Marigüana

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    Existe un modelo de funcionamiento y trabajo en las residencias para personas mayores, y que se incluye dentro de las denominadas buenas prácticas (BB.PP.), llamado Atención Integral Centrada en la Persona (AICP). Básicamente consiste en individualizar lo más posible la atención, conociendo la historia de vida de la persona residente y que sea el centro, en la medida de lo posible, el que se adapte a sus necesidades en lugar de encasillar a quien ingresa en una cuadrícula de normas y reglas pre-establecidas.

     Dentro de la AICP, se encuentra un categoría considerada fundamental para la felicidad y la tranquilidad de la persona mayor; es a lo que la Fundación Pilares, experta en BB.PP., le pone el nombre de modelo y ambiente y que hace referencia a la adaptación del entorno para que resulte lo más positivo y seguro posible en la línea de cubrir todas las necesidades de cualquier ser humano. Es decir, que cualquier profesional –y cualquier persona que use la cabeza para algo más que llevar sombrero y gorra– reconoce que el ambiente y el entorno son fundamentales para el desarrollo, la formación y el mantenimiento de unas sanas y saludables capacidades. Sigue leyendo

Imbecilidad

Good versus Evil, by kosmolaut

    Voy a tratar de resumirlo en una frase: «el ser humano no es bueno ni malo por naturaleza, se va convirtiendo poco a poco en imbécil». En su cuarta acepción, quiero decir, no hay que alarmarse; a saber, que nos faltan dos luces y somos débiles, o más finamente, seres imperfectos.

    Ahora toca lo de explicarse un poco, pero no mucho, porque ante lo indemostrable solo queda casi encogerse de hombros. Si gente tan estudiá como Hobbes o Kant tiraban para un lado del monte y Rousseau o Marx para el otro no voy a hacer yo ahora una tesis doctoral.

    Primer punto, la bondad y la maldad no son conceptos universales, éticamente establecidos a nivel mundial y comunes a toda sociedad. Por otro lado, ni siquiera la psicología evolutiva se pone de acuerdo en qué momento da comienzo la conciencia moral en el individuo, pero cuando surge, lo que sí que tienen claro es que se debe al proceso de socialización –o des-socialización, váyase usted a saber–. Así, con nuestro modelo de corrección, potenciaremos en la inocente criatura unos comportamientos sociales respecto a otros en virtud de los preceptos morales y las normas sociales de la sociedad en la que ha nacido, desde eructar o no después de comer, hasta partirle o no la cara al compañero de clase si te ha llamado memo. Aquí podemos retroceder históricamente hasta el infinito: la madre de la madre de la madre de la madre… ¿Adán y Eva eran egoístas y se ha ido pasando el asuntico de generación en generación durante el aprendizaje? El pecado original ese que dicen los irresponsables que también le echan al demonio la culpa de todo. Y aquí llegamos al quiz de la cuestión, porque tanto la idea de la maldad y de la bondad intrínseca del ser humano proviene de la tradición judeo-cristiana, que ni siquiera ha sido capaz de deshacer el entuerto de la incompatibilidad inicial de dos conceptos: Dios nos hace a su imagen y semejanza, pero por otro lado tenemos pecado original por los primeros padres. ¿Mande? Entonces, ¿en qué quedamos? Y claro, tuvieron que idear aquello de Luzbel, al ángel caído del cielo, convertido posteriormente en Lucifer, para no tener que perder demasiado tiempo en cómo, por arte de birlibirloque, el ser humano empezó a hacer trastadas, y cada vez más gordas. Sigue leyendo

Hola, soy Baltasar

Rey Baltasar, Adoración de los Magos, c. 1520 (detalle)

      Mu’ buenas, ¿qué tal las fiestas? Soy el Rey Baltasar y a mí, entre pitos y flautas, me las habéis estado casi amargando.

     Perdonad que sea tan franco así, de inicio, pero es que llevo aguantándome desde antes de Navidad por no darle a nadie las uvas y cuando ha llegado la hora estaban a punto de reventarme las tripas.

     En un primer momento, quisiera hacer una especie de composición de lugar, por aquello de que no se me vaya a acusar de inventarme datos, como le pasa a Casado o a la peña de Vox con las estadísticas de inmigración o de niños asesinados por sus madres. A ver, como bien sabemos, en ningún texto de los evangelios pone que mis compis Melchor, Gaspar y el menda fuéramos tres, ni siquiera que fuéramos magos, ni reyes y ni una sola palabra acerca de que el color de mi piel fuera negro o tiznado. Lo de que se haya metido en el imaginario colectivo que éramos tres vamos a achacárselo a que eran tres presentes: oro, incienso y mirra; lo de la Magia a la cultura popular y a un problema de traducción; lo de los reyes a la mano negra de la monarquía, tan chic antes y ahora; lo del color de la piel a que, por narices, todos los continentes tenían que ir a adorar al niño, aunque fuese desde la quinta puñeta. En realidad, hasta el siglo V no se estableció que los sabios de oriente fuéramos tres y solo en el XI se confirmaron nuestros nombres y comenzaron a pintarme regularmente de color tostado.

     Y esta va a ser la primera de mis pataletas. A ver, almas de cántaro, pero si yo nunca he insistido en ser negro ni nada que se le parezca, ¿a qué viene ahora que os pintéis la cara con betún para parecer africanos? ¿O es que tampoco hay gente negra o morena en el país para no tener que hacer el ridículo? Porque al menos casi el 3% de la población española es subsahariana, sin contar otros países o los afrodescendientes. Vamos, que no es como tratar de encontrar una aguja en un pajar. Sigue leyendo