Cuarenta y nueve años tenía el enfant terrible Bukowski (con lo que ya se hizo algo tarde para ser considerado como tal) cuando gracias a la generosidad pecuniaria del editor John Martin pudo dejar de realizar los más diversos trabajos (en ese preciso momento como cartero de una oficina de correos de Los Ángeles) y dedicarse en cuerpo y alma a la escritura, su pasión, así como a beber, fumar y seguir teniendo una ‘mala’ vida sin tener que preocuparse de dónde sacaría el dinero para mantenerla.
Poemas, artículos y algún que otro relato era lo único que hasta entonces había entregado al público el escritor de origen alemán. En un mes escribió su primera novela, «Cartero», cuyo evidente título inicia una secuencia de obras marcadamente autobiográficas protagonizadas por su alter ego Henry Chinaski. Rompió entonces todo tipo de moldes a nivel de escritura creando la simplicidad estilística cargada de rudeza e incorrección política que vino a llamarse realismo sucio y que es de fácil indigestión para espíritus y estómagos sensibles.
Capaz de lo más cáustico y de lo más sensible, de despertar las más altas pasiones y fobias, Charles Bukowski nunca ha pasado desapercibido en cada una de las facetas a la que se ha acercado, incluidos guiones de cine y de novela gráfica. Un ser especial, dolorido y errante como cualquier humano de infancia infeliz.
Vivir de cubos de basura
el viento sopla fuerte esta noche
y es viento frío
y pienso en los chicos
de la calle.
espero que algunos tengan
una botella de tinto.
cuando estás en la calle
es cuando te das cuenta de que
todo
tiene dueño
y de que hay cerrojos en
todo.
así es como funciona la democracia:
coges lo que puedes,
intentas conservarlo
y añadir algo
si es posible.
así es también como funciona
la dictadura
sólo que una esclaviza
y la otra destruye a sus
desheredados.
nosotros simplemente nos olvidamos
de los nuestros.
en cualquier caso
es un viento
fuerte
y frío.
Pobreza
es el hombre que tú nunca has visto quien
te mantiene alerta,
el que ha de venir
algún día.
él no se encuentra en las calles o
en los edificios o en los
estadios,
o si está allá
lo he pasado por alto de algún modo.
él no es uno de nuestros presidentes
u hombres de estado o actores.
me pregunto si se encuentra allí.
bajo las calles
paso delante de farmacias y hospitales y
teatros y cafés
y me pregunto si él se encuentra ahí.
he mirado casi durante medio siglo
y él no ha sido visto.
un hombre vivo, verdaderamente vivo,
digamos cuando desciende la mano
al encender un cigarrillo
ves sus ojos
como los ojos de un tigre mirando fijamente
al pasar en el viento.
pero cuando las manos bajan
es siempre los
otros ojos
los que están allá
siempre siempre.
y pronto será demasiado tarde para mí
y habré vivido una vida
con farmacias, gatos, sábanas, saliva,
periódicos, mujeres, puertas y otros surtidos,
pero en ninguna parte
un hombre vivo.