Burkini y fotodepilación

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Pesista See Lee (Juegos Olímpicos de Londres, 2012)

     La semana pasada estuve en Isla Mágica. De 11 de la mañana a 10 de la noche. Tuve tiempo de protestar a la entrada, reventarme, marearme, montarme en una atracción de esas que nunca antes lo habías hecho por ser un gallina, de disfrutar por primera vez de una piscina de olas y… de ver a un par de musulmanas ataviadas con Burkini en dos sectores distintos de la zona acuática. Con sus hijos se encontraban ambas, y lo primero que pensé al verlas es que si se les prohibe el uso del burkini, se les está prohibiendo también en subsidiariedad que puedan ir con sus hijos a la piscina o a la playa. Después, casi inmediatamente, pensé que debía de ser un talibán por preocuparme de esas banalidades en lugar de rasgarme las vestiduras por tamaña muestra de machismo social y que no debería permitirse tal aberración. Se me pasó pronto este sentimiento último. Me bastó con echar un ojo en torno y ver a diestro y siniestro mujeres de toda clase social, edad y peso depiladas pulcramente desde el entrecejo hasta las falanges del dedo gordo.

     He leído mucho estos días del tema este del patriarcado, del machismo social, de la islamofobia… pero, en lo referente a los dos primeros puntos, prácticamente a ninguna mujer ni a ningún hombre les he oído mencionar ni de pasada el tema del vello, la estética y la silkepil (o como diablos se llame). Tal desmemoria o despiste me lleva a pensar en la asunción y normalización de los micromachismos (o macro) cotidianos haciendo que determinados árboles nos impidan ver el bosque. Sigue leyendo

Frases hechas

discrimination_by_lordfoxy

Discrimination by lordfoxy

     Mal que me pese y para mi vergüenza personal me veo en la obligación de compartir una experiencia que me ha hecho reflexionar un poco más -de ser ello posible- sobre los efectos del lenguaje en la perpetuación de estructuras mentales y culturales de rancio abolengo.

     Se llama Manuela la pobre mujer, gitana, de esas que no sabes la edad, pero que confirma su vida -más que lo arrugada que se muestre su cara- que han sido muchos sus años de historia. Se pasó por la oficina de Cáritas con su nuera. Una chica más delgada que gorda, con gafitas sin montura que le conferían un aire intelectual pocas veces visto entre aquellas cuatro paredes medio desconchadas.

     – Pa’ cuando la tarjeta der economato, que llevo esperando ya tres o cuatro años.

No hice demasiado caso a la hipérbole, común en la necesidad, y luego le tocó el turno de palabra a la nuera, de cuyo nombre no logro acordarme.

     – Vivimos en un local. La luz y el agua la tenemos enganchá, pero pa’ comida vamos regular, que no tenemos . Nos ayuda ella como puede -señaló a la suegra-, pero fatal fatal.

    Les expliqué un poco la situación, aquello obligado de ir a las asistentas -para que me entiendan-, que nos pasaríamos por su casa en breve y que se le requeriría documentación.

    Entre medio, Manuela no dejaba de intervenir, como buena madre, además calé, preocupada sin extremos por el bienestar de su familia. Usaré como atenuante a mi necedad que llegó un punto en que ya no sabía ni de quién me estaba hablando.

     – Y a ve si podéis conseguí arguna silla pa’ mi hijo.

     Fue contundente mi respuesta de trabajador social acostumbrado a la relación de ayuda, y basada en una frase hecha:

     – Tu hijo que venga él a la oficina, que tiene piernas.

     – Nooo, pero si es paralítico, pa’ eso es la silla, que la suya la tiene destrozá.

     Ni pizca de maldad ni incomprensión en la mirada de ambas. Diría que mi estulticia pasó desapercibida para todo el mundo excepto para mí.

     No se me ocurrió compartir que, aunque estuviera en una silla de ruedas, podía venir también a la oficina en lugar de ‘mandar’ a las dos mujeres de la casa. En vez de eso traté de salir airoso del envite aunque un par de cornadas ya me había llevado. Sigue leyendo

Papusza

Bronislawa Wajs, llamada Papusza (muñeca en romaní), probablemente la más insigne cantante y poeta de etnia gitana, murió en 1987, pero como suele suceder con todos los seres libres y adelantados a su tiempo, en realidad puede decirse que lo hiciera casi 40 años antes, cuando entre los intereses políticos y la condena de su propio pueblo se la condenó al olvido y la soledad.


Nadie me comprende,
solo el bosque y el río.
Aquello de lo que yo hablo
ha pasado todo ya, todo,
y todas las cosas se han ido con ello…
Y aquellos años de juventud.

Escribía la propia Papusza.

Bronislawa Wajs, alias Papusza

Nacida a principios del siglo XX en Lublin (Polonia), Bronislawa, hija de nómadas, se esforzó en evitar el analfabetismo común a su condición, gitana y mujer, intercambiando libros, estudiando cuando y donde podía… aprendiendo a leer y a escribir desde muy joven, aspecto absolutamente desconcertante en su época.
Con poco más de 30 años ya tuvo que sufrir la pérdida de centenares de familiares y amigos, e incluso su mismo esposo durante la II Guerra Mundial, en otro Holocausto, el gitano, del que suele hacerse menos mención. Finalizada la contienda, cuando todo parecía tender a la tranquilidad -a pesar de los serios problemas que su libertad y su forma de entenderse a sí misma como mujer le ocasionaron con los romaníes- algunos de sus poemas sobre el pueblo gitano fueron usados de manera propagandística por partidarios de la política de sedentarización forzosa pro-soviética desarrollada por el Gobierno Polaco tras el pacto de Varsovia con los alrededor de 15.000 gitanos supervivientes del Holocausto. Entre ellos Fikowski, amigo de Papusza y uno de los máximos exponentes e historiadores del pueblo Rroma. A pesar de la insistencia de Bronislawa pidiéndole que no publicara estos poemas: “si publicas esas canciones me desollarán viva, mi gente quedará desnuda frente a los elementos”, Fikowski, convencido de que tal resolución era lo más conveniente para la etnia gitana, los publicó dentro de un libro de propaganda, lo que condujo a la intervención de la justicia Rroma que la declaró impura y la expulsó del grupo.

En los 34 años siguientes de vida, Papusza permaneció ignorada por toda la humanidad, y tan sólo hace algunos años su figura volvió a gozar de relativo reconocimiento, algo a lo que ha colaborado recientemente la película homónima que relata su vida.

LÁGRIMAS DE SANGRE

(Como sufrimos por culpa de los alemanes en 1943 y 1944)

En los bosques. Sin agua, sin fuego – mucha hambre.
¿Dónde podían dormir los niños? Sin tiendas.
No podíamos encender fuego por la noche.
Durante el día, el humo podía alertar a los alemanes.
¿Cómo vivir con los niños en el frío invierno?
Todos están descalzos…
Cuando nos querían asesinar,
primero nos obligaron a trabajos forzados.
Un alemán vino a vernos.
— Tengo malas noticias para vosotros.
Quieren mataros esta noche.
No se lo digáis a nadie.
Yo también soy un Gitano moreno,
de vuestra sangre – es verdad.
Dios os ayude
en el negro bosque…
Habiendo dicho estas palabras,
él nos abrazó…

Durante dos o tres días sin comida.
Todos yendo a dormir hambrientos.
Incapaces de dormir,
mirando a las estrellas…
¡Dios, qué bonita es la vida!
Los alemanes no nos dejarán…

¡Ah, tú, mi pequeña estrella!
¡al amanecer que grande eres!
!Ciega a los alemanes!Confúndelos,
llévalos por mal camino,
¡para que los niños Judíos y Gitanos puedan vivir!

Cuando el gran invierno venga,
¿qué hará una mujer gitana con su niño pequeño?
¿Dónde encontrará ropa?
Toda se ha convertido en harapos.
Se quieren morir.
Nadie lo sabe, sólo el cielo,
solo el río escucha nuestro lamento.
¿Cuyos ojos nos veían como enemigos?
¿Cuya boca nos maldijo?
No los escuches, Dios.
¡Escúchanos!Una fría noche vino,
La vieja mujer Gitana cantó
Un cuento de hadas gitano:
El invierno dorado vendrá,
nieve, pequeña como las estrellas,
cubrirá la tierra, las manos.
Los ojos negros se congelarán,
los corazones morirán.

Tanta nieve caerá,
cubrirá el camino.
Solo se podía ver la Vía Láctea en el cielo.

En esa noche de helada
una hija pequeña se muere,
y en cuatro días
su madre la entierra en la nieve
cuatro pequeñas canciones.
Sol, sin ti,
ver como una pequeña gitana se muere de frío
en el gran bosque.

Una vez, en casa, la luna se detuvo en la ventana,
no me dejaba dormir. Alguien miraba hacia el interior.
Yo pregunté — ¡Quién está ahí?
— Abre la puerta, mi negra Gitana.
Vi a una hermosa joven Judía,
temblando de frío,
buscando comida.
Pobrecita, mi pequeña.
Le di pan, todo lo que tenía, una camisa.
Nos olvidamos de que no muy lejos
estaba la policía.
Pero no vendrían esa noche.Todos los pájaros
rezan por nuestros hijos,
por eso la gente malvada, víboras, no los matarán.
¡Ah, destino!
¡Mi desafortunada suerte!

La nieve caía tan espesa como hojas,
nos cerraba el camino,
tal era la nieve, que enterró las ruedas de los carros.
Había que pisar una huella,
empujar los carros detrás de los caballos.

¡Cuánta miseria y hambre!
¡Cuánto dolor y camino!
¡Cuántas afiladas piedras se clavaron en los pies!
¡Cuántas balas silbaron cerca de nuestros oídos!