Decir que en la década de los 50 el machismo campaba a sus anchas por todo el mundo resulta, obviamente, una perogrullada. Que podía considerarse que en Sudamérica aún gozara de más contundencia también sería como para ganar un Pulitzer. Ahora, hablar mínimamente de feminismo y de liberación de la mujer e incluso plasmar esas ideas de manera metódica en una novela, y más por parte de uno de los más ínclitos literatos de tu país, sí puede ser decir palabras mayores.
Lo curioso del caso es que, encima, dicha novelita de marras sea un éxito en el país de publicación y de origen del autor, Brasil, y que hasta se corra la voz de que Jorge Amado ha cambiado de registro y se ha vuelto romántico. Lo mismo es que no hay peor sordo que el que no quiere oír.
Jorge Amado no lo pasó bien. Su afiliación desde joven al Partido Comunista tuvo que pagarla y se exilió a Europa hasta mejor ver. Sus novelas eran un absoluto y machacón golpe en la nuca a la explotación, a la dejadez de los gobiernos. Siempre protagonizadas por personajes de baja escala económica.
Quizá supuso un alivio para los de arriba que se publicara “Gabriela, clavo y canela”, porque debido a la común estulticia de quienes se dedican a disfrutar de las cosas y nunca pensarlas (advierto que pueden hacerse las dos cosas a la vez) llamó la atención el extraordinario fresco que nos presentaba de un pueblecito brasileño, de los que todos conocen, con sus coroneles/terratenientes que explotan al pueblo, con sus violencias, con sus historias comunes… en donde se cuela una bella historia de amor que no se sabe si es o no correspondido. Corin Tellado, vamos. Sigue leyendo