Despertábamos a finales de la semana pasada con el notición de que Ismael, aquel nene de cinco años por el que doña Leti había intercedido hace poco más de año y medio, a día de hoy hablaba y se movía como un niño normal. Para quienes se encuentren algo despistados respecto a la categoría de la buena nueva, hemos de decir que esta subespecie de milagro mediático fue posible gracias a la benefactora intervención de la regia consorte y de su acólito (o al revés) ante el servicio de salud de la Xunta de Galicia, la cual, hasta hacía cosa de un telediario, le había denegado el carísimo tratamiento a Ismael, afectado por un déficit de la hormona del crecimiento. Tras alguna llamadita de la Leti mostrando su harta y humana preocupación, en menos de quince días la criatura en cuestión estaba siendo evaluada y bien dispuesta a fin de ser beneficiaria del tratamiento.
Me alegro mucho de la suerte de Ismael y de su familia, de que sea un niño normal, y de que todo el país se haya enterado de lo generosa que es nuestra soberana. Si es que lo que toca el corazón es lo que vale, el sentimentalismo trágico, los impulsos, el buenismo que contempla la ínfima mejora individual a costa de que el resto de la sociedad se siga manteniendo igualica igualica. Pero como botones de muestra hay miles y habíamos dicho eso de qué es lo que hace migas la fibra sensible vamos pues a particularizar la generalidad. Sigue leyendo