Publicación novela: «Yo, tú… él» (2019)

Portada «Yo, tú… él»

     No sé si se quiere más al primer hijo o al segundo; solo tengo dos gatos, y llegaron a casa (rescatados de sendos contenedores de basura) con escasas 24 horas de diferencia. Casi como si hubieran sido mellizos. El caso es que este segundo hijo/novela tiene la cosa añadida de que, por fin, ha sido publicada en papel y, como uno sigue siendo de la vieja escuela, le gusta tener los libros en las manos, palparlos, olerlos. Oler una tablet o un e-book me da un poco de risa. O náusea.

     Tampoco voy a decir aquello de que es la mejor novela que he escrito, porque siempre me ha resultado de lo más patético escuchárselo decir a los escritores, los directores de cine o los grupos de música. Me gusta mucho como ha quedado, no le añadiría ni una coma (y mira que soy puntilloso) y seguro que va a sorprender a quien quiera disfrutarla.

     Como decía en las dedicatorias: gracias a todas las mujeres que, a lo largo de mi vida, me han ayudado a ser menos malo, y a aquellas que la leyeron antes de su publicación  siendo yo un nadie como soy.

     Para quienes apoyaron el proyecto en la pre-venta no encuentro calificativos con los que agradecer. En breve debería llegar el ejemplar a vueastras casas; en ello ando tras algunos problemas con los envíos. El resto de lectores y lectoras puede adquirir la obra pinchando aquí.

     Comparto el párrafo de la novela que aparece en la contraportada y, espero que la editorial no se me enfade, el diseño de las cubiertas.

     «No hace mucho leí que una mujer de más sesenta años se había cargado a su marido de un martillazo en la cabeza. Después le asestó ciento cincuenta puñaladas, limpió la sangre, lo sentó en un sofá y lo tapó con una manta como si estuviera durmiendo la siesta. Al día siguiente se ahorcó con un pañuelo. Dejó escrita una nota. La pareja llevaba años maltratándola, decía, y pedía perdón. No voy a romper una lanza en favor de la dama, con posibles trastornos psiquiátricos, pero tampoco seré yo quien se la clave. La decencia y la culpa. Los dos extremos de un hilo de Ariadna que jamás te va a sacar de ningún laberinto de mierda».

La Inmaculada, los símbolos y la madre que los trajo

VIRGIN QUEEN 9, by IIEE

     Dicen que fue Séneca, allá por el siglo I, quien dijo aquello de que «nadie ama a su patria porque es grande, sino porque es suya». Mucho más tarde sería Freud, uno de los tres maestros de la sospecha según palabras de Paul Ricoeur, el que explicaba la noción de identidad como sentido de pertenencia a un determinado grupo cultural y todos los autores y autoras que han abordado los fundamentos de las necesidades humanas, desde Maslow hasta Max-Neef, han considerado el sentimiento de identidad como fuente de seguridad, de confianza y de autoestima. Toda esta parafernalia que, todo sea dicho, hay muchas maneras de entenderla y vivirla (tan fuerte sentimiento de identidad puede experimentar un euskal herritar como un cosmopolita) ha derivado en el hecho de que el ser humano se haya pasado su existencia creando símbolos de toda índole y naturaleza y que se aferre a ellos con tamaña fruición que contemplando un desfile militar, la bandera de la nación o un Cristo Pantocrátor puede llegar al orgasmo múltiple y compartido (si en el último caso de la imagen redentora lo permite la Santa Madre Iglesia, por supuesto). De este modo, en una especie curiosa de sinécdoque socio-cultural, los grupos acaban asociando la parte con el todo, el símbolo con el concepto, y quemar una foto del Rey parece que le duele más a un monárquico que si a alguien se le ocurre pegarle una patada en los huevos. Aspecto que no es baladí conocer por parte de un republicano para tener la posibilidad de hacer sentir mejor al fan de Felipe VI en una próxima ocasión recurriendo a la segunda opción que, dicho sea de paso, es bastante menos perjudicial a nivel medioambiental.

      Así llegamos a lo de la sonada exposición «Maculadas sin remedio», abierta al público en las salas de la Diputación Provincial de Córdoba hasta el 2 de junio, y las aún más sonadas protestas de PP, Ciudadanos y Vox que, al halo místico de otros colectivos que se dicen cristianos, pidieron la clausura inmediata de la misma e incluso fue denunciada ante Fiscalía por «ofender los sentimientos religiosos de la mayoría de los cordobeses». Como culmen de la proyección psicológica llegué a escuchar de boca de un fiel creyente y representante de Vox y en referencia a la obra Con flores a María, de la artista Charo Corrales, que es «repugnante la ofensa a la Virgen»; ahora resulta que sabe lo que piensa y siente la Virgen. Era de esperar que, más pronto que tarde, a otro fiel creyente le diera por rasgar de arriba a abajo el lienzo cual si del retrato de Dorian Gray se tratase, bien dispuesto a sacudir de él igualmente toda inmundicia. Por otra parte, ver con tan meridiana claridad la actitud lasciva en el cuadro (una mujer masturbándose) me lleva a imaginar los pensamientos impúdicos que deberían llevar a la confesión a tales devotos quienes, posiblemente, perciben semejante actitud en El nacimiento de Venus, de Botticelli, aunque, al ser Venus una diosa romana, es probable que dé igual lo que esté haciendo con sus partes. Sigue leyendo

Mucho has amado

     En el momento de la redacción de esta entrada, a las 22:30 de la noche, el lobo no ha venido. Podemos hacer muchas cábalas, que mañana serán una barbaridad, desde quienes lo fundamentarán en la alta participación (que debe de haber sido solo el electorado de izquierdas) a quienes dirán que es que el león no era tan fiero como lo pintaban.

     El caso es que el amor, así, en general, no es un sentimiento que se tenga muy en cuenta a la hora de formar gobierno ni de legislar. Incluso es probable que, al final, Pedro Sánchez quiera más a Rivera que a Iglesias porque esa opción es algo más cómoda que hacer otras cábalas.

     En la campaña electoral de los respectivos partidos se ha hablado de muchas cosas, la mayoría escasamente importantes, a menos que la situación de Cataluña sea un aspecto fundamental para la ciudadanía, no como el índice de paro o la corrupción, pero a lo que nadie ha hecho referencia alguna es a las putas. Sí, no habéis leído mal, no es necesario que releáis: las putas, las meretrices, las prostitutas, las mujeres de la calle. Esas de las que insistimos que muchos políticos tienen filiación. Muchas de estas mozas son extranjeras y no votan, otras bastante tienen con sobrevivir a la noche yéndose con alguien a un reservado o metiéndose en su coche.

     ¡Ah, ya, lo del amor, que qué tiene que ver, claro! En más de un evangelio, una puta (o una mujer conocida por su vida, que queda mejor) le lava los pies a Jesús, ni corto ni perezoso, importándole un pito el pasado de ella y su supuesta impureza, la deja hacer y, no contento con eso, dice que se le perdonará mucho porque ha amado una barbaridad. Como la gente que ama y que sufre a partes iguales le importa tanto a quienes gobiernan como la impureza de la Magdalena al maestro de Galilea, es de justicia decir que menos mal que hay asociaciones como Hiedra que se dedica a darles apoyo a estas chicas, a ofrecerles un espacio donde compartir y sonreír con bastante menos temor de a lo que están acostumbradas y que, encima, sin merecimiento alguno por mi parte, me invitan a echar el rato en un encuentro en el que ellas eran las únicas protagonistas y en el que, por vez primera, me quedé sin nada que decir: solo servía escuchar.

     No sé quién ni con qué apoyos va a gobernar, pero lo que doy por probado es que estas chicas, las putas, les van a seguir importando una mierda.

Discurso de un niño de doce años

lies, by twinphotography

    Calvin, junto con su tigre de peluche Hobbes, son los protagonistas absolutos de unas brillantes tiras cómicas realizadas por Bill Watterson y publicadas en prensa entre 1985 y 1995. Calvin tiene seis años y, aunque por norma general participa de las inquietudes y actitudes típicas de dicha etapa de la vida (es decir, se comporta como un redomado egoísta), suele mostrarse bastante espabilado para su edad. Cuando le da por soltarle a su progenitor esas preguntas casi capciosas de las que es difícil salir airoso, el padre tiene una cosa clara: da igual la burrada que diga, porque su discurso será interiorizado por Calvin que no pondrá en duda ni una sola coma de lo que haya largado por la boca como si fuera un científico más avezado que Einstein al mentar la teoría de la relatividad.

Calvin: ¿Papá, me explicarías la teoría de la relatividad? No entiendo por que el tiempo es más lento a gran velocidad.

Papá: Es porque se cambian las zonas de tiempo. Si tú vuelas a California, ganas tres horas en un vuelo de cinco. ¿Sí? // Si vas a la velocidad de la luz, ganas más tiempo, porque no te toma tanto llegar allí. Por supuesto, la teoría de la relatividad solo funciona si estas yendo al oeste.
Calvin: ¡Vaya, eso no es para nada lo que me dijo mamá! Debe faltarle un tornillo.

Papá: Los hombres somos mejores para el razonamiento abstracto. Ve y dile eso.

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