
Shaun Tan, por Stefan Tell
Shaun Tan es un genio; puedo decirlo yo y que me hagáis caso, en un ataque irracional de confianza por parte de quienes leéis estas líneas, pero basta echar un ojo a su obra –ya sea medio bizco o con lupa– para que caigan de un plumazo todas las reservas. Además es un genio desde hace años, lo cual es decir mucho, pues no llega aún a los 45 años, pero como se estira poco, no creo que sus trabajos vayan a inundar nunca páginas webs ni artículos sobre ilustración o novela gráfica a pesar de los numerosos galardones que ha recibido a lo largo de su carrera profesional.
Shaun Tan, aunque no lo parezca ni por nombre ni por facciones, es de nacionalidad australiana, pero de padre japonés, y desde bien zagal le dio por escribir y hacer garabatos, así que con el beneplácito de sus padres –fieles amantes ambos del arte y de la libertad expresiva de los infantes– olvidó gracias a Dios su posible carrera de ciencias para concentrarse en el dibujo y en la escritura. Y así, poco a poco, este escritor, ilustrador, dibujante, diseñador y director de cine de animación fue demostrando que podía desenvolverse con absoluta soltura en cada palo que tocaba. De los últimos pinitos, la creación y dirección de un corto de animación basado en una obra suya, «La cosa perdida», que ganaría el Oscar en 2011. Tan bueno el tipo, que hasta Pixar decidió contar con sus servicios para algunos diseños de la película WALL·E.
A Tan siempre le ha dado un poco de coraje lo de encorsetar el arte. Él mismo señalaba en una entrevista que no entendía muy bien la clasificación de sus primeros libros ilustrados como literatura infantil, cuando en referencia a sus cuadros e ilustraciones surrealistas a nadie se le había ocurrido ponerles coto. Y ciertamente, admirando sus trabajos, como el maravilloso cuento «El árbol rojo» (2001), tal epíteto sería como meterle la cuña de infantil a la magna obra simbólica y política «Alicia en el país de las maravillas»; y hacerle una crítica despiadada bajo esos supuestos. Sigue leyendo
Conozco a mogollón de gente que cuando va a arreglar el coche le dice al mecánico de turno que no le haga factura, que el IVA es una pasta gansa. Sé que el dato no es demasiado exhaustivo ni metódico: mogollón, así a ojo de buen cubero, pero es que incluso lo normal es que el mecánico de marras dé por hecho que, a menos que seas cortito, no quieres factura y te alarga, si acaso, un albarán a boli con cuatro datos mal puestos. De hecho, podría jurar sobre mi guitarra electro-española, que de las veces que ha salido este tema en alguna charla informal sólo una persona –aparte del que suscribe– pedía factura hasta cuando le decían que mejor que no. No olvidemos que lo que no se factura no se declara. Pasa con los fontaneros, los electricistas… La cosa es que está fatal con lo de la crisis.
