Acerca de Rafa Poverello

Más allá de la falsedad del nombre, pues no soy pobre ni aunque quisiera en virtud del bagaje socio-cultural del que me es imposible escabullirme, mi espíritu anda de su lado, no porque sean buenos, sino porque se les trata injustamente.

Certificados de candidez

approved-147677_960_720

Approved, by OpenClipart-Vectors

     Lo decía el cura de mi barrio, que era muy listo él: “quien a sí mismo se capa, buenos cojones se deja”.

     Un poco basto, vaya, pero es que el cura era de Obejo, y muchas analogías seguro que provenían de los pastores y esa otra gente de bien que sabe muy mucho de la vida aunque no haya cogido un bolígrafo jamás de los jamases.

     – Oye, ¿qué te parece si te pago 3.000 euros y ha cambio demuestras todos los años que soy la persona más maja del mundo, con datos y tal?

     – Guay.

     – Hecho. Pero si no consigues convencer a la peña, a finales de año ya contrato a otro, ¿vale?

    – No te preocupes. Ya eres la persona más maja del mundo, sólo hay que ajustar parámetros y así te vas a mantener toda la vida.

    Una memez, sí, gorda, que llega a unas cotas de cinismo sólo al alcance de algunas políticas sociales, europeas y estatales. Tan estúpida que sólo puede surtir efecto dentro de los parámetros organizativos de una sociedad neoliberal y de unos grupos humanos víctimas (o partícipes) de un sistema competitivo y capitalista, siempre al servicio del dinero y del poder.

    El jueves asistí a una jornada organizada por la Junta de Andalucía sobre la nueva Ley de Servicios Sociales, la del 27 de diciembre de 2016, en la que a media mañana se nos habló de los estándares de calidad. El nivel de desvergüenza que se nos ofreció durante la hora y media de charla hablando acerca de los beneficios y las innovaciones de esta ley, pionera en España, merece mención aparte, y ya descargaré mi indignación en una ocasión no demasiado remota, así que detengámonos un poco en ese otro aspecto tan deseado por propios y extraños llamado certificado de calidad. Sigue leyendo

La pobreza de verdad

power_by_bateri

Power by Bateri

    La verdadera pobreza no es que con tus ingresos no puedas llegar a fin de mes.

    O andar rastreando comida por los contenedores de basura. A la puerta de un supermercado o en la zona VIP de la ciudad.

    Tampoco consiste en ser un parado de larga duración, que ya se ha comido todas las prestaciones y está esperando a cumplir los cincuenta y cinco para poder cobrar el subsidio.

    La pobreza de verdad no es, per se, haber nacido en un barrio de exclusión, en un gueto, o pertenecer a una familia con graves problemas de desestructuración. Droga, prisión, colectivo en minoría.

    No depende de que los munipas te requisen los ajos, los calcetines, el romero de la buena ventura.

    Ni de que no tenga tu madre un euro para comprarte las ceras de colores o los cuadernos que exigen en la guardería pública.

    La verdadera pobreza es saber que eres pobre y tener asumido que así va a ser por siempre jamás. La verdadera pobreza consiste en creérselo. Y pasar esa fe a los hijos, a los nietos. Negarse las pocas oportunidades que llegan, porque “total, ¿pa’ qué?”.

    La pobreza de verdad es acostumbrarse. Y confiar en que se dejará de ser pobre por tener dinero, aunque te lo fundas con complacencia en la primera semana del mes, porque “total”.

    La pobreza real es negarse la posibilidad de un cambio, porque nunca te ha sido necesario para lograr sobrevivir. Y pensar que con sobrevivir ya es bastante, que no hace falta ser feliz, o que ni siquiera es posible. Sigue leyendo