José de Espronceda

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José de Espronceda

    Puede ser que se deba a que era de mi terruño, Badajoz, y bastante cerquita de mi pueblo natal. O a que, como buen estudiante de letras , me aprendí en BUP de memoria casi todas las estrofas de su conocidísima Canción del pirata y recitándola iba de aquí para allá puño en alto (aún hoy me la sé). O tal vez que me emociona el romanticismo, su forma visceral y apasionada de entender la vida y las relaciones, aunque ello conlleve como de fábrica la dudosa prerrogativa de morir joven…

    Pero Espronceda me cae bien, me gustan sus gustos, sus ‘canciones’ a los marginados por la sociedad: al condenado a muerte, al mendigo… al pirata, e incluso, ¿por qué no? su visión romántica de estos colectivos, aunque hoy día -si cometemos la insensatez de olvidar que fueron escritas en la primera mitad del siglo XIX- pueda parecernos condescendiente. Sería notoriamente injusto, porque José de Espronceda fue un liberal, un luchador, un exiliado que incluso de regreso a España siguió sufriendo el peso de la ‘justicia’ política, que casi nunca lo es. Participó activamente en la revolución de París, en revistas que serían censuradas, en círculos literarios…

    Y la única forma de valorar a quien cantaba, siendo posiblemente el primer autor en introducir grupos sociales mal vistos e incorrectos en literatura, es conocer algo más de sus versos. Sigue leyendo

«Del 69»

2656507127965    No hay nada tan reconfortante para el común de los mortales como el hecho de que un colectivo, una sociedad, una nación cometa la más atroz de las tropelías. Lo de menos es que uno mismo forme parte del grupo en cuestión, pues la responsabilidad personal dentro de una decisión global se diluye igual que un azucarillo en una taza de café hirviendo.

    La maldad de otros tiene un efecto impermeabilizante que ya quisiera para sí cualquier bota de montaña. Se encuentra uno tan ocupado protestando, lanzando sapos y culebras, indignándose con el comportamiento ajeno que no le queda tiempo para darle pábulo a la propia grosería y es sencillo pasar de puntillas sobre las tropelías e insolidaridades individuales. Pero el caso es que cada ser humano es injusto en la medida de sus posibilidades, y que la UE se haya comportado como la peor madrastra posible no justifica que en nuestra vida cotidiana, en nuestra historia personal no luchemos por el derecho de toda persona a buscar una vida mejor. Y no hablo sólo de los refugiados, ni de los países empobrecidos… sino de mi vecino del quinto, de los ciudadanos considerados de segunda y que malviven en barrios en situación de exclusión o a la vera del camino.

    Cambiar la historia a beneficio de todos no depende de los poderosos; no son ellos precisamente quienes lo han intentado siquiera una vez. Lo han hecho personas que no pasaron de puntillas, que observaron los acontecimientos con rigor y a las que les importó más el futuro que el hecho de recoger frutos inmediatos.

    Que nadie se atreva a vivir en paz mientras la paz sólo sea propiedad de unos pocos.

    El vídeo de la canción corresponde al acto de presentación del libro “Con patente de corso” de mi amiga, la escritora Mercedes Gallego. Para escuchar el tema en estudio puedes pinchar aquí.

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