Una historia.
Un niño sale del colegio, tendrá apenas 9 o 10 años. Su padre lo espera en la puerta. Se saludan y se sonríen. El hombre se dirige a su hijo después del beso de rigor:
–¿Qué tal te salió el examen del otro día?
–Bien –contesta el niño con cierta indiferencia.
Saca unos folios escritos a mano y con una circunferencia roja en la parte superior y se los entrega al padre, quien abre los ojos como platos.
–¡Un siete! Es que eres el mejor. Muy bien, ¡qué orgulloso estoy de ti!
El niño lo interrumpe, sin la más mínima descortesía, abre su mochila y, con una sonrisa que derretiría un iceberg y una emoción fuera de toda duda, le muestra otro folio en blanco con un dibujo.
–Mira, te he hecho un Christmas.
El padre lo coge, lo mira distraídamente y sin la más leve mueca de alegría le dice:
–Bien, guárdalo; vámonos. Sigue leyendo