Mirar al otro. Mi deseo

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Empathy, por ARTesstR

    31 de diciembre de 1995. Hace justo ahora 20 años. Wroclaw, Polonia, encuentro europeo de Taizé. 15º bajo cero, salía a la calle con el pijama de franela debajo de la ropa y de los abrigos. Y ni así. Los perros, insensatos, refregándose el lomo en la nieve.

    Como suele suceder en estos encuentros, una familia local nos acogió en su casa los tres días y medio de visita. Él, ya jubilado, era un gran aficionado a la pintura. Varios cuadros al óleo adornaban las paredes del salón de su casa. “Ya no puedo pintar. Los óleos y los lienzos son muy caros”. Acerté a entender con signos en una espantosa mezcla de polañol.

    Yo, vegetariano ya por aquel entonces, pude evitar romper mis reglas autoimpuestas gracias a que nunca realizábamos las comidas en la casa excepto el desayuno.

    Entonces llegó la noche de fin de año, claro. Regresamos a la casa con el tiempo justo de ducharnos y descansar un poco antes de ir a la Vigilia. Cuando nos abrieron la puerta y pasamos al salón, la hermosa mesa rectangular normalmente diáfana y ausente de todo estaba repleta de viandas y manjares de todo tipo, color y categoría. Verduras eran las menos, desde luego, rodeadas de lomo, unas enormes salchichas alemanas y algún que otro pescado.

    Abrí los ojos con una desmesura que aún no he repetido en estos siguientes 20 años. El matrimonio aguardaba al lado de la mesa. Sonrientes, con las manos entrelazadas ofreciendo a sus invitados un banquete que no se podían permitir. Sigue leyendo

«Walden, o la vida en los bosques» (1854)

 

H. D. Thoreau

Si algún día me viera obligado por las circunstancias, supongamos, de la fama o de la conciencia individual a dar rienda suelta a mis experiencias vitales y narrarlas con todo lujo de detalles a modo de autobiografía a fin de compartir un ideario al que se aferra mi espíritu pues de él depende mi banal existencia, si hubiera de escribir tal cosa, decía, el bueno de Henry David Thoreau me ha ahorrado la molestia desde la primera a la última letra.

“Hay cierta clase de incrédulos”, comenta el narrador y filósofo en los primeros envites de Walden, “que a veces me hacen preguntas tales como si creo que puedo vivir solamente de verduras; y para dar con la raíz del asunto de una vez -porque la raíz es la fe- suelo responder que yo puedo vivir hasta con clavos. Si no pueden entenderme, tampoco comprenderán mucho de lo que tengo que decir”. No sólo lo entiendo sin ningún esfuerzo, sino que lo comparto con esa fe inquebrantable que ha de servir de raíz a toda opción y que quizá, haga inescrutable e intrascendente cada rincón de esta obra y cada sílaba de esta reseña. Si un individuo se encuentra verdaderamente convencido de algo, lo hará, por más impedimentos que parezcan existir, y tan sólo la muerte será capaz de separarlo de esa visión.

De rigor resulta, antes de tener la convicción de que a este tipo se le fue la olla cuando decidió irse a vivir a una casa destruida cerca del lago Walden sin apenas utensilios ni dinero, que Thoreau, fiel a sus principios hasta las últimas consecuencias, acabó por estar un único día en prisión -episodio que se recoge en el libro precisamente, al suceder durante una de sus escasas visitas a la ciudad mientras vivía en el bosque- por negarse durante seis años a pagar impuestos que apoyaran tanto la situación de esclavitud de miles de seres humanos como la guerra contra México: «bajo un gobierno que encarcela a cualquiera injustamente, el lugar apropiado para el justo es también la prisión”. La influencia de su pensamiento en todo el movimiento pacifista de mediados del siglo pasado y en figuras de la talla de Tolstoi y Gandhi es inconmensurable. El ensayo que nos ocupa fue escrito en la década de los años cincuenta del siglo XIX y muchos de los argumentos y soluciones que propone, así como el grueso de su ideología, constituyen el eje del debate actual sobre un modelo alternativo de sociedad y de consumo. Hace poco más de un año, en un Foro, basándose en el título de un artículo de Anthony Appiah, profesor de filosofía de la Universidad de Princeton, preguntaba al auditorio el ponente Óscar Mateos, sociólogo y profesor de cooperación y desarrollo: “¿por qué nos condenarán las futuras generaciones?”. Una de las respuestas que se le antojaba obvia hacía referencia al hacinamiento sistemático de animales como los cerdos, con un cociente intelectual similar al de un niño de tres o cuatro años, para alimentación. Thoreau es categórico al respecto: “no me cabe la menor duda de que es parte del destino de la raza humana, en su progreso gradual, el dejar de consumir animales, de igual modo que las tribus salvajes dejaron de comerse entre sí cuando entraron en contacto con otras más civilizadas”.

De comunes y ordinarias cuestiones que asumimos a diario como de lo más normales (¿qué ser perverso inventaría el concepto de normalidad?) trata el padre de la desobediencia civil en Walden, y partiendo de una base práctica y poética que intentara hacer suya a lo largo de toda su vida: “nadie puede ser observador imparcial y certero de la raza humana, a menos que se encuentre en la ventajosa posición de lo que deberíamos llamar pobreza voluntaria”, destruye desde sus fundamentos la teoría del utilitarismo de una sociedad basada en el descarte, en el beneficio material, en la que sólo tiene valor aquello que puede comprarse y que se aprecia sin remilgos en el fragmento más conocido de Walden: “Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido”. Extensos capítulos dedica Thoreau a describir con la humildad y la admiración de un chiquillo el despertar de la primavera, las gotas de rocío, el renacer de las flores, las idas y venidas de los animales… el agua del lago que es vida. “El hombre consciente conserva la impresión de que existe una inocencia universal”, expone con lucidez,“¡Sencillez, sencillez, sencillez! Que os baste la uña del pulgar para llevar las cuentas”. ¿Es una pérdida de tiempo admirarse contemplando un árbol, un amanecer, una ardilla? ¿Es el arte y la belleza una pamplina? En una respuesta afirmativa o negativa tal vez radique el alma de a qué dedicamos buena parte de nuestro quehacer. “Si busco en mis recuerdos los que me han dejado un sabor duradero, si hago balance de las horas que han valido la pena, siempre me encuentro con aquellas que no me procuraron ninguna fortuna”, consumaba Saint-Exupéry.

Es mordaz, atrevido, cínico y divertido en la crítica a los sostenes de la cultura del ‘bienestar’ y no deja escapar ninguna oportunidad ante lo cotidiano:
“[A la mayoría] les sería mucho más fácil renquear por la villa con una pierna quebrada que con un pantalón roto (…). Y así es que conocemos sólo a unos pocos hombres, y una gran cantidad de chaquetas y calzones”.
“Más de uno, que no habría muerto de frío en una caja [de madera] como ésa, se ve agobiado hasta la muerte por tener que pagar la renta de otra, sólo que más grande y lujosa”.
No se salva de la quema ni la falsa y oportuna filantropía que evita el compromiso y las posibilidades reales de cambio global: “Si yo supiera con toda seguridad que un hombre se dirige a mi casa con el resuelto propósito de hacerme bien, correría por mi vida igual que ante ese viento seco y abrasador de los desiertos africanos llamado simún, que te llena la boca, los ojos, la nariz y los oídos de arena y te ahoga, y eso tan sólo por miedo de que me hiciera algo de aquel bien, que ese virus penetrara en mi sangre (…). Aseguraos de que prestáis al pobre la ayuda que verdaderamente necesita (…). Si se trata de dar dinero, daos con él”.

En determinada ocasión cuando el obispo de su ciudad le ofreció unos terrenos, Francisco de Asís, uno de esos locos necesarios que trabajaban por la paz, le respondió: “si tuviéramos propiedades, necesitaríamos armas para defenderlas”. No podía opinar de manera distinta el pionero del camino de la no-violencia y que debiera servir de piedra de toque a nuestro desnaturalizado modelo socio-económico: “estoy convencido que si todos los hombres vivieran con igual sencillez que yo entonces, no habría más hurtos ni robos, pues estos tienen lugar en comunidades donde unos tienen más que suficiente mientras otros carecen de lo necesario”.

No somos ratas en una bodega, sino seres que han de tender a la excelencia. Por eso concluyo con una de las nutridas reflexiones que nos regala, nos plantea, a la que nos invita Thoreau, como gozosa posibilidad de cambio, de revertir aquello que no consideramos justo, aunque hayamos de sobrevivir con clavos: “El universo es más ancho de lo que creemos. Pero debiéramos mirar con más frecuencia por encima de la popa de nuestro navío, como pasajeros curiosos, en lugar de limitarnos a hacer el viaje como zafios marineros enfrascados en hilar estopa”.

Puedes leer online o descargar la obra completa pinchando aquí.

Prioridades

     Entrada actualizada el 7 de julio de 2016

 

Me llamaron de Endesa el otro día.
“Buenas tardes. Soy fulanita, de Endesa. Nos ponemos en contacto con usted…”
“Para ver por qué paso de vosotros y me he cambiado de compañía, básicamente”, pienso. Y acierto con más tino que un campeón olímpico de tiro con arco.
“… es muy importante la opinión de nuestros clientes”. Ex-clientes, querrá decir, y no perder los eurillos mensuales del ala. Como soy prudente llanamente respondo.
“Porque no estoy de acuerdo con la política de su empresa”.
Le da igual, claro, y ella no tiene la culpa, lo más probable es que le paguen por cliente retornado a la casa materna, digo, madrastrerna.
“Estaremos encantados de que vuelva con nosotros, si ahora no lo tiene claro volveremos a llamarle”. Muy amable, estoicamente amable, cual si tuviera hasta tapones en los oídos.
“Cuando no engañen más a la gente con fraudes me vuelve a llamar”.
Adiós y hasta pronto.

Y es que estamos todos la mar de cabreados con Endesa (y con muchas cosas más, por supuesto). De hecho, una conversación que versaba también sobre tan ínclita empresa de electricidad mantuvimos hace unos seis meses en una jornada de Pastoral Obrera. Gente mucho más alternativa y solidaria, es de suponer, que una telefonista que trabaja para la citada compañía. Por tanto, quedó más cristalino que el agua de un manantial de sierra comprado por Coca-Cola: son todos unos desgraciados. Entonces, recordando la verdad suma de Gandhi acerca de que los de arriba no van a cambiar porque se conviertan gracias a una iluminación divina sino obligados desde una situación de poder, expuse lo obvio sin pretender crear en realidad el más mínimo debate.
“Sí, pero ¿quiénes de los que aquí estamos no tenemos la luz con Endesa, Iberdrola o una cuenta en CajaSur? Es tan sencillo como hacer una llamada y cambiarse”.
Hubo asentimientos, pero el silencio podía cortarse con el filo mellado y oxidado de una cuchara de palo.
“Comodidad, cambiar la cuenta del banco es un tostón para todo”. Admitía alguien a quien tengo en alta estima.

Más o menos lo esbocé en aquella entrada de blog de no hace tanto llamada “Quejarse sale gratis”, pero digamos que entonces la cosa iba de excusas y del enfermizo mal de nuestro siglo: la esquezofrenia, y hoy, para no dar lugar a salvaguardar la propia conciencia de incoherencias, el asunto es tan simple como hablar de prioridades. En la digna película de la todopoderosa y tendenciosa Disney “Big Hero 6” (Chris Williams y Don Hall, 2014) su protagonista Hiro, un niño superdotado de apenas doce o trece años, tras mostrar al público sus minúsculos microbot, movidos por una especie de escáner cerebral, dice: “si puedes pensarlo, puedes hacerlo”.
Parafraseando a Hiro hemos de decir sin gaitas que todo, a fin de cuentas es cuestión de prioridades, y si no puedes hacerlo, es que no lo piensas o que piensas más en otra cosa que te inspira más, aunque joda reconocerlo. En la época de la infinita información vía Internet hay tantas opciones ante cualquier decisión común con implicaciones globales que lo único que puede hacernos elegir entre una u otra es a qué le damos más valor: ¿no hacer una llamada a todos aquellos sitios donde tengo un recibo domiciliado o no apoyar a un banco que promueve desahucios? ¿Hacer lo de siempre para no tener que molestarme o mejor implicarme en un cambio aunque parezca leve?
Lo esbocé, un poco, porque otro era el sentido, ahora, para que el lector (y el que suscribe) revise sus prioridades… digamos.

* Motor de búsqueda en Internet: todos conocemos Google y otros buscadores tipo Yahoo, Bing… a la hora del rastreo de dirección IP y compartir una información privada a la que no tienen derecho y de la que nos llevamos las manos a la cabeza. Pues existen, por ejemplo, Startpage , que vuelca los mismos resultados que Google sin filtrarlos, o DuckDuckGo, con rastreo propio que se dio a conocer a partir del escándalo PRISM; ambos con varios premios de privacidad. Para los más avezados, pues es un motor de búsqueda basado en P2P y habría que instalarlo en el PC, está Yacy, aunque la búsqueda se basa en el intercambio de información de usuarios y por el momento es limitada.

* Medios de comunicación: nos cabrea como a un toro resabiado la manipulación, el control de la información, pero seguimos entrando (comprando) en las webs de El país, El mundo, ABC, Marca, As… porque nadie habla mejor de noticias o de deporte que estos impresentables que han apoyado sin ambages el canon AEDE que prohíbe los enlaces (cualquiera, incluso los libres) en Internet. Pues existe una amplia lista de medios que se han negado a firmar el Canon, y algunos de lo mÁs generalistas (no sólo hablamos de Diagonal, Tercera Información…): Agencia EFE, Europa Press, La Gaceta… Uno mismo. Prioridades.

* Servicio de mensajería: Gmail depende de google, hotmail de la mastodóntica Microsoft… sendas empresas más que censuradas y denunciadas repetidas veces por saltarse a la torera la protección de datos (aparte de su propio funcionamiento global y empresarial). Hay alternativas, como en casi todo. Un correo electrónico con interfaz web, estable, y creado en plataforma de software libre GNU/Linux: openmailbox. Pero es taaaaan insoportablemente cansado cambiar de e-mail.

* Móvil: no es este el espacio apropiado para hablar detenidamente de la extracción del Coltán, pero sí de ofrecer la opción factible y responsable: Fairphone, creado a partir de componentes respetuosos con el medioambiente y con las personas. ¿Qué cuesta una pasta? No más que una tele de plasma de nosécuántas pulgadas, que unas vacaciones a Praga y Budapest, o que uno de esos de última generación que no ofrecen ‘gratis’ a los 18 meses para que sigas con contrato de permanencia. Prioridades. Y siempre queda la opción del segunda (o tercera) mano. Prio-ri-da-des.

* Compañía de telefonía: son, con diferencia, las empresas que más denuncias anuales suman por fraude, incumplimientos… Vamos, no conozco a nadie que no haya echado pestes y toneladas de excrementos sobre sus cabezas. Pero el hecho es que en caso de cambiarnos lo hacemos a otra igual o peor al final. ¿Y no joroba eso de ‘para que te quedes con nosotros te bajamos la cuota mensual a niveles irrisorios’? Coño, ¿y no me lo podéis hacer por buena fe sin tener que pedir portabilidad? Eticom. Aún casi en pañales, creada por una cooperativa catalana, que aparte de tarifas móviles ya está en condiciones de ofrecer servicios de fijo e internet, aunque está teniendo algunos problemas -casualmente- a la hora de ponerse de acuerdo con las compañías que le alquilan los servicios. Hay que aportar la cuota de socio para poder disfrutarla, pero ya digo: prio-ri-da-des. Para jugar a la bonoloto o a las quinielas cada semana no hay que ser socio, desde luego.

* Banca: sí, en esto estamos casi todos de acuerdo. Son los más mamones entre los mamones. Fundamentales en el desarrollo y mantenimiento de la crisis y el endeudamiento, pero bueno, los pongo verde y ya está. Al fin y al cabo son todos iguales y es un follón cambiarse. Prioridades. Opciones: con sus luces y sombras Triodos Bank, un banco ético que funciona con todos los servicios habituales en la entidades, pero con transparencia a la hora de donde invierten (nada de armamentos, empresas de gas, telecomunicaciones, petroleras…); Proyecto Fiare, entidad de depósito y crédito, ya con operatividad para particulares de manera normalizada; y una tercera, poco contemplada, pero seria y distinta, las Cooperativas de Crédito, muy distintas en fundamentos al resto de bancos y cajas, así como en sus proyectos, aunque hay que andar con ojo porque algunas, como Arquia, tienen acciones y fondos de inversión en empresas de industria militar (INDRA).

* Compañías eléctricas: no hace falta extenderse mucho en sus objetivos, conocidos muy de sobra por el respetable. Denunciadas innumerables veces y condenadas por fraude al consumidor. Pues también existen cooperativas, la mayoría de energía verde cien por cien renovable: Zencer, Gesternova, Som… También se necesita previa aportación de socio, pero ¿quien le pone pegas a participar activamente en una cooperativa alternativa? Seguro que lo que nos roban otras con los contadores eléctricos digitales no nos lo devuelven por no tener participaciones.

* Petroleras: lo más chungo a nivel de alternativas reales, la verdad verdadera, a menos que compres un coche nuevo híbrido o vayas en bici, lo que no es mala opción, desde luego. El transporte público o el coche compartido es otra posibilidad, parcial, pero posibilidad. Plantearse con objetividad si sale más rentable tener coche o alquilarlo sólo cuando haga falta puede ser igualmente un gesto de responsabilidad. Y si no queda más remedio y aunque es obvio que las gasolineras familiares compran el combustible a las gordas, al menos nos negamos a repostar en éstas o en las de autoservicio que, por norma general, no es que sean más baratas curiosamente, a pesar de que la atención sea más deficiente.

* Alimentación y ropa: sí, es comprensible y de Perogrullo, los productos de alimentación y textiles biológicos y/o de comercio justo son más caros, lo mismo que una birra en un bar y pocos deciden tomársela cada día en la casa. Prioridades eran, ¿no? Barato-explotación versus menos barato-solidaridad. Hasta zapatos hay de material cien por cien reciclado, vegetariano o vegano. ¿Pedirlo por Internet sin probártelo? Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Un hotel sí, aunque luego sea una puta mierda comparado con las fotos.

¿Lo he dicho? Prioridades. Y disculpas por la extensión. No volverá a repetirse, y al fin y al cabo era el último de mis reclamos antes de darme vacaciones a principios de agosto.

«Daredevil» (1986-1991)

 
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Ann Nocenti por LuigiNovi2
      No debe de ser nada fácil coger el relevo de un genio. Si a la Marvel se le hubiera ocurrido proponerme, tras la marcha de Frank Miller, la continuación de Daredevil no sabría definir con claridad si buscaban mantener la serie en alza o una cabeza de turco en caso de que la cosa se torciese. El “Love and War” era bueno, pero el “Born Again” con Mazzucchelli a los lápices era inmenso y el mejor cómic de superhéroes que he tenido la oportunidad de leer en mi vida, y muchos han sido.

Eso debió de pensar Ann Nocenti, una novata en el género -con sólo a sus espaldas por aquel entonces algunos números de la olvidada Spider-woman-, mujer para más inri en un mundo dominado por machitos tanto en viñetas como en despachos, y que se encontró con el marrón de hincarle el diente al cuernecitos. Para ello contó únicamente con la obvia falta de fe de los propios editores de la Factoría de las Ideas, que no atravesaba uno de sus mejores momentos a finales de los 80, quienes a lo largo de sus primeros números decidieron invertir lo justo y necesario con un impenitente vaivén de dibujantes (algunos muy buenos, como el ínclito Windsor-Smith, o las más que solventes Leonardi y Sal Buscema, y otros de una simpleza tan ignota que no me atrevo ni a nombrarlos) que imposibilitaban el continuismo de las historias mensuales las cuales, por norma general, estaban avocadas a ser autoconclusivas y al recurrente estigma en un cuadro de texto en alguna parte inicial del episodio explicando los orígenes de los desarrollados sentidos del héroe (salvo la vista, claro, que el Diablo de Rojo es invidente).

Pero el caso es que algo debió salirle mal a Jim Shooter, editor jefe por aquel entonces, especialista en llevarse mal con todo el mundo y detonante de la marcha de algunos de sus más reputados artistas a la competencia de DC (el propio Frank Miller, Roy Thomas, John Byrne…), porque lo que le hubiera resultado tal vez un gozoso momento para su conocida faceta ultraderechista: destituir como guionista a la reconocida activista de izquierdas Nocenti por malas ventas, se transformó poco a poco y ya de inmediato con la llegada para quedarse del excelente John Romita Jr. en la segunda mejor etapa de Daredevil.

Ya en un inicio, Noncenti no se pudo resistir a la despiadada crítica hacia determinadas posturas gubernamentales, de empresas de influyentes sectores o políticas sociales, pero lo hacía con cuentagotas, posiblemente recurriendo a la sensatez de al menos no dar demasiados quebraderos de cabeza a la editorial desde la primera viñeta. La cosa se fue poniendo cada vez más peliaguda, a partir de incisivas historias, ya con John Romita Jr. a la pluma, partiendo de un enfoque muy humano y profundo del honrado abogado de pobres Matt Murdock (Daredevil en sus ratos libres o al revés), sus dilemas morales, personales y conflictos con los poderosos, que casi siempre toman forma en la imagen rotunda y oronda de Kingpin. Los varios episodios dedicados al solidario vertido tóxico de una de sus empresas y que dejan ciego a un niño seguro que fueron del agrado de muchas de las multinacionales del sector, muy en boga por entonces por su respeto incondicional al medio ambiente. Pero ya era tarde para echarse las manos a la cabeza; a pesar de los múltiples problemas con la editorial todos sabemos que “la pela es la pela” y las ventas del Daredevil de Nocenti y Romita no sólo no decaían sino que merecían la pena.

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Typhoid Mary by davidyardin

     El punto álgido llegó con la saga de María Tifoidea, una heroína, ni buena ni mala, nada al uso que respondía a la necesidad de Nocenti de dar la influencia que se merece el género femenino en los cómics y que, partiendo de algunas líneas similares que dieron origen a Elektra, crea un personaje triste, complejo, sujeto de lástima y de compasión que conduce a Daredevil a un infierno que casi no fue capaz de imaginar Miller. Obligada por contrato, la guionista tuvo que plegarse de vez en vez a las habituales nociones de venganza, violencia y luchas sin cuartel tan precisas para la Marvel, pero jamás desoyó su fuero interno y en su amnésico periplo por Estados Unidos el Diablo en el Infierno topa y afronta todo tipo de situaciones sangrantes, que lo van transformando, pero en las cuales muchas veces es mero observador o colaborador silencioso, algo muy poco habitual en este género, desde la experimentación científica pasando por el maltrato animal y los movimientos animalistas sin olvidar uno de los últimos episodios en los que el héroe patriótico por excelencia, El Capitán América, critica la política exterior intervencionista de su país especialmente en Latinoámerica.

Para quien diga que la Nocenti no entendió nunca el personaje creado por Stan Lee y Bill Everett, en el último volumen de la serie: “El ocaso de los ídolos” -lastrado en parte por un nuevo ir y venir de artistas y algún que otro episodio quizá en exceso simbólico- el regreso del héroe, en todos los sentidos, a la cocina del infierno demuestra todo lo contrario. Eso sí, a quien se le ocurrió la obstusa idea de introducir en este tomo el Annual 4 USA de los años 60, fuera de contexto y de toda lógica, es para mandarlo a galeras.

No es el Daredevil de Nocenti recomendable para todos los amantes del género de superhéroes, pues no se parece en absoluto a lo que uno suele esperarse en los cómics de Marvel, pero la originalidad de su planteamiento, la libertad expresiva de su autora y la exquisita saga de María Tifoidea lo hacen una lectura necesaria e irrenunciable para quienes saben encontrarle gusto a la diferencia, al esfuerzo, a la ruptura de cánones… para quienes gocen de unos sentidos tan despiertos como Daredevil. Tanto que es preciso hacerle un hueco en un blog sobre indignación generalizada.

Para descargar el volumen de María Tifoidea podéis pinchar aquí.

daredevil_man_without_fear_tpb_by_summersetDaredevil: Man Without FearTPB,  por summerset