencer hasta a los censores con su ternura, su dolor y su apagado canto. Porque «Memorias de un inquilino» es dura, seca y abominable en cierto sentido hacia quienes destruyeron Japón y pretendieron conseguir que nadie desee hacerse cargo de un niño solo y abandonado, buscador de basuras, pero de mirada inocente (algo que, desde luego, no tiene el director, que ya en sus años mozos fue expulsado de la escuela por su reconocida rebeldía).

Qué alegría que filmes como éste, de silencios y pasiones contenidas, de cristalina y transparente belleza ausente de artificios jamás serán remakeados vilmente en Hollywood.

Para descargar el filme completo más subtítulos pincha aquí.

«La anciana y las palomas» (1997)

Old Lady and the Pidgeons by leopinheiro

Old Lady and the Pidgeons by leopinheiro

Existen personas tocadas en cierta medida por el don de la sensibilidad, el guionista, animador y director francés Sylvain Chomet es sin duda una de ellas. Evidente admirador del cine mudo y del mimo, Chomet nos muestra en sus películas, prácticamente ausentes de diálogos, unos personajes tan duros y dolorosos como sentidos y necesitados de afecto. «La anciana y las palomas», su primera incursión en el mundo del cine, es un cortometraje de clara denuncia social, con fondos del también viñetista De Crécy, que a través de la vida de un gendarme que no tiene qué llevarse a la boca nos hace partícipes de la situación de necesidad en la que malviven muchas personas que pasan a nuestro alrededor, inventando posibilidades de subsistencia, mientras nos mantenemos ocupados en menesteres menos necesarios.

Después vendrían la curiosa «Bienvenidos a Belleville», la participación de Chomet en el largometraje colectivo «Paris, je t’aime», dónde nuevamente homenajea a los espectáculos de calle, y la última estrenada: «El ilusionista», un emotivo homenaje a la magia, a los mimos y a todo el cine del inimitable cómico de su misma nacionalidad Jacques Tati, y basada en un guion del propio actor y director, escrito a mediados de los años 50 del pasado siglo y que nunca llegó a ser producido.

«El Havre» (2011)

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     Tiempos de crisis, angustias vitales, desencantos, dolores de muelas… En medio del fango, como ya lo hicieran Nakache y Toledano en la vibrante «Intocable», aparece Kaurismäki -con más garbo y calidad- y todo se vuelve menos denso y espeso, más humano y fácil de exprimir. Recuerdo el Hollywood de la guerra, la necesidad de héroes cercanos, útiles y creíbles como el John Doe de Capra, y asimilo en ese estado a Marcel Marx.

Se me ocurre pensar que el director finés pudiera haber escogido otro modo menos agradable, pero alejo la idea y decido reconocer que prefiero esa denuncia firme, aunque soterrada, hecha a base de amor, decencia y esfuerzo personal. Y también me alegro de que parta del neorrealismo (¡qué bello homenaje en algunos momentos al limpiabotas de De Sica!) y su pausada y contenida emoción, pero no termine como suele terminar él.


     Leo de «Le Havre» que rinde pleitesía en parte a Bresson. No lo veo tanto, pues los actores de «Le Havre»… sienten, respiran y se percibe con una claridad pasmosa, mientras que Bresson presumía de convertir en monotonía inexpresiva a cada miembro del reparto hasta conseguir que la más visceral escena fuera interpretada como quien está delante de un estanque lanzando piedras al agua (y no es en absoluto una critica, más bien al contrario).

     Agradezco la decisión de Kaurismäki, como la mía de no autoflagelarme más de lo imprescindible y gozar con preciosas joyas de sencillas pretensiones y que te hacen recordar que el mundo está lleno de bellas y admirables personas.

 

«Mary & Max» (2009)

Adam Elliot

Adam Elliot

En la semana en la que se ha celebrado el Día Internacional del Síndrome de Asperger se hace necesario rescatar la reciente joya cinematográfica de Adam Elliot, Mary & Max, quien debutaba como director de largometrajes sorprendiendo a propios y extraños a pesar de contar en su haber con un Oscar. 

Imposible describir con palabras los sentimientos que afloran mientras se visiona este excelente filme de animación stop-motion. Una maravillosa historia donde convergen el amor, la amistad y la necesidad de sentirnos queridos a pesar de la soledad a través de la vida de dos personas casi opuestas, pero que no se hallan en el mundo. 

Necesaria.